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martes, 28 de julio de 2020

El dilema (35)

Para hacer tiempo y no poner demasiado en peligro a Selvho y Lhianne estuvo andando por la zona. No abandonó el área norte de las barriadas, para no dejar el territorio de Tharka. Comió en una taberna que le era totalmente desconocida y regresó a la posada, ya que pronto llegaría Tharka para llevarle hasta donde iba a ser la reunión de los jefes de clanes. Se encontró primero con Selvho, que parecía ligeramente asustado.

-    Por fin te encuentro -dijo como saludo Selvho-. Tharka pregunta por ti y no le gusta que le hagan esperar. Está en la taberna.

-   Voy para allá -indicó Alvho.

-   Mejor que te des prisa, a Tharka no se le puede hacer esperar.

En lo último dicho por Selvho había mucho de advertencia. Lo dijo con un tono de una persona realmente preocupada por otra. Pero Alvho no lo tomó muy en serio, pues dudaba que pudiera estar demasiado en los pensamientos del viejo guerrero.

-   Hombre, por fin apareces! -escuchó Alvho el vozarrón de Tharka-. Un poco más y me voy sin ti.

-   He tenido un mal encontronazo y estaba haciendo tiempo para que mis malos conocidos no te importunasen -respondió Alvho, como si no hubiese pasado nada.

-   ¡Hum! un mal encontronazo contigo suele ir relacionado con un par de cuerpos en lugares insospechados -se burló Tharka-. ¿Quieres que mis chicos los hagan desaparecer?

-   No te preocupes, esta vez no ha habido que hacer correr sangre -quitó hierro al asunto Alvho-. Creo que me querías llevar a algún lugar.

-   Sí, sí -asintió dubitativo Tharka-. Y como sigamos hablando llegaremos tarde. Vamos.

Tharka que había permanecido flexionado sobre la barra de la taberna, dejó la jarra de cerveza a medio terminar y se puso recto. Dos hombres que habían intentado hacerse parecer por dos parroquianos se movieron con prisas cuando Tharka se puso en marcha. Eran demasiado obvios como para pensar que alguno de ellos eran lo que querían aparentar. Alvho pensó que tal vez debería enseñar algunas cosas para pasar desapercibidos a los matones de Tharka.

El camino que Tharka empezó a recorrer les fue llevando hacia las puertas de la ciudad. Por un momento a Alvho se le pasó por la cabeza que las reuniones de los jefes de clanes se hacía dentro de las murallas de Thymok, pero eso tenía el problema de que si un día los señores de las Montañas se hartaban del poder de los clanes criminales de las barriadas, los podían cazar a todos juntos y eliminarlo a todos juntos. pero al final, Alvho respiró más tranquilo, ya que su destino fue una casucha cerca a las puertas. Tharka tuvo que golpear la puerta, para que tras susurrar una clave, les abrieran la puerta. Una mujer, que iba toda vestida de blanco les guió hasta unas escaleras que se hundían en el suelo. Tras recorrer un buen número de escalones, lo que a Alvho le pareció que se introducían en el infierno, otra mujer de blanco abrió una puerta que parecía proteger.

Tras las láminas, un gran salón, donde había muchos hombres y mujeres, pero ninguno se parecía a las descripciones de los líderes de los clanes que le había hecho Tharka. Por lo que supuso que estaban en una antesala, donde se quedarían los escoltas de todas las facciones, bebiendo y divirtiéndose. Alvho observó como Tharka estuvo discutiendo con su guía y sin duda era por su presencia. La mujer aseguraba que no era habitual su petición de entrar acompañado por un subalterno a la reunión, aunque no ilegal. Por lo visto Tharka se había empollado las normas de las reuniones de clanes o tal vez había sido Ulmay quien lo había hecho.

Al final, la mujer los guió hasta una puerta que estaba oculta tras un tapiz de grandes dimensiones. Un par de mujeres lo levantaron con unas varas de hierro y los dos hombres pudieron cruzar la puerta, que se cerró tras ellos. Al otro lado había una gran mesa y los líderes de los clanes les miraban con una mezcla de impaciencia, sorpresa e interés. Pero todos los ojos de los presentes estaban quietos en los de Alvho, que no se había acobardado ni un ápice ante los tan peligrosos individuos ante los que estaba.

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