Los
rayos del sol que entraban por la ventana del despacho, empezaron a
molestar a Beldek, hasta el punto que abrió los ojos. Le costó un
poco darse cuenta donde se encontraba, hasta que vio a Ghahl sentado,
leyendo en silencio de un grueso tomo.
- Me
he dormido -susurró Beldek-. No debería haberme dormido.
- Lo
siento, pero creía que era mejor que descansase, se le veía muy
cansado -se disculpó Ghahl-. Creo que uno de sus sargentos y el
capitán lo están esperando fuera. Me acaban de informar de su
llegada.
- Aun
así, no hay tiempo para descansar, padre -negó Beldek-. Debo
detener al asesino antes de que todo se convierta en un avispero aún
peor.
- Me
temo, coronel, que ya se está liando de nuevo una gorda -escuchó
la voz de Ahlssei en la puerta-. La noticia de la muerte de Yhurino
ya se extiende por la ciudad. Hay revoltosos que lanzan consignas
contra el sumo sacerdote. El emperador se reúne hoy por la mañana
con su canciller y con Oljhal. Van a decidir lo que hacer. Su
majestad quiere que la ciudad se calme. Anoche informé de como va
la investigación y está al corriente de sus hipótesis. Defenderá
la inocencia del sumo sacerdote, por un tiempo.
- ¿Qué
sargento está contigo? -inquirió Beldek, tomándose una taza de
café que había traído en ese momento un siervo del monasterio.
- Shiahl.
- Bien,
le voy a dar el retrato de nuestro misterioso asesino y quiero que
vaya al barrio de los mataderos -señaló Beldek-. Debe enseñar el
retrato a todos los dueños y capataces. Es posible que trabaje
allí. Quiero una identidad y una dirección. Ten el retrato y
mándale, por favor, capitán.
- Así
lo haré -asintió Ahlssei tomando el dibujo, haciendo un gesto al
padre Ghahl y marchándose.
- Bueno
padre, debo seguir con mi trabajo, gracias por todo -agradeció
Beldek al sacerdote.
- Ya
sabe donde encontrarme si necesita algo más sobre este caso o
cualquier otro -se despidió Ghahl, haciendo una inclinación de
cabeza.
Beldek
apuró su café, le devolvió la inclinación de cabeza, se puso de
pie y se dirigió a la puerta, que Ahlssei había dejado abierta. En
el pasillo, miró para un lado y al otro, sin recordar por donde
debía marcharse, pues tenía algo borroso lo ocurrido durante la
noche anterior. Pero allí había un criado que primero cerró la
puerta, haciendo una reverencia al padre Ghahl que se había vuelto a
sentar para seguir leyendo. El criado le hizo un gesto para que le
siguiese. Le llevó por una serie de pasillos hasta la entrada donde
esperaban el capitán Ahlssei y su escolta.
- ¿Y
qué hacemos nosotros? -quiso saber el capitán Ahlssei.
- Primero
regresaremos a nuestro cuartel, quiero hablar con Hervolk del conde
Yhurino -contestó Beldek-. Supongo que se habrá puesto con el
viejo aristócrata. Quiero saber si ha visto algo más de lo que
nosotros detectamos a simple vista. luego habrá que esperar a lo
que Shiahl encuentre.
- ¿Por
qué buscar en los mataderos? -preguntó Ahlssei, mientras Beldek se
subía a su montura, ayudado por uno de los siervos del monasterio.
- El
padre Ghahl me ha informado que la marca del cuello del maestro
Farhyen y del conde Yhurino le ha recordado a la que tienen los
animales que se sacrifican en los mataderos de la ciudad -explicó
Beldek, al tiempo que ponía al trote su montura y de esa forma en
movimiento a todo el grupo-. Claramente en los mataderos usan un
aparato mucho más grande y poderoso. Al fin y al cabo es una pista
y es interesante seguirla. ¿No cree, capitán?
- No
le parece muy oportuna que el padre Ghahl nos de una pista sobre el
siguiente paso a seguir -comentó Ahlssei-. Podría ser una pista
falsa a propósito.
- ¿Cree
que ese anciano sacerdote nos quiere hacer fallar en nuestra
investigación? -inquirió sorprendido Beldek, pero empezó a pensar
en ello, ya que no creía que se hubiese equivocado al pensar que el
padre Ghahl solo quería ayudarles en sus pesquisas. Creía conocer
demasiado bien las facciones y los gestos de la gente. Y los del
padre Ghahl habían sido los de alguien preocupado porque había un
loco en su ciudad asesinando y que podría ser uno de ellos o más
bien alguien que una vez fue uno de ellos-. No, el padre Ghahl nos
quiere ayudar, capitán.
- Si
usted cree en ello, yo no soy quien para hablar mal de ese sacerdote
-claudicó Ahlssei, que no parecía tener ganas de debatir con
Beldek sobre ese supuesto, a lo que añadió-. me contará que tal
su reunión con el general y de que habló con el padre Ghahl.
Debido
a que tenían un buen rato de cabalgada hasta la ciudadela, Beldek
decidió que lo mejor era poner al día al capitán. Pues necesitaba
que el ingenio del capitán estuviese al mismo nivel que su propio
cerebro.
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