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sábado, 4 de julio de 2020

Ascenso (34)

Tras el grito y la sorpresa, todo se sucedió como si fuera un continuo. Mhista, Maynn y su grupo, mataron a los guardias junto a la puerta del puente. Vio como los dos centinelas de la empalizada exterior eran alcanzados por flechas y se derrumbaban sobre la estructura. Rhennast y sus hombres corrían por la empalizada, en dirección a la otra puerta. Al mismo tiempo, la interior comenzó a abrirse. Ofthar echó un vistazo hacia el exterior. La aldea parecía sumida aún en la mayor de las tranquilidades, mientras que un nutrido número de jinetes se aproximaba al galope. Ordenó a los cinco hombres que estaban con él que mantuvieran esa puerta abierta hasta que llegase Elthyn y los refuerzos.

Mhista y Maynn regresaron al trote, dejando a los otros hombres junto a la puerta del puente. Se unieron a Ofthar, ante la puerta interior. El patio de armas estaba lleno de guerreros de Ofthar y en el suelo había cuerpos de la guarnición, que habían caído en los mismos sitios en los que dormitaban.

-   Limpiad las almenas, extenderos por las defensas, pareced sus defensores -les ordenó Ofthar, mientras le dejaban paso a su caballo-. Orot, vamos a conocer al therk Thabba.

-   Sí, mi señor -asintió Orot, dirigiéndose a la puerta de la torre.

El exterior de la torre carecía de guardias y dentro tampoco encontraron ninguno. Solo había siervas, dormitando por el suelo, con las ropas hechas jirones. También se encontraron a algún anciano, que parecían haber respetado. Ofthar le sacó a uno de ellos la información deseada. El therk Thabba dormía en la tercera planta y a esa hora aún dormiría. Nunca se levantaba antes de que el Sol estuviera bien sujeto en el cielo. Era un hombre gordo y desagradable. De su cuerpo fluía una peste horrenda, como de podredumbre. Maynn que iba tras ellos, asentía con la cabeza a lo que decía el anciano, corroborando la historia. Cuando el anciano preguntó quién era Ofthar este le respondió con un simple, tu señor, que hizo que el hombre sonriese.

En el tercer piso encontraron unos cuantos guardias, pero unos estaban somnolientos por una noche en vela y otros aún retozando con alguna sierva. No fueron rivales para los cuatro guerreros, que se libraron de ellos. Pero las siervas lanzaron chillidos de terror, sobretodo las que vieron a Orot. Cuando entraron en los aposentos de Thabba, le encontraron despierto, sentado sobre el lecho y desnudo, una visión asquerosa para todos ellos.

-   Qué diablos es esta intromisión? -preguntó Thabba fuera de sí, que debido a las ventanas cubiertas por pesadas cortinas y que no había muchas velas no conseguía distinguirles demasiado bien.- ¿Quienes sois, por Ordhin?

-   Duermes demasiado, Thabba -se burló Maynn.

-   ¿Maynn de Armne? ¿Eres tú, muchacho? -inquirió Thabba, intentando aguzar la vista-. Pensaba que habías sido hecho prisionero, el señor Whaon me dijo algo como eso cuando cruzó a casa. ¿Has escapado?

-   No, ha cambiado de señor -intervino Ofthar-. Aunque eso a ti te da lo mismo, miserable

-   ¿Quién eres tú, no te veo? ¿Nos has traicionado, Maynn? -espetó Thabba-. ¡Miserable traidor! ¡Como te agarre! ¡Whaon te desollará vivo, traidor!

-   ¡Cállate de una vez, therk Thabba! -gritó Ofthar, harto de escuchar los lamentos de ese ser miserable-. Sirva a quien sirva Maynn ya no es tu problema, gusano. Si te devuelvo con tu señor, este te desollaría a ti, has permitido que la fortaleza caiga en manos del enemigo. Yo lo haría si fueras uno de mis therk. Solo necesito de ti una cosa más, ¿ha llegado la flota de los Mares?

-   No te voy a decir nada, cabrón -negó Thabba-. No habló con seres inferiores o niños llorones.

-   Modera tu lengua viperina, Thabba -intervino Maynn-. Estás ante el señor de estas tierras, el señor de los Ríos, Llanuras y Prados. Contéstale y podrás optar a su clemencia.

-   El señor de los Ríos, Llanu… -comenzó a decir Thabba con un hilillo de voz que se perdió en su garganta, pero pasados unos segundos, regresó como una tormenta-. Yo no voy a decirle nada a tu señor. Maynn, yo no voy a traicionar a mi señor Whaon. Si tú te has convertido en su ramera, tú sabrás lo que haces. ¿Como es en la cama, llena tu asqueroso culo traicionero?

-   ¡Te voy a reventar, miserable imbécil! -gritó Maynn, desenvainando su espada.

-   Espera, Maynn, solo te provoca para que le mates -advirtió Ofthar, haciendo un gesto a Mhista para que controlara a Maynn-. Orot, por favor, enseñale a este gordo seboso lo que ocurre cuando no se me trata con el respeto adecuado.

-   Crees que me da miedo ese demonio que tienes como siervo, señor de los cuervos -se mofó Thabba, pero solo era una pose, pues podían ver como los escalofríos recorrían su cuerpo.

Orot se acercó a varios muebles y cuando encontró lo que buscaba, destrozó una mesa para hacerse con una de sus patas. Se acercó a Thabba y con su mano le echó hacía atrás. El hombre cayó de espaldas en el lecho. Orot golpeó con la pata de la mesa en una de sus piernas. Se escuchó con extrema facilidad como el hueso de la pierna se rompía, tras lo que Thabba lanzó un espeluznante alarido. Ofthar por el rabillo del ojo vio como Maynn ponía una cara de terror, por lo que le hizo un gesto a Mhista para que salieran los dos de allí. Le dijo que buscasen posibles guardias en el último piso y en las almenas. No fuera que hubiera alguno escondido o haciendo señas al otro lado del puente. Aunque dudaba que estos pudieran ver algo, pues la bruma era más gruesa sobre las aguas.

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