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domingo, 29 de marzo de 2020

El conde de Lhimoner (43)

La cara del general Shernahl era un poema mientras recibía el informe del capitán de las secciones que habían sido atacadas, así como el de otro oficial que había ido a arreglar las cosas, pero que había llegado demasiado tarde. Beldek y Ahlssei permanecían en posición de firmes, junto a los capitanes. Los dedos de la mano derecha del general golpeaban la mesa, mientras con la otra se sostenía la cara.

-       ¡Usted no tenía orden de hacer lo que hizo, coronel! -espetó al final Shernahl, iracundo-. La cosa estaba más o menos controlada, pero no, tenía que lanzar más leña al fuego. He recibido una carta del palacio de la Ciudadanía y otro de los cadíes, pidiendo que les de explicaciones. ¡Cargó contra la muchedumbre!
-       Solo hice lo que debía hacer para salvar a las secciones que estaban siendo asaltadas por la muchedumbre, general -dijo Beldek, sin mucha fuerza, como si fuera un niño ante su tutor.
-       Creo que mis secciones de infantería son lo suficientemente fuertes como para aguantar a que llegasen los refuerzos -indicó Shernahl-. No tenemos hombres melifluos.
-       Con todo el respeto general, usted no estaba allí y yo sí -comentó Beldek, ganando fuerza-. Estaba seguro que sin mi intervención la segunda sección no hubiera aguantado ante la violencia de los atacantes. Yo…
-       Usted quería volver a sentir lo que era una batalla -le cortó Shernahl, que aún tenía la cara roja, aunque se había ido diluyendo poco a poco-. Tal vez el buen coronel echaba de menos lo que fue, quería volver al pasado, ser el gran héroe de guerra. Se aburre en su puesto o tal vez tiene deseos de venganza. Pues todo ello me importa una mierda, coronel, pues solo tiene una cosa que hacer, arreglar las cosas y no joderlas más. Por qué no se dedica a detener al asesino y de esa forma pacificar la ciudad.
-       Tengo pistas, un sospechoso y pronto habrá detenciones, no se preo… -comenzó a decir Beldek. 
-   ¡No me venga con chorradas, coronel! -saltó Shernahl-. Sé que no hay nadie en los calabozos, por lo que tiene un sospechoso puede ser una farsa por su parte. Quiero hechos, cosas palpables. No vuelva a hacer mi trabajo y realice el suyo, coronel. Lárguese de una vez.

El general apuntaba la puerta de su despacho con el dedo índice de la mano derecha. Beldek y Ahlssei se dirigieron hacia la puerta, pero antes de salir el general le llamó la atención.

-       Coronel, antes de que se vaya quiero decirle una cosa más. Ya me encargaré yo de arreglar las cosas con los políticos y los cadíes. Desde mi punto de vista personal lo hizo bien. Mis refuerzos hubieran llegado más o menos tarde. Pero ya sabe que tengo las manos atadas desde la parte oficial. ¿lo entiende, verdad, Beldek?
-       Claramente, mi general -asintió Beldek.
-       Ahora, por favor, encuentre al asesino y a ver si le podemos dar una tunda en la cara a Yhurino -siguió diciendo Shernahl-. Ese cabrón va a dar una fiesta esta noche para buscar apoyos para su nueva causa, que es que cambie el sumo sacerdote. Se ha vuelto a enrollar con la manta de una nueva causa. Claramente no va ahora contra mí, pero tampoco voy a permitirle que moleste al sumo sacerdote con sus tonterías.
-       Tal vez me presente en la fiesta, señor -indicó Beldek. 
-   Haga lo que quiera, coronel, pero no desenvaine su espada en el palacio de Yhurino o aumentará mis problemas con todo el mundo de4 esta ciudad y por tanto los míos contigo. Váyase, Beldek.

El coronel, seguido por Ahlssei salieron del despacho del general y se dirigieron de vuelta a su cuartel. En el cuartel administrativo había mucho movimiento de oficiales por todas partes, lo que indicaba que el nerviosismo del general no era cosa del hombre, sino por la situación caótica de la ciudad.

-       La verdad no me esperaba que quisiese ir a una fiesta organizada por Yhurino, coronel -habló Ahlssei.
-       Me interesa mucho saber cómo el conde conoce tanto de los asesinatos -indicó Beldek-. No hemos aireado mucho, pero Yhurino sabe cosas que no se han comunicado ni al general. Me temo que el conde puede estar esta vez más metido en el problema que lo que debería estar.
-       Así que le considera como un sospechoso -resumió Ahlssei. 
-    Algo parecido.

Ambos hombres salieron por el gran portal del cuartel administrativo y se pusieron en marcha hacia su propio cuartel. 

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