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sábado, 4 de julio de 2020

El conde de Lhimoner (57)

Los rayos del sol que entraban por la ventana del despacho, empezaron a molestar a Beldek, hasta el punto que abrió los ojos. Le costó un poco darse cuenta donde se encontraba, hasta que vio a Ghahl sentado, leyendo en silencio de un grueso tomo.

-   Me he dormido -susurró Beldek-. No debería haberme dormido.
-   Lo siento, pero creía que era mejor que descansase, se le veía muy cansado -se disculpó Ghahl-. Creo que uno de sus sargentos y el capitán lo están esperando fuera. Me acaban de informar de su llegada.
-   Aun así, no hay tiempo para descansar, padre -negó Beldek-. Debo detener al asesino antes de que todo se convierta en un avispero aún peor.
-   Me temo, coronel, que ya se está liando de nuevo una gorda -escuchó la voz de Ahlssei en la puerta-. La noticia de la muerte de Yhurino ya se extiende por la ciudad. Hay revoltosos que lanzan consignas contra el sumo sacerdote. El emperador se reúne hoy por la mañana con su canciller y con Oljhal. Van a decidir lo que hacer. Su majestad quiere que la ciudad se calme. Anoche informé de como va la investigación y está al corriente de sus hipótesis. Defenderá la inocencia del sumo sacerdote, por un tiempo.
-   ¿Qué sargento está contigo? -inquirió Beldek, tomándose una taza de café que había traído en ese momento un siervo del monasterio.
-   Shiahl.
-   Bien, le voy a dar el retrato de nuestro misterioso asesino y quiero que vaya al barrio de los mataderos -señaló Beldek-. Debe enseñar el retrato a todos los dueños y capataces. Es posible que trabaje allí. Quiero una identidad y una dirección. Ten el retrato y mándale, por favor, capitán.
-   Así lo haré -asintió Ahlssei tomando el dibujo, haciendo un gesto al padre Ghahl y marchándose.
-   Bueno padre, debo seguir con mi trabajo, gracias por todo -agradeció Beldek al sacerdote.
-   Ya sabe donde encontrarme si necesita algo más sobre este caso o cualquier otro -se despidió Ghahl, haciendo una inclinación de cabeza.

Beldek apuró su café, le devolvió la inclinación de cabeza, se puso de pie y se dirigió a la puerta, que Ahlssei había dejado abierta. En el pasillo, miró para un lado y al otro, sin recordar por donde debía marcharse, pues tenía algo borroso lo ocurrido durante la noche anterior. Pero allí había un criado que primero cerró la puerta, haciendo una reverencia al padre Ghahl que se había vuelto a sentar para seguir leyendo. El criado le hizo un gesto para que le siguiese. Le llevó por una serie de pasillos hasta la entrada donde esperaban el capitán Ahlssei y su escolta.

-   ¿Y qué hacemos nosotros? -quiso saber el capitán Ahlssei.
-   Primero regresaremos a nuestro cuartel, quiero hablar con Hervolk del conde Yhurino -contestó Beldek-. Supongo que se habrá puesto con el viejo aristócrata. Quiero saber si ha visto algo más de lo que nosotros detectamos a simple vista. luego habrá que esperar a lo que Shiahl encuentre.
-   ¿Por qué buscar en los mataderos? -preguntó Ahlssei, mientras Beldek se subía a su montura, ayudado por uno de los siervos del monasterio.
-   El padre Ghahl me ha informado que la marca del cuello del maestro Farhyen y del conde Yhurino le ha recordado a la que tienen los animales que se sacrifican en los mataderos de la ciudad -explicó Beldek, al tiempo que ponía al trote su montura y de esa forma en movimiento a todo el grupo-. Claramente en los mataderos usan un aparato mucho más grande y poderoso. Al fin y al cabo es una pista y es interesante seguirla. ¿No cree, capitán?
-   No le parece muy oportuna que el padre Ghahl nos de una pista sobre el siguiente paso a seguir -comentó Ahlssei-. Podría ser una pista falsa a propósito.
-   ¿Cree que ese anciano sacerdote nos quiere hacer fallar en nuestra investigación? -inquirió sorprendido Beldek, pero empezó a pensar en ello, ya que no creía que se hubiese equivocado al pensar que el padre Ghahl solo quería ayudarles en sus pesquisas. Creía conocer demasiado bien las facciones y los gestos de la gente. Y los del padre Ghahl habían sido los de alguien preocupado porque había un loco en su ciudad asesinando y que podría ser uno de ellos o más bien alguien que una vez fue uno de ellos-. No, el padre Ghahl nos quiere ayudar, capitán.
-   Si usted cree en ello, yo no soy quien para hablar mal de ese sacerdote -claudicó Ahlssei, que no parecía tener ganas de debatir con Beldek sobre ese supuesto, a lo que añadió-. me contará que tal su reunión con el general y de que habló con el padre Ghahl.

Debido a que tenían un buen rato de cabalgada hasta la ciudadela, Beldek decidió que lo mejor era poner al día al capitán. Pues necesitaba que el ingenio del capitán estuviese al mismo nivel que su propio cerebro.

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