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miércoles, 1 de julio de 2020

El dilema (31)

Estaba decidiendo lo que iba a hacer, cuando se escucharon unos golpes en la puerta de su habitación. Alvho miró un momento al hombre, que apenas se movía. No se había esperado un desenlace peor. Podrían ser otros matones o algún amigo del hombre que estaba en la silla.

-       Silencio, no digas ni una palabra o será la última -aconsejó Alvho, mientras pensaba cual iba a ser su próximo movimiento.
-       Alvho, no me jodas y sal de ese maldito catre, tengo que hablar contigo -se escuchó la potente voz de Tharka al otro lado de la puerta-. No seas un malnacido y ponte en pie, no tengo tiempo para esto. 
-    Vaya, amigo, sigue sin ser tu día de suerte -murmuró Alvho, que levantó la voz-. Estoy despierto y vestido, así que pasa, la puerta está sin llave. Además tengo una sorpresa para ti.

Tharka entró y se quedó mirando a la escena. El hombre sentado, rígido, con la daga colocada en el cuello, con unos ojos que le miraban llenos de miedo. Alvho, que sujetaba la daga con firmeza, estaba colocado tras el respaldo de la silla, sonriendo malévolamente. La cama estaba hecha, lo que indicaba que nadie había dormido ahí.

-       Vaya, Alvho, parece que te gustan las fiestas -ironizó Tharka-. ¿Me dejarás que me una?
-       Siempre me gusta que haya más amigos de mi lado -asintió Alvho-. Este individuo que me esperaba para mandarme al banquete de Ordhin, le venció el sueño y se quedó dentro durmiendo. No es precisamente un profesional, pero ha aceptado un buen oro por el trabajo. Pero lo ha llevado de forma muy chapucera, ¿no crees? Me pregunto si tus hombres pecan de este error.
-       Si hubiera sido uno de los míos, ahora estarías con Ordhin, eso te lo aseguro -indicó Tharka-. ¿Qué quieres hacer con él? Puedo estrujarle hasta que me cuente todo lo que sabe.
-       Ah, mucho me temo que no sabe mucho más de lo que ya me ha contado -negó Alvho-. El que le contrató puede ser alguien que perdió oro y buenos hombres en la arboleda, pero no se ha identificado para este sujeto. Lo que sí puedes hacer es llevártelo y enseñarle lo que les pasa a los que van contra nosotros o contra mí solamente. Sería peligroso que fuese con el cuento a otros y me encontrase a más de un imbécil esperándome, ¿no crees? Además no me gustaría manchar de sangre una habitación de Selvho. 
-    Espera -pidió Tharka, que volvió a abrir la puerta y llamó a alguien que debía esperar en el pasillo. Al momento regresó con otro hombretón-. Kharj encárgate de este idiota y que aprenda que pasa cuando se mete con los nuestros. Sé tan imaginativo como siempre.

El hombre sentado había empalidecido al ver entrar al segundo matón, sudaba copiosamente. Cuando el hombre de Tharka puso la mano sobre su hombro, Alvho retiró la daga y en ese momento el hombre se puso en pie de un salto. Pilló a todos por sorpresa, corrió como un loco y se lanzó por la ventana que destrozó en una nube de madera y cristal.

-       ¡Cazarlo! -gritó Tharka a su hombre, que salió corriendo, mientras Alvho se aproximó al hueco donde había estado la ventana.
-       Está herido -dijo Alvho mirando a la calle, donde los restos de madera y cristal tenían rastros de sangre. El matón ya había huido de allí, lo que quería decir que o había caído bien o era más hábil de lo que él había llegado a suponer-. Bueno qué le vamos a hacer, tendré que andarme con más ojo. Pero habías venido por algo, ¿no?
-       Sí, lo había hecho -asintió Tharka-. Pero ahora puede ser que las cosas se compliquen con ese matón. Me ha visto aquí, mis enemigos sabrán que te nos has unido. Puede que se ponga todo más peligroso.
-       Puede ser -afirmó Alvho que miró la ventana rota-. Pero ahora lo más peligroso va a ser decirle a Selvho que hay que reparar una ventana en su querida posada. Bueno, el oro del matón servirá para ello. 
-    Bajemos a desayunar y te cuento lo que ocurre -indicó Tharka.

Alvho recogió lo que necesitaba de la habitación, pues no sabía exactamente para que Tharka requisiera su presencia. Pero había algo en la forma de apremiarle para que se levantase que detonaba que iba a ser algo importante para lo que se traían entre manos. Ambos hombres salieron de la habitación, recorrieron el pasillo y descendieron al piso inferior. En la posada Alvho tuvo que escuchar los lamentos de Selvho sobre que le estaba destrozando el local y no fue hasta que Alvho le propuso que él le pagaría el arreglo, que le viejo guerrero no dejó de quejarse. Alvho permitió que Selvho indicase el primer precio de la reparación. Para variar, Selvho hizo un cálculo rápido y muy acertado con la realidad así que Alvho se divirtió al ver la mueca de disgusto que puso Selvho cuando este le dio la cantidad de oro que pedía y en la bolsa del que lo sacó había más. La avaricia de Selvho le jugó una mala pasada, notándose en la cara sus emociones.

Una vez que el asunto de la ventana estuvo arreglado, Selvho se dispuso a servirles el desayuno, las sobras de la cena del día anterior, como siempre regada con una cerveza espumosa y bastante agria.
  

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