Tras un momento de silencio, el anciano decidió que ya
era momento de poner las cartas sobre la mesa.
-
¿En que puede ayudarte el gremio de Thymok, señor, eh… como te
llames?
-
Hum, no nos hemos presentado -se dio cuenta Alvho-. Espero que tú
seas Attay, porque si no, esta reunión se ha terminado.
-
Soy Attay.
-
Bien, los otros líderes me llaman Alvho -indicó Alvho-. Estaba a
varias semanas de viaje de aquí, cuando el líder del gremio de la población en
la que estaba me comentó que se requerían hombres hábiles para un trabajo bien
pagado. Se requería eliminar a un sujeto poco querido.
- Estas
en lo cierto, Alvho -asintió Attay-. Hay un trabajo importante en la ciudad. Se
requiere que se elimine a un residente que se ha convertido en un grano en el
culo de varios hombres, de poder. Uno de ellos ha puesto una buena suma de oro
para llevarlo a cabo. ¿Estás interesado en ello, Alvho?
Esa pregunta lo definía todo. Si respondía que sí,
recibía el contrato que sólo podía terminar de dos formas, o moría el objetivo
o moría él. El gremio no aceptaba errores o renuncias. Si no tenías lo que
había que tener, era mejor no aceptar los contratos. Más de un gallito se las
había dado de muy hábil y había fallado. Él se había encargado de limpiar el
estropicio de uno de estos virtuosos de boquilla. Aún recordaba lo que había
tenido que buscar a uno de ellos, que huía cada vez que algo le parecía
sospechoso. Alvho no tenía dudas en su potencial.
-
Lo estoy -afirmó Alvho sin pestañear.
- Bien,
bien, amigo -dijo más alegre Attay-. Ya sabes cómo va esto, amigo. El objetivo
o tú. El gremio debe seguir en el anonimato. En este contrato en concreto no se
espera que el objetivo desaparezca sin más, debes ingeniártelas para que se le
vea muerto y bien muerto, no puede haber errores. Lo pide de esa forma el
contratante. La recompensa son ciento veinte monedas de oro.
La recompensa había subido en una sola semana, lo que
no auguraba nada bueno. Eso solo quería decir que habían vuelto a fallar en el
intento de matar al objetivo.
-
¿Quién es el que debe morir? -quiso saber Alvho, aunque ya lo
intuía.
-
Es un druida que vive fuera de los muros, junto a otros druidas y
más seguidores -informó Attay, confirmando lo que ya sabía Alvho-. Se llama
Ulmay, aunque le llaman “el rubio”, debido a su pelo. Su residencia en una
serie de casuchas en el lado oeste de la muralla, en la zona de la banda de
Tharka. No estamos seguros si el propio Tharka o alguno de sus lugartenientes le
protegen.
- ¿Cuántos
miembros han fallado ya? -inquirió Alvho.
Attay se quedó por un momento silencioso. No esperaba
esa pregunta, pero estaba obligado por la ley del gremio a responder todas las
preguntas de los que aceptasen un contrato. Suspiró y respondió.
-
Nuestros ocho.
-
¿Cómo que nuestros? -preguntó Alvho, extrañado.
-
Sabemos que tanto nuestro contratante antes de tratar con
nosotros, como otros camaradas de él, han intentado por sus medios acabar con
el druida, con ningún resultado favorable. Creemos que han podido llegar a la
veintena.
-
¡Veintiocho asesinos muertos! -exclamó Alvho, empezando a pensar
que el contrato iba a ser más peligroso de lo que aparentaba. Pero ya no podía
echarse para atrás, ya sabía demasiado-. Entiendo que el objetivo ya sabrá que
le quieren muerto. Habrá que ser más habilidoso e imaginativo para acabar con
él.
-
Podrías pensar eso, pero parece que no se ha dado cuenta de nada,
solo vive para sus fieles y para abjurar contra el señor Dharkme, los nobles y
el gran druida Alkkar -comentó Attay-. No cuida su seguridad y se deja ver por
las calles continuamente.
-
Y aun así está vivo -recordó Alvho, lo que provocó una mueca de
disgusto en Attay.
-
Es más, creemos que tendrás a otros asesinos contratados por los
otros prohombres disputando tu trofeo -advirtió Attay-. Si quieres cobrar el
oro debes eliminarlo tú o no verás nada. El intentarlo no es algo reconocido si
lo mata otro. ¿Entendido? ¿Quieres saber algo más?
- No
-dijo Alvho.
En verdad le hubiera venido muy bien saber quiénes
eran los otros asesinos, pero sabía que Attay no se lo iba a decir, entre otras
cosas porque lo más seguro es que fuera el gremio quien llevaba los otros
contratos. Los asesinos no serían como él, miembros y por ello recibirían los
más modestos. Los contratos más altos iban para los que llevaban la marca de
los arghayn.
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