El capitán Ahlssei había vuelto a palacio, lo más
rápido que había podido, pues era tarde y quería hablar con alguien, pero
podría ser que ya se hubiera retirado a su residencia oficial. En los pasillos
del palacio se encontró con Rhissue, el gran chambelán, que en ese momento
parecía estar más cansado que de costumbre. A Ahlssei no le gustaba ese hombre.
Era una persona importante en el palacio, ya que conocía mejor que nadie las
costumbres y haceres de la residencia del emperador. Por ello, a Ahlssei le
parecía que debía ser espiado y controlado con más dedicación. Pero el
canciller no pensaba igual. Ahlssei no confiaba en el chambelán por el hecho de
ser un liberto, un esclavo liberado que seguía sirviendo a palacio.
-
Buenas noches, capitán Ahlssei, ¿le puedo ayudar en algo?
-preguntó respetuoso y serio Rhissue, que no quería líos con ese joven oficial
de la guardia del emperador, que se rumoreaba que podía llegar lejos además de
su pertenencia a los temibles lobos del emperador.
-
¡Eh, sí! -consiguió decir Ahlssei que fue pillado por sorpresa por
el liberto, lo que enfadó el ego del capitán, pero aun así intentó mantener la
situación bajo control y no dar a entender que estaba molesto. En su profesión
lo mejor era estar calmado siempre-. ¿Se encuentra el canciller aun en palacio?
-
Ha tenido suerte, capitán -asintió Rhissue, en tono neutro-. El
canciller acaba de pedir algo de cenar y que le preparen el cuarto de las
águilas para pasar la noche. Por lo visto tenía mucho trabajo atrasado.
- Gracias,
Rhissue -agradeció Ahlssei, haciendo una ligera reverencia, antes de marcharse.
El cuarto de las águilas era una pequeña estancia
aledaña al despacho del canciller, donde los criados de palacio podían colocar
un catre pequeño, pero con toda la dignidad que el canciller merecía y de esa
forma el hombre podía dormir en el palacio. Por lo que sabía este hecho no era
exclusivo de Thimort. Muchos cancilleres antes que él, y Ahlssei suponía que muchos
después, podían usar esa dependencia para cuando tuvieran que pernoctar por
trabajo en el palacio.
Ahlssei llegó al despacho del canciller en el mismo
momento que el criado que le había traído la cena salía. El puño de Ahlssei
golpeó el aire donde había estado la puerta. Thimort le vio e hizo una seña
para que pasase. Ahlssei esperó a que el criado cerrase la puerta antes de
hablar.
-
Ya estamos solos, capitán, ¿qué ocurre? -quiso saber Thimort, tras
dar un mordisco a uno de los pastelillos de hojaldre que le habían traído de la
cocina.
-
Temo que el prefecto ha perdido su calma habitual y ha dado alguna
orden que puede peligrar la investigación -informó Ahlssei.
-
Beldek perdiendo su calma -repitió en voz alta Thimort como si no
se lo creyera-. ¿Qué ha pasado?
-
Han asesinado a Farhyen de Ahltor -respondió Ahlssei.
-
Vaya. ¿Está relacionado con la investigación en curso? -interrogó
Thimort, mirando seriamente al capitán.
-
Hay razones para creer que fuera el único que conoció en persona a
la persona que cree el prefecto que o es el asesino o el que está detrás de
todo -señaló Ahlssei-. Según las pruebas podríamos estar tras un sacerdote. Es
posible que uno de los ayudantes del sumo sacerdote este también metido en el
asunto, aunque no tenemos pruebas totales. Pero el prefecto ha emitido una
orden de detención inmediata. Temo que…
- Temes
que el sumo sacerdote se queje por las acciones de Beldek y obligue a cerrar el
caso -cortó el canciller-. No temas por el sumo sacerdote, le mandaré una
misiva que le hará recapacitar sobre realizar quejas sobre la actitud del
prefecto. Sabes, no solo el sumo sacerdote tiene contacto con Rhetahl, otros
también sabemos cómo hablarle y obtener beneficios de ello.
El canciller mostraba una sonrisilla y eso que había
lanzado una blasfemia que cualquier sacerdote podría catalogar de herejía.
Ahlssei prefirió no hablar sobre ello y suspiró por no ver como su
investigación se iba al traste.
-
De todas formas, Ahlssei deberéis ser comprensivo con el prefecto.
Farhyen no era solo un amigo para Beldek, se podría decir que fue como un padre
para él -indicó el canciller.
Thimort se sonrió de nuevo al ver la cara de sorpresa
del joven capitán. Aunque había razón en ello, pues desconocía mucho del pasado
de la ciudad y de sus prohombres. El canciller le hizo un gesto para que se
sentara frente a él, al tiempo que llamó a uno de sus criados. Pidió algo de
cena para el capitán y más vino para ambos, pues debía contarle cosas al
capitán. Hasta que no llegaron las cosas que había requerido, el canciller y el
capitán hablaron por encima de cómo iba avanzando el caso. La mención al
dibujante del prefecto y su genialidad, le interesaron al canciller y decidió
que ya hablaría con el prefecto. Tal vez podría prestárselo para unos cuadros,
tanto para su familia como para el emperador. No era justo que Beldek se
quedara con todo lo bueno.
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