Ghahl anduvo hasta llegar a un pequeño templete
circular, formado por ocho columnas, sobre una base elevada que se accedía por
unos peldaños de mármol blanco. Sobre las columnas descansaba un bloque
circular de mármol de rojizo. Bajo este había un banco circular que se extendía
por las zonas donde en vez de escalinatas había una barandilla de hierro. El
templete estaba rodeado por árboles y arbustos cubiertos de flores rojizas y
blancas. La hiedra crecía subiendo por las columnas.
El sacerdote ascendió por una de las escalinatas, y se
sentó en uno de los bancos, haciendo un gesto para que sus acompañantes se
sentasen con él. Beldek asintió y se sentó frente a Ghahl. Ahlssei prefirió
quedarse de pie.
-
¿Qué quieren saber de Bhilsso? -preguntó directamente Ghahl, que
no quería dar rodeos sobre el tema.
-
¿Cómo es el comportamiento de Bhilsso? De habitual, cuando está
aquí en el monasterio -inquirió Beldek.
-
Su comportamiento -repitió Ghahl, pensando qué decir-. Es como el
de muchos sacerdotes que tuvieron una niñez mejor que las de otros. Por lo que
conozco, su paso por el monasterio, mientras estudiaba las escrituras y la
forma de ser sacerdote, fue muy ligera. Estudiaba, pero no llevaba bien el
trabajo en el hospicio y en el comedor. Lo de cuidar a aquellos que eran
inferiores a él no lo llevaba bien. Supongo que es algo que no se puede evitar
a los de su clase. Tras ello, y debido a lo que sus maestros dejaron
constancia, el consejo de sacerdotes, decidió que lo mejor para Bhilsso sería
una encomienda rural, lejos de la capital. Creo que la decisión no le sintió
bien. Pero que iba a hacer. No había lugar al que regresar, su familia había
dado mucho oro para su educación en el monasterio. Al final, se marchó a su
encomienda. Y yo le deje de ver, hasta que regresó hace un par de años.
-
¿Es normal que alguien enviado a las encomiendas, pueda retornar a
la capital? -preguntó Beldek, interesado en la respuesta, pues creía que eso
era imposible.
-
Normalmente no suele ocurrir, pero en este caso pasó -comentó
Ghahl, que no parecía muy contento con lo sucedido-. Tenía la orden de regresar
y entrar al servicio directo del sumo sacerdote. No es algo que se suele
producir, nunca lo había visto. Pero Bhilsso había vuelto y no parecía haber
cambiado ni un ápice en sus formas, incluso era más arrogante que antes, debido
a su nueva posición.
-
¿Cómo es que pudo obtener una celda en el monasterio? -intervino
Beldek, antes de que Ghahl se bloqueara en el asunto del regreso-. Por lo que
sé, lo normal es que los ayudantes del sumo sacerdote moren en las dependencias
de los sacerdotes auxiliares del gran templo.
-
Y allí residen todos -aseguró Ghahl, con vehemencia.
-
¿Y entonces?
-
No estoy muy seguro cómo obtuvo ese permiso, pero el abad recibió
una misiva y leyese lo que leyese, le entregó una celda en la zona de los
sacerdotes mayores -negó Ghahl-. Supongo que el sumo sacerdote o alguien de su
entorno es quien escribió la carta que recibió el abad. Eso sí, me pareció que
al leerla, el abad se puso blanco, incluso tembló ligeramente.
-
¿Sabe lo que ponía en la carta?
-
Desgraciadamente solo la leyó el abad, tras lo que quemó la carta
-indicó Ghahl-. Sea lo que sea lo que estaba escrito, le ordenaba al abad
permitirle el paso a Bhilsso.
-
¿Si no el abad no iba permitirlo?
-
Para nada, el abad es un fiel cumplidor de las leyes de nuestro
culto -afirmó Ghahl-. Los ayudantes deben residir en el gran templo. No lo
hubiera permitido sin esa misiva.
-
Entiendo que no sabe cuáles eran los horarios de Bhilsso, ¿verdad?
-quiso saber Beldek.
-
Lo único que sé es que marchaba al gran templo con las primeras
luces y regresaba con las últimas luces -informó Ghahl.
-
¿Podría haber dejado los terrenos del monasterio a otras horas y
regresar sin ser visto? -esta vez fue Ahlssei quien intervino, tras estar en
silencio escuchando las palabras de los dos hombres más mayores que él.
- Bueno,
podría ser, los sacerdotes mayores estamos al cargo de los novicios y nos
cuidamos que estos no intenten largarse del monasterio, así como los niños del
orfanato. Pero no nos encargamos de mantener a los mayores dentro de los muros.
Se puede salir y entrar a horas fuera de lugar, aunque no entiendo porque
alguien quisiera encaminarse en la oscuridad de la noche y…
Las palabras de Ghahl se terminaron de pronto, como si
hubiera llegado a entender a lo que se referían los dos oficiales. La cara de
Ghahl se volvía a poner poco a poco roja. Sin duda el buen sacerdote empezaba a
echar cuentas de lo que podía haber estado haciendo el díscolo de Bhilsso.
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