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miércoles, 8 de enero de 2020

El mercenario (7)

Se introdujo entre el tráfico a las bravas, la única forma posible. Fue justo delante de un vehículo de transporte, que le recibió con un coro de pitidos. El flujo de vehículos era denso, pero daba lo mismo la hora que fuera, siempre había demasiado movimiento. La ciudad, la antigua primera colonia humana fuera del planeta natal, se había convertido en una gran urbe que se iba expandiendo a cada segundo. Desde que la Tierra se había convertido en un santuario de la vida y la población se había expandido por el universo, New Europe se había convertido en la capital de la Confederación de Sistemas.

La Confederación de Sistemas era el sistema de gobierno actual, una democracia formada por los sistemas estelares adscritos a la misma. Al principio, solo la formaban la civilización humana, pero al ir encontrándose con aliens en sus viajes, fueron aceptando delegaciones en el senado de la Confederación. Estos alienígenas eran meramente embajadores, pero tras la primera Guerra contra el imperio, los políticos acordaron que los planetas de civilizaciones aliadas merecían tener voz y voto en las decisiones de la Confederación. Ahora está aumentaba de miembros. Tras la segunda Guerra contra el imperio, no sólo la Confederación había ganado territorio, sino nuevos aliados.

Y con ello, New Europe necesitaba seguir creciendo, pues ya no solo vivían humanos, sino con el tratado de libre paso y residencia, cualquier raza podía morar en otro sistema miembro de la Confederación. Los políticos aseguraban que eso volvería a la Confederación más poderosa y fuerte, pero no todos parecían tan contentos como otros. Por lo menos, se había acabado el comercio de ilegales en el territorio conocido.

Cuando uno de los ramales de la circulación le llevó a mayor altura y empezó a dejar atrás la parte alta de los edificios de los barrios residenciales, Jörhk pudo ver el Sol y el paisaje de la extensión de la ciudad. A la izquierda, se podían ver despegar los transportes orbitales, tanto de pasajeros como de mercancías, del cercano puerto del barrio Amsterdam. Estos vehículos, mucho más grandes que los que recorrían los cielos de la ciudad, llevaban su carga desde la superficie hasta las plataformas orbitales de atraque. Hacía ya demasiado tiempo que las grandes naves espaciales no aterrizaban en el planeta. Ahora hacían su parada en las inmensas plataformas que orbitaban rodeando al planeta. Desde allí, se viajaba a cualquier lugar del territorio de la Confederación. 

El viper de Jörhk mantenía el ritmo y de vez en cuando adelantaba alguno de los transportes más voluminosos. Al final tomó un ramal del tráfico que le llevó hacia la derecha, apareciendo en el horizonte la silueta de edificios más altos que los de la zona residencial. Era lo que se llamaba la zona alta. Allí había residencias de hombres poderosos, así como el senado y todos los edificios burocráticos de la Confederación. Según la información que le había pasado su contacto debía ir al edificio Ilussion. Esta construcción estaba compuesta por una infinidad de viviendas de alto rango. Tenían sus propias zonas de atraque de vehículos, como dársenas. En cada una de ellas podía residir una familia real con todo su servicio. 

El vehículo se fue acercando al barrio alto. Poco a poco los vehículos más pesados fueron desapareciendo. Esto fue así, porque en ese barrio estaba restringido el tráfico de los vehículos de carga. Además solo se permitía la entrada a transportes de pasajeros pequeños.

Jörhk se maravilló ante el espectáculo que formaban los rascacielos y edificios gubernamentales. Al contrario que los de las barriadas residenciales, estos estaban cuidados, con grandes ventanales que reflejaban los rayos solares, creando bellas composiciones policromadas. Incluso se podía distinguir las zonas de parques y zonas arboladas. En su barrio había vegetación, pero no era verde, sino plantas que podían vivir bien en zona de semioscuridad. Criaturas traídas de otros mundos o creadas en laboratorios, con idea de hacer más amena o colorista la vida de los barrios bajos. Una ironía de la sociedad moderna, pensaba Jörhk. 

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