Se introdujo entre el tráfico a las bravas, la única forma posible. Fue
justo delante de un vehículo de transporte, que le recibió con un coro de
pitidos. El flujo de vehículos era denso, pero daba lo mismo la hora que fuera,
siempre había demasiado movimiento. La ciudad, la antigua primera colonia
humana fuera del planeta natal, se había convertido en una gran urbe que se iba
expandiendo a cada segundo. Desde que la Tierra se había convertido en un
santuario de la vida y la población se había expandido por el universo, New
Europe se había convertido en la capital de la Confederación de Sistemas.
La Confederación de Sistemas era el sistema de gobierno actual, una
democracia formada por los sistemas estelares adscritos a la misma. Al
principio, solo la formaban la civilización humana, pero al ir encontrándose
con aliens en sus viajes, fueron aceptando delegaciones en el senado de la
Confederación. Estos alienígenas eran meramente embajadores, pero tras la
primera Guerra contra el imperio, los políticos acordaron que los planetas de
civilizaciones aliadas merecían tener voz y voto en las decisiones de la
Confederación. Ahora está aumentaba de miembros. Tras la segunda Guerra contra
el imperio, no sólo la Confederación había ganado territorio, sino nuevos
aliados.
Y con ello, New Europe necesitaba seguir creciendo, pues ya no solo
vivían humanos, sino con el tratado de libre paso y residencia, cualquier raza
podía morar en otro sistema miembro de la Confederación. Los políticos
aseguraban que eso volvería a la Confederación más poderosa y fuerte, pero no
todos parecían tan contentos como otros. Por lo menos, se había acabado el
comercio de ilegales en el territorio conocido.
Cuando uno de los ramales de la circulación le llevó a mayor altura y
empezó a dejar atrás la parte alta de los edificios de los barrios
residenciales, Jörhk pudo ver el Sol y el paisaje de la extensión de la ciudad.
A la izquierda, se podían ver despegar los transportes orbitales, tanto de
pasajeros como de mercancías, del cercano puerto del barrio Amsterdam. Estos
vehículos, mucho más grandes que los que recorrían los cielos de la ciudad,
llevaban su carga desde la superficie hasta las plataformas orbitales de
atraque. Hacía ya demasiado tiempo que las grandes naves espaciales no
aterrizaban en el planeta. Ahora hacían su parada en las inmensas plataformas
que orbitaban rodeando al planeta. Desde allí, se viajaba a cualquier lugar del
territorio de la Confederación.
El viper de Jörhk mantenía el ritmo y de vez en cuando adelantaba alguno
de los transportes más voluminosos. Al final tomó un ramal del tráfico que le
llevó hacia la derecha, apareciendo en el horizonte la silueta de edificios más
altos que los de la zona residencial. Era lo que se llamaba la zona alta. Allí
había residencias de hombres poderosos, así como el senado y todos los
edificios burocráticos de la Confederación. Según la información que le había
pasado su contacto debía ir al edificio Ilussion. Esta construcción estaba
compuesta por una infinidad de viviendas de alto rango. Tenían sus propias
zonas de atraque de vehículos, como dársenas. En cada una de ellas podía
residir una familia real con todo su servicio.
El vehículo se fue acercando al barrio alto. Poco a poco los vehículos
más pesados fueron desapareciendo. Esto fue así, porque en ese barrio estaba
restringido el tráfico de los vehículos de carga. Además solo se permitía la
entrada a transportes de pasajeros pequeños.
Jörhk se maravilló ante el espectáculo que formaban los rascacielos y
edificios gubernamentales. Al contrario que los de las barriadas residenciales,
estos estaban cuidados, con grandes ventanales que reflejaban los rayos
solares, creando bellas composiciones policromadas. Incluso se podía distinguir
las zonas de parques y zonas arboladas. En su barrio había vegetación, pero no
era verde, sino plantas que podían vivir bien en zona de semioscuridad.
Criaturas traídas de otros mundos o creadas en laboratorios, con idea de hacer
más amena o colorista la vida de los barrios bajos. Una ironía de la sociedad
moderna, pensaba Jörhk.
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