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domingo, 19 de enero de 2020

El conde de Lhimoner (33)

Con la tripa más llena y tras beber un par sorbos del vino que había traído un criado, el canciller estaba listo para hablar del pasado.

-       No creo que el prefecto le haya hablado mucho de su familia o de su pasado, ¿verdad? -indicó Thimort.
-       Sé que es el gran estratega que salvó al emperador en la batalla de Hermult -indicó Ahlssei.
-       Sí, en esa aciaga batalla el prefecto nos salvó a todos, no solo al emperador -asintió Thimort-. Pero Beldek es mucho más que eso. Es un Thargan, hijo del gran duque de Thargan, el gobernador imperial de Ghalandher. 
-    ¿Ghalandher? -repitió Ahlssei sorprendido.

Ghalandher era una región al oeste de la capital, un territorio fértil en el que se cultivaba gran parte del grano que llegaba a la capital. Se decía que la casa de Thargan, cuya enseña era un dragón verde, fue una de las grandes casas nobles que junto a la casa del emperador, que unificaron los diversos reinos en el imperio que era ahora. Durante muchos siglos había sido el escudo y la maza del emperador. Se los tenía por la casa noble más leal a la corona imperial, lo que había provocado los recelos de muchas otras. También era la única que no solía morar en la capital imperial. Por ello, desde hacía años se hablaba que conjuraban contra el león dorado, el emperador. Lo único de lo que Ahlssei estaba seguro es que debían ser rumores infundados, pues Thimort no había ordenado que ningún espía o lobo imperial viajase al oeste.

-       Era el segundo hijo del anterior duque, actualmente el hermano del duque -prosiguió Thimort-. Pero los Thargan son muy legalistas y a Beldek le dieron dos opciones, la carrera militar o el sacerdocio. Supongo que entenderás porqué optó por la vida de las armas. Pero creo que le gustaba más la idea de convertirse en un erudito o un estudioso. Su padre lo envió a la academia militar de Gholnnar, aquí en la capital. Llegó joven, con tres criados y nada más. Su crecimiento como militar y como persona fue duro, sin ningún familiar. Pronto las cargas de la academia fueron pasando factura y sus instructores le fueron catalogando como un oficial inferior.
-       ¿Entonces cómo llegó a ser tan valioso en Hermult? -inquirió Ahlssei, sorprendido.
-       Supongo que se podría decir que encontró algo más que la vida militar, para mejorar sus notas y la visión que los instructores tenían de él -contestó Thimort-. ¿Podrías decirme el qué?
-       ¿Su esposa? -respondió Ahlssei con una pregunta dubitativa.
-       Exacto -asintió Thimort-. Y qué esposa. No sé si conoces a la mujer de Beldek, lady Ghanali de Thurna. Es hija de un importante mercader y por tanto tenía una buena dote. Desgraciadamente su familia no es noble. Pero el amor siempre es capaz de nivelar las clases, Ahlssei. Sé que el padre de Beldek no estaba a favor del matrimonio, pero como él no era el heredero, aceptó. En su momento, hasta a mí me pareció una bella flor, Ghanali, pero Beldek la ganó con creces a otros tantos pretendientes. Y gracias a la promesa del padre de Ghanali y al suyo propio de un futuro casamiento, Beldek mejoró a grandes rasgos en la academia y en sus primeros destinos. Se encargó de lidiar con un par de asaltos fronterizos. No hubo grandes batallas, pero sí mucha negociación. Sus métodos fueron impecables y su nombre llegó a los oídos del emperador, en aquel momento aún príncipe heredero. Le hizo volver para que se uniera a su estado mayor para la campaña de castigo. La verdad es que en aquel tiempo yo ya era parte del grupo del príncipe y no me gustó mucho su elección para el oficial de inteligencia. Pero visto lo visto, nos vino muy bien y a él también.
-       ¿Y el padre de Beldek, llegó a enterarse de la victoria de su hijo en Hermult? -quiso saber Ahlssei. 
-    Beldek no tenía intención de decirle nada, pues su padre no se había interesado ni una sola vez por su vida desde que se despidió de él cuando tenía quince años -explicó Thimort-. Pero el emperador estaba en deuda con él, al fin y al cabo, le había salvado la vida. Mandó una misiva imperial informando de los actos de Beldek y su situación. En aquel momento sus heridas eran malas y los médicos militares no estaban seguros que sobreviviese. Supongo que el emperador quería que por lo menos el duque pudiera despedirse de su hijo. Pero el emperador se quedó de piedra al leer la misiva que envió el duque. El anciano señor de Galandher indicaba que la suerte ya había sonreído demasiado a su hijo y que sería recibido con ansia por sus ancestros. Y que si había salvado la vida del príncipe era exclusivamente porque su familia tenía el deber de proteger al león dorado. Tanto el emperador como yo no supimos qué decir. Ni le informamos a Beldek de las palabras de su padre.

La verdad es que el propio Ahlssei tampoco supo qué decir a lo que le estaba contando el canciller. Él era huérfano y no había conocido ni padre ni madre. Pero tener un progenitor así ni él lo hubiera querido para sí mismo. No veía amor en las palabras del duque de Thargan. Era la primera vez que se conmovía por la vida de un noble. 

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