Seguidores

domingo, 15 de marzo de 2020

El conde de Lhimoner (41)

Ghahl se removió en su asiento y suspiro. Empezaba a descubrir cosas de Bhilsso que no deseaba saber, pero siempre había sido curioso.

-       ¿Por qué investigáis a Bhilsso?
-       Está relacionado con unos asesinatos -respondió Beldek, ante la sorpresa de Ahlssei, que no esperaba que le respondiera al sacerdote-. No estamos seguros que los haya cometido él pero está más metido de lo que podría parecer. ¿Sabías que era un cliente habitual de un burdel del área cercana al puerto, en La Sobhora?
-       No estaba seguro, pero me lo temía -murmuró Ghahl, con pena.
-       ¿Por qué sospechabas de él?
-       Me llamó la atención una de las siervas encargadas de la limpieza de las vestiduras del clero -explicó Ghahl-. Había restos de fluidos, sangre y otros compuestos en las ropas de uno de los sacerdotes mayores. Me encargue de silenciar a la sierva y empecé una investigación interna. Aún no había dado con el sacerdote en cuestión, pero tenía una corazonada. Cuando el abad me indicó que llegaríais y que os debíamos ayudar al recabar información de Bhilsso, me lo he replanteado.
-       Una pena, supongo -indicó Ahlssei.
-       No es una pena, sino una deshonra para el culto, y encima siendo un auxiliar del sumo sacerdote -añadió Ghahl-. Esto va a hacer mucho daño al sumo sacerdote. Sus enemigos van a atacarle. Si no lo están haciendo ya. Su elección estuvo plagada de irregularidades y muchos sacerdotes del consejo se quejaron, pero no se podía volver a atrás la elección. Al final el sumo sacerdote ha hecho bien las cosas, pero le siguen recriminando la forma de su elección. Se hablaba de presiones y sobornos.
-       ¿Tiene muchos enemigos?
-       Bueno, ya no, los otros elegibles, ya han retornado con Rhetahl y como el emperador tiene en alta estima al sumo sacerdote, los pocos que quedan, miran hacia otros lados. Pero si hay que dar nombres, estarían el padre Thyun de Ghannar y el abad Aahl de Dheren, del monasterio del Divino Rhetahl. Serían los que tienen más apoyos aun para sustituir al sumo sacerdote, aunque eso no creo que ocurra.
-       Una pregunta, Ghahl, ¿si la población pide que se declare al sumo sacerdote descreído, podría hacerse? ¿El culto puede deponer al sumo sacerdote por falta de fe o algo parecido? 
-   ¡Hum! Podría ser, creo que hay algo así en las leyes de nuestro culto, pero es algo que muy pocos sacerdotes saben, solo aquellos que estudian las escrituras podrían saber de ello -contestó Ghahl, sorprendido por la pregunta teológica-. Dudo que Thyun o Aahl conozcan los pormenores de nuestra ley.

Beldek se quedó un rato pensativo, intentando ver donde iban estas últimas pistas. El asunto de las muertes eran raras, pero el giro que estaba dando todo el asunto era realmente raro. Tal vez no estaba viendo la realidad que se escondía detrás de todo. Las miradas de Ahlssei y Ghahl, fijas en él, le hicieron salir de su sopor.

-       ¿Qué me ha preguntado?
-       Solo quería saber el porqué de sus preguntas sobre nuestras leyes internas -repitió Ghahl.
-       Es porque los disturbios en la ciudad han trasladado sus quejas de nuestra incapacidad por encontrar al asesino o asesinos a responsabilizar de todo a la falta de religiosidad de nuestro buen Oljhal. Piden que renuncie o se le haga abandonar su puesto, por otro mejor que termine con los asesinos con fe, supongo.
-       Una petición extraña. 
-    Alguien lleva ya mucho jugando con las masas para llevar adelante su propio plan -indicó Beldek-. Cuando lo encontremos, me temo que resolveremos los asesinatos. Y Bhilsso sabe mucho de todo ello, este donde este.

Unos pasos en la gravilla, les hicieron volverse hacia el camino. Allí se aproximaba el sargento Fhahl. Beldek y Ghahl se pusieron en pie, descendieron por la escalinata y Ahlssei les siguió.

-       Señor, hemos encontrado esto en la habitación de Bhilsso -dijo Fhahl levantando un libro, en cuya tapa podía leerse en letras de oro el título de “Religiones olvidadas por el yugo del imperio”-. Parece el libro que se había sacado sin permiso de la biblioteca de la plaza Orghona, señor. 
-    Eso parece, sargento, nos lo llevaremos al cuartel.

Fhahl asintió y regresó por donde había venido. La cara de Beldek parecía de satisfacción, pues parecía que al final el tal Bhilsso era culpable o lo suficiente como para ser detenido. Pero Ahlssei no veía que podría conseguir ese joven. Pues no podría creer que le eligieran para sustituir al sumo sacerdote. En ese momento se acordó de algo.

-       ¿Padre Ghahl, sabéis si Bhilsso solía llevar un colgante con el símbolo de Rhetahl?
-       Sí, suele llevar un colgante, pero no con el símbolo de Rhetahl, sino con una cabeza de león -contestó Ghahl.
-       ¿Sabe de alguno de los sacerdotes del monasterio que haya perdido un colgante de Rhetahl? -inquirió de nuevo Ahlssei, indicando la forma del colgante. 
-    No hay ningún sacerdote que use un colgante de ese tipo -comentó Ghahl-. Ese tipo de amuleto es antiguo, ya solo se encontraran en las encomiendas rurales. Son los viejos círculos de plata del sumo sacerdote Jhiven de Orthak. Casi ya no se ven por ninguna parte. Incluso el sumo sacerdote Oljhal los tildó de representaciones heréticas del dios, al igual que las enseñanzas de Jhiven.

Ahlssei dio las gracias a Ghahl, por sus palabras, aunque le parecían que iban a ser más callejones sin salida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario