Estaba decidiendo lo que iba a hacer, cuando se
escucharon unos golpes en la puerta de su habitación. Alvho miró un momento al
hombre, que apenas se movía. No se había esperado un desenlace peor. Podrían
ser otros matones o algún amigo del hombre que estaba en la silla.
-
Silencio, no digas ni una palabra o será la última -aconsejó
Alvho, mientras pensaba cual iba a ser su próximo movimiento.
-
Alvho, no me jodas y sal de ese maldito catre, tengo que hablar
contigo -se escuchó la potente voz de Tharka al otro lado de la puerta-. No
seas un malnacido y ponte en pie, no tengo tiempo para esto.
- Vaya,
amigo, sigue sin ser tu día de suerte -murmuró Alvho, que levantó la voz-.
Estoy despierto y vestido, así que pasa, la puerta está sin llave. Además tengo
una sorpresa para ti.
Tharka entró y se quedó mirando a la escena. El hombre
sentado, rígido, con la daga colocada en el cuello, con unos ojos que le
miraban llenos de miedo. Alvho, que sujetaba la daga con firmeza, estaba
colocado tras el respaldo de la silla, sonriendo malévolamente. La cama estaba
hecha, lo que indicaba que nadie había dormido ahí.
-
Vaya, Alvho, parece que te gustan las fiestas -ironizó Tharka-.
¿Me dejarás que me una?
-
Siempre me gusta que haya más amigos de mi lado -asintió Alvho-.
Este individuo que me esperaba para mandarme al banquete de Ordhin, le venció
el sueño y se quedó dentro durmiendo. No es precisamente un profesional, pero
ha aceptado un buen oro por el trabajo. Pero lo ha llevado de forma muy
chapucera, ¿no crees? Me pregunto si tus hombres pecan de este error.
-
Si hubiera sido uno de los míos, ahora estarías con Ordhin, eso te
lo aseguro -indicó Tharka-. ¿Qué quieres hacer con él? Puedo estrujarle hasta
que me cuente todo lo que sabe.
-
Ah, mucho me temo que no sabe mucho más de lo que ya me ha contado
-negó Alvho-. El que le contrató puede ser alguien que perdió oro y buenos
hombres en la arboleda, pero no se ha identificado para este sujeto. Lo que sí
puedes hacer es llevártelo y enseñarle lo que les pasa a los que van contra
nosotros o contra mí solamente. Sería peligroso que fuese con el cuento a otros
y me encontrase a más de un imbécil esperándome, ¿no crees? Además no me
gustaría manchar de sangre una habitación de Selvho.
- Espera
-pidió Tharka, que volvió a abrir la puerta y llamó a alguien que debía esperar
en el pasillo. Al momento regresó con otro hombretón-. Kharj encárgate de este
idiota y que aprenda que pasa cuando se mete con los nuestros. Sé tan
imaginativo como siempre.
El hombre sentado había empalidecido al ver entrar al
segundo matón, sudaba copiosamente. Cuando el hombre de Tharka puso la mano
sobre su hombro, Alvho retiró la daga y en ese momento el hombre se puso en pie
de un salto. Pilló a todos por sorpresa, corrió como un loco y se lanzó por la
ventana que destrozó en una nube de madera y cristal.
-
¡Cazarlo! -gritó Tharka a su hombre, que salió corriendo, mientras
Alvho se aproximó al hueco donde había estado la ventana.
-
Está herido -dijo Alvho mirando a la calle, donde los restos de
madera y cristal tenían rastros de sangre. El matón ya había huido de allí, lo
que quería decir que o había caído bien o era más hábil de lo que él había
llegado a suponer-. Bueno qué le vamos a hacer, tendré que andarme con más ojo.
Pero habías venido por algo, ¿no?
-
Sí, lo había hecho -asintió Tharka-. Pero ahora puede ser que las
cosas se compliquen con ese matón. Me ha visto aquí, mis enemigos sabrán que te
nos has unido. Puede que se ponga todo más peligroso.
-
Puede ser -afirmó Alvho que miró la ventana rota-. Pero ahora lo
más peligroso va a ser decirle a Selvho que hay que reparar una ventana en su
querida posada. Bueno, el oro del matón servirá para ello.
- Bajemos
a desayunar y te cuento lo que ocurre -indicó Tharka.
Alvho recogió lo que necesitaba de la habitación, pues
no sabía exactamente para que Tharka requisiera su presencia. Pero había algo
en la forma de apremiarle para que se levantase que detonaba que iba a ser algo
importante para lo que se traían entre manos. Ambos hombres salieron de la
habitación, recorrieron el pasillo y descendieron al piso inferior. En la
posada Alvho tuvo que escuchar los lamentos de Selvho sobre que le estaba
destrozando el local y no fue hasta que Alvho le propuso que él le pagaría el arreglo,
que le viejo guerrero no dejó de quejarse. Alvho permitió que Selvho indicase
el primer precio de la reparación. Para variar, Selvho hizo un cálculo rápido y
muy acertado con la realidad así que Alvho se divirtió al ver la mueca de
disgusto que puso Selvho cuando este le dio la cantidad de oro que pedía y en
la bolsa del que lo sacó había más. La avaricia de Selvho le jugó una mala
pasada, notándose en la cara sus emociones.
Una vez que el asunto de la ventana estuvo arreglado,
Selvho se dispuso a servirles el desayuno, las sobras de la cena del día
anterior, como siempre regada con una cerveza espumosa y bastante agria.
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