Seguidores

miércoles, 4 de marzo de 2020

El mercenario (15)

Cuando terminó de revisar la lanzadera, se fue a dormitar, para estar lo más descansado posible. No quería quedarse ni dormido y que se le pasase su hora de salida, pero tampoco estar la tarde y la noche en vela. Debía estar en un punto estable. Tras observar su reloj en varias ocasiones, vio que era la hora precisa. Se quitó la ropa y se dirigió a un pequeño cuarto de baño, donde tenía una ducha. Una vez que terminó de asearse, tras una larga exposición a agua caliente, se vistió con su ropa de trabajo, una serie de vestiduras de tejidos sintéticos, flexibles y prácticos. Sobre ellos se colocó un chaleco de protección. No era tan fuerte como las antiguas armaduras de combate, pero estaba hecho con parecidas aleaciones. Lo siguiente fue un conjunto de arneses que le cruzaban el pecho, donde tenía sujeciones para pistolas, cuchillos de plasma y todo tipo de material, como granadas o células de munición. Sobre todo ello, un gran chaquetón que le cubría casi por completo y mantenía su arsenal móvil fuera de la vista de la gente. Dado que había sido tejido con aleaciones protectoras, era más pesado que uno normal.

Se dirigió a su vehículo blindado. Abrió la compuerta de carga trasera y se dirigió hacia el asiento del piloto. Se sentó y comenzó a pulsar teclas. La compuerta trasera se cerró, mientras los motores se fueron encendiendo. Al vehículo le costó más elevarse, debido al peso del blindaje, pero al final lo consiguió. Se deslizó a baja velocidad, mientras la compuerta exterior se abría. La nave salió más lentamente que el vehículo ligero, pero una vez fuera pudo aumentar la potencia de los motores, con lo que el vehículo tomó velocidad.

Durante la primera parte del trayecto, cuando cruzaba las zonas abiertas, se unió al tráfico con su forma habitual, sin hacer mucho caso a este. Pero a esas horas solo había vehículos de carga, pues los trabajadores y los que se movían por la ciudad aún estarían en sus hogares o lugares de descanso. Pero cada vez que la distancia que le quedaba por llegar al barrio Berlín menguaba, la cantidad de naves también disminuía. Las naves de carga habían comenzado a tomar rodeos para no sobrevolar la zona bloqueada.

Jörhk comenzó a disminuir la altura, ya que cuanto más bajo volase, tenía más posibilidades de no ser detectado por los sensores de la milicia. Aunque tampoco sabía con qué tipo de elementos de defensa o ataque había colocado la milicia para mantener el bloqueo. Cuando ya no había ningún vehículo que le observase, activo el sistema de camuflaje de la nave, lo que haría que le detectasen peor. Según los sensores de su nave, le quedaba poco para llegar al inicio del barrio Berlín y por ello al bloqueo.
 
-       Nave no identificada se está acercando a una zona prohibida, regrese o será derribada -sonó una voz grave por el sistema de comunicación.

Eso no podía ser, su nave no podía ser detectada con tanta facilidad. Por el auricular que llevaba se repetía la advertencia, cada vez más rápida, hasta que se dejó de escuchar. Se había terminado el tiempo de la prudencia. En ese momento comenzó a llegar fuego de cañones láser, armas antiaéreas de gran calibre, para asombro de Jörhk. Las alarmas de ataque sonaban en la cabina del vehículo, mientras las pantallas que había instalado, le indicaban las trayectorias de estos. Jörhk no era un piloto de caza, pero sí que se manejaba bien a los mandos, por lo que esquivaba los disparos. Aunque no todos pudo evitar. En más de una ocasión todo el vehículo se sacudía al recibir uno. Si hubiera venido con el otro vehículo, un par de esos disparos le habría desintegrado. Pero el blindaje que hacía más pesado a su nave, le estaban protegiendo de una muerte segura.

Los disparos parecían haberse terminado o por lo menos él se había alejado lo suficiente, cuando recibió el de despedida. Todo el vehículo se sacudió. Por un momento toda la mesa de mandos se apagó, así como perdió la potencia de los motores. La nave siguió surcando el aire, por la inercia, mientras Jörhk hacía todo lo posible para reiniciar todo, pues aun podía estar en zona de ataque y ahora era un blanco fácil. Por fin las luces y pantallas se encendieron por todas partes de la cabina. El vehículo ganó empuje pero no logró ascender. Puso al ordenador a hacer un diagnóstico rápido. Iba leyendo los datos que aparecían por una pantalla, mientras seguía intentando retomar el control sobre el vehículo. Miró el altímetro y detectó que estaba empezando a perder altura de vuelo, lo que hizo que blasfemara y se echase la culpa por su exceso de confianza. Había despreciado los esfuerzos de la milicia para mantener el bloqueo. Habían sido muy audaces para colocar armas de defensa interplanetaria en medio de la ciudad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario