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domingo, 26 de enero de 2020

El conde de Lhimoner (34)

Thimort bebió un poco de vino más y se tomó otro pastelillo de hojaldre antes de continuar su relato.

-       La verdad es que más tarde nos llegó la noticia del fallecimiento del duque de Thargan. El anciano duque había envejecido y su mente se había deteriorado hasta el punto de no reconocer a los de su familia. Una demencia que ya había comenzado a sufrir cuando mandó a Beldek a la capital. Durante los años siguientes se fue agravando. Aunque el heredero empezó a encargarse más de los asuntos de la región, su padre seguía siendo el cabeza de familia y regía con crueldad todo lo referido a sus hijos e hijas, ya que Beldek tiene tres hermanas, creo.
-       Aun así, una enfermedad no puede ser suficiente para acallar las acusaciones de ser un mal padre -indicó Ahlssei.
-       Bueno, puede ser, pero el duque nunca ejerció de padre de Beldek -añadió Thimort.
-       Ahora entiendo mejor lo que pasa -dijo de improviso Ahlssei, que vio algo en todo lo que le había contado Thimort-. Beldek sobrevivió en la capital porque conoció a otra persona, alguien que se asemejó a una figura paterna. El maestro Farhyen.
-       Exactamente -asintió Thimort-. Farhyen ya era un erudito cuando conoció a Beldek. En ese tiempo daba estrategia e historia en la academia Gholnnar. Fue el único instructor que no ponía notas malas al joven Beldek y le animó en más de una ocasión a que abandonase la academia y tomase la rama de la erudición. Pero Beldek temía y respetaba a su padre. Sabía que este le quitaría lo poco que recibía para mantenerse o directamente enviaría asesinos para acabar con su vida. Así que Farhyen le instruyó más allá de la carrera militar, convirtiéndolo en lo que es ahora mismo y él obtuvo algo más preciado, un padre.
-       Y ahora alguien ha asesinado a su padre -señaló Ahlssei.
-       Alguien ha sido muy estúpido -comentó Thimort-. El prefecto ya es alguien muy inteligente de forma normal, pero ahora su ser clamará venganza, cuando normalmente pide justicia. No cejará en buscar al asesino o asesinos de Farhyen. Pero tú tendrás que contenerle lo mejor que puedas, capitán, no queremos que la situación se ponga más peligrosa.
-       Eso me recuerda que hoy he conocido al general Shernahl de Ulveahl -dejó caer Ahlssei.
-       ¡Ah, el buen general Shernahl! -exclamó Thimort, como si hablase de un viejo amigo-. Es un buen hombre, pero grita y se enfada con demasiada facilidad. Me temó que no llegue a ver a sus nietos. Ya le he dicho al emperador que lo mejor sería jubilarle. Pero el emperador es más listo que yo y está seguro que el general es de los que desean morir con las botas puestas, ¿no sé si me entiende?
-       Perfectamente, canciller -aseguró Ahlssei-. El prefecto indicó que el general estaba molesto por culpa del conde de Zornahl, que está fastidiando de nuevo al general.
-       A Yhurino le encanta aliarse con la plebe si con eso va en contra de la milicia, el general y en casos contra el emperador -añadió Thimort.
-       Igual habría que hacerle una visita. 
-   ¿Cómo capitán de la guardia del emperador o como lobo, Ahlssei? -inquirió Thimort, que no dejó que el capitán respondiera-. Ninguna es una buena opción. En el primer caso usaría la visita de la guardia para atacar más al general y a la corona. En el segundo supuesto, eliminar al conde haría que un importante grupo de nobles que le sostienen se pusiera como locos. Es mejor que Yhurino siga vivo. Solo es un sujeto, un pobre loco que lanza de vez en cuando una serie de quejas, lanza oro a la plebe para que se manifieste, aunque luego la guardia les pasa por encima. Tras ello, las cosas se calman, él ha tenido su momento de gloria y nosotros meses de paz. Ahora se quejará durante unos días y luego, volverá a su redil. No es preocupante para nosotros, en cambio el asesino, sí.

Ahlssei no habló más sobre el conde, pues estaba seguro que el canciller había dicho todo lo que quería sobre el noble. Siguieron comentando cosas, principalmente del caso, pero también sobre la situación de la guardia. El capitán no quería alejarse mucho de sus subordinados. Thimort dio por terminada la reunión una hora después, y Ahlssei se fue a su cuartel a dormir. Ya iría al de la milicia con las primeras luces del día siguiente, al fin y al cabo, dudaba que la investigación hubiera avanzado mucho durante la noche. Y por la mañana podría leer el informe del maestro Hervolk.

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