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martes, 7 de julio de 2020

El mercenario (33)

Mientras se hacía con una tarjeta de seguridad maestra que le abriese todas las puertas y ascensores, vio en la gran pantalla como explotaba algo tras el cartel de publicidad. Este, muy dañado se separó de la pared y empezó a caer, con parte de la plataforma trasera y lo que parecían tres cuerpos destrozados. Cuantos más estarían heridos. Volvió a encender su auricular y escuchó lamentos, quejas y gritos de Bartholome. Sin duda tenían que estar sobrecogidos.

Una vez que consiguió la tarjeta maestra, empezó a colocar unas cargas de detonación que aún tenía y salió. Las había escondido bajo las consolas y lo destruirían todo. Se activarían tras los quince segundos de temporizador que había programado según alguien abriese la compuerta de la sala de seguridad que había dejado atrás. Era hora de descender unos cuantos pisos y usó el ascensor de mantenimiento.

-   ¿Tío Bart? ¿Sigues con nosotros o eres uno de los cuerpos que caían con el cartel de publicidad? -volvió a hablar Jörhk por la frecuencia que usaban el LSH.
-   ¡Maldito bastardo! -rugió la voz de Bartholome por el auricular.
-   ¿Cuantos van ya? Tres arriba y tres con el cartel -prosiguió el juego Jörhk, sabiendo que la ira de Bartholome le estaba haciendo dar malas órdenes-. Ya no puedes tener muchos hombres. y menos que te quedaran. La verdad es que te veo un poco triste.
-   ¿Qué me ves? Yo te voy a dar a ti ver, te voy a sacar los ojos, sucia rata de…
-   ¡Oh! No hay que ponerse así, tío Bart -se quejó Jörhk haciéndose el ofendido-. Mía no es la culpa que tus hombres sean unos pobres aficionados. Y tu familia un grupo de viciosos sin cerebro.
-   ¡Mi familia! No oses hablar mal de mi familia, vil…
-   Tu hermano un violador de niñas y tu hijo, no era mucho mejor, pero lo mate, que es lo que se debe hacer con seres miserables como esos -se burló Jörhk sabiendo que eso sacaría de sus casillas al hombre.
-   ¡Tú! ¡Tú has matado a mi hijo! ¡Tú eres el asesino! -exclamó Bartholome más calmado.
-   ¡Hum! te estas poniendo pálido, no te irá a dar un mal -indicó Jörhk, que estaba usado las cámaras de la sala de seguridad en remoto con una de sus tablets. Era la segunda cosa que había hecho durante su estancia en la sala de seguridad-. Si te mueres antes de que te mate, me voy a perder la diversión.
-   ¿Pálido, como que estoy pálido? -inquirió Bartholome, que añadió antes de que se apagase la comunicación-. Esta en la sala de seguridad, todos hacia allí.

Jörhk se rió de lo lindo. Era muy fácil manejar a ese hombre, lo hacías enfadar y solo debías poner la pista de la siguiente trampa. No tuvo que esperar mucho para notar que alguien había activado los detonadores. Por un lado todo el núcleo central vibró con la explosión, por otro, la pantalla de la tablet se quedo en negro, al perder la fuente de transmisión. El LSH ya no podía controlar la torre de apartamentos. No podía abrir ninguno si los residentes no se lo permitían desde dentro. Además dudaba que le quedasen hombres suficientes. Entonces cambió de frecuencia y se puso a escuchar.

-   ...Joder, ese hombre es un cabrón -dijo una voz que Jörhk no había oído antes-. Esos explosivos han destrozado las consolas. Ya no tenemos control sobre nada de la torre. Además de Rork y Guilbert, han caído Reeve, MacHeit y Sulivan. Urnno, Maltton y Fherran están heridos.
-   Hay que cazarlo -esa si era la voz de Bartholome, iracunda.
-   Por favor, señor, no tenemos hombres suficientes, no ahora. Creo que lo mejor es que abandonemos el lugar y regresar mañana -volvió a hablar el otro hombre-. Estamos ante un profesional, un mercenario o tal vez un asesino enviado para acabar contigo y tu familia debido a tu importancia en el grupo. Creo que es mejor tomar la entrada del edificio. Si intenta salir alguien lo freímos con nuestras armas.
-   ¿Y si escapa? -inquirió Bartholome.
-   Señor, solo hay esa salida, no tiene forma de huir -negó el hombre, que para Jörhk tenía más raciocinio que su jefe. ese si que hubiese sido un digno enemigo-. Le pediremos al coronel Erwick que nos mande a sus hombres y mañana por la mañana tomaremos a fuego cada apartamento. No podrá escaparse.
-   Sí, mañana erradicaremos a ese mercenario y la chusma colaboradora del edificio. Sí -los asentimientos de Bartholome estaban llenos de una locura y unas ansias de sangre sin límites-. Retira a los hombres. Mañana el triunfo será nuestro.

Jörhk se relajó al ver como los hombres del LSH se marchaban a gritos. Se rió al pensar en lo simples que eran esos hombres. Pues había muchas formas de entrar en un edificio como ese y la suya era otra muy diferente. Cuando todo se quedó en calma, echó un ojo a su reloj y vio que por la hora, en el exterior estaría atardeciendo. Llevaba un día en el barrio Berlín y todo había ido mejor que lo que se esperaba. Y a la madrugada siguiente se iría a toda pastilla.

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