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miércoles, 18 de marzo de 2020

El mercenario (17)

Los hombres estaban demasiado atentos a su presa que no llegaron a escuchar el avance ligero de Jörhk. El hombre joven estaba sentado sobre las piernas de su víctima, con las manos agarrando la desgarrada camisa que llevaba la muchacha.

-       Vamos, vamos, somos comprensivos, dinos dónde se esconden tus amiguitos y seremos delicados -dijo el hombre joven, con un tono malicioso que no pudo disimular.

La chica le escupió a la cara, lo que provocó que el joven sonriera de placer. Tiró con fuerza y destrozó lo que quedaba de la camisa, revelando la piel de la muchacha, oscura, así como unos pechos pequeños, con los pezones endurecidos. La muchacha respiraba rápido, pero a Jörhk le parecía que no lo hacía porqué estuviera asustada, sino que ya estaba habituado a ello. El hombre más mayor miraba con lascivia al cuerpo de la muchacha y agarró con más fuerza los brazos de la muchacha. Estaba deseoso de tener a la chica, pero no parecía llevar la voz cantante en eso.

El joven acarició los pezones y deslizó sus dedos hacía el pantalón de la chica. Metió sus dedos bajo la cintura de la prenda.

-       Tu última oportunidad, si no desearás no haberte encontrado con nosotros -indicó el hombre joven.

El silencio de la muchacha le bastó para que empezara a romper la parte superior del pantalón. Los dos hombres sonreían y ya empezaban a palparse su entrepierna, pensando en lo que venía a continuación. En ese momento, todo cambió para ellos. De la nada, el hombre más viejo lanzó un alarido y se derrumbó hacia delante. En la espalda, el mango de un cuchillo. El hombre joven dejó el pantalón y fue a desenfundar su pistola, cuando un cuchillo de plasma cruzó por delante de su cuello, lanzando restos de sangre quemada sobre la muchacha. Los ojos del hombre joven se pusieron en blanco y se derrumbó hacia la derecha.

La muchacha se quedó mirando a la figura que había aparecido tras el hombre joven, con un cuchillo de plasma en una de las manos. No le podía ver la cara y solo un abrigo inmenso y oscuro, así como un sombrero de ala ancha. Por un momento, pensó que era otro competidor y que venía a lo mismo que los otros dos, pero cuando se encargó de recuperar el cuchillo que se encontraba en la espalda del otro muerto, se dio la vuelta, con intención de marcharse.

-       ¡Eh, tú! No me puedes dejar con este marrón -gritó la muchacha, sentándose en el suelo, agarrando con una mano la cintura del pantalón y cubriéndose con el otro brazo su pecho desnudo.
-       ¡Vaya forma de agradecer que te haya salvado, niña! -espetó Jörhk. 
-    ¿Salvado? -repitió la muchacha, con sorpresa-. ¿No sabes quién era ese, verdad?

La muchacha hizo un movimiento rápido con la mano que ocultaba su pecho para señalar al hombre joven. 

-       Un aprovechado más -se limitó a contestar Jörhk encogiéndose de hombros.
-       ¿De dónde coño has salido, tío? -espetó la muchacha-. Es el hijo, el único hijo, de Sebastian. Cuando se entere van a correr ríos de sangre. Y yo no voy a caer por tu idiotez…
-       No me suena ningún Sebastian, así que si eso es todo lo que me querías decir, me voy, tengo prisa.
-       Espera, espera, no sabes quién es Sebastian -indicó pensativa la muchacha-. Tú no eres de Berlín. Has roto el bloqueo de la milicia. Tienes que sacarme de aquí, junto unos amigos.
-       ¿Tengo? -Jörhk la miró divertido. 
-    O sí. No creo que quieras a Sebastian buscándote día y noche -explicó la muchacha-. Sea lo que sea por lo que has venido, lo vas a hacer y te vas a ir. Y nos vas a llevar contigo. Se me dan muy bien las caras y las descripciones.

Jörhk se la quedó mirando por unos segundos. De improviso se acercó a toda velocidad, hasta quedar su cara ante la de la muchacha. En su mano derecha tenía uno de los cuchillos de plasma que se había quedado a unos centímetros del cuello de esta. La chica podía notar el calor del filo. Por unos segundos, la muchacha pensó que todo se había acabado, que ese hombre había decidido terminar por lo rápido cualquier negociación con ella y por un momento, le pareció hasta bien, era sencillo, ya no tendría que seguir en ese mundo aciago que le rodeaba, pero luego le vinieron a la mente las caras de sus amigas y quiso seguir viviendo, aunque ya no dependía de ella lograrlo. 

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