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martes, 21 de julio de 2020

El mercenario (35)

Los rostros de todos aquellos que habían muerto o había matado él directamente se aparecían en su mente, mientras intentaba dormir o tal vez lo había conseguido y esas personas eran parte de sus sueños. Fantasmas de un pasado lejano y de un presente más cercano. Las muertes en las guerras que había llevado eran una pesada carga para los momentos de descanso de Jörhk y por ello siempre los mitigaba con grandes cantidades de alcohol. Pero en una misión no podía beber, pues debía estar alerta y por ello, tenía que sufrir.

Entonces sus ojos se abrieron de sopetón, pues había notado un rumor de aire y luego una presión sobre su cintura. Sus ojos se tuvieron que adaptar a la penumbra que reinaba en la habitación. Solo la luz de los neones del exterior del edificio iluminaban ligeramente el salón. Sobre su cintura estaba sentada Diane. Vestía una bata de gasa algo transparente. La llevaba abierta. Los ojos de Jörhk podían ver la piel de Diane, sus pechos, sus curvas ligeramente infantiles, pero agradables a la vista. No llevaba ropa interior y podía ver todos sus encantos adolescentes. La piel estaba sudorosa, marcada por las cicatrices del pasado y perlada de gotas brillantes. Sus ojos estaban fijos en los suyos pero se notaba un toque de temor.

Poco a poco, Jörhk se fue dando cuenta de la situación. Su mano izquierda tenía agarrado el cuello de Diane y en la derecha, asía con fuerza su cuchillo, cuyo filo estaba rozando la piel de Diane. Apagó el filo láser y colocó el cuchillo sobre la mesa. Sus movimientos eran lentos, como si se lo estuviera pensando. Cuando hubo dejado el arma, soltó el agarre del cuello de la muchacha. Aun con la poca luz pudo ver cómo había dejado sus dedos marcados en la piel del cuello de Diane.

Al librarse de la mano de Jörhk, Diane se dejó caer, posando su cuerpo sobre el del viejo soldado, clavándose botones, tiras de cuero y todo lo que llevaba el hombre sobre su pecho. Pero no pareció quejarse, sino que acercó su rostro y besó en los labios a Jörhk, que seguía impávido. La lengua de Diane intentó superar los labios del hombre pero estos no se movieron, ni con ninguna de las caricias que había aprendido con los años en el tugurio que había sido su escuela y vivienda. No llevaba ni unos minutos sobre Jörhk, cuando notó las manos de este en sus hombros. Creyó que iba a quitarle la bata, pero se vio levantada, sus labios se alejaron de los de Jörhk, que sacó su lengua y se la pasó por sus labios.

-   ¿Qué crees que estás haciendo? -preguntó Jörhk, serio, con un rostro falto de sentimientos.
-   Agradecerte todo lo que estás haciendo por nosotras… por mi.
-   Creo que estas malinterpretando las cosas, Diane -indicó Jörhk-. Y tapate, vas a coger frío.
-   Yo creía que tú… -murmuró Diane, poniéndose colorada, bueno lo que le permitía su tono de piel-. Yo… yo sentía que…
-   No sé lo que sentías o creías sentir, pero lo que buscas no va a pasar -le cortó Jörhk que ya se temía cuales eran los supuestos sentimientos que parecía tener Diane hacia él. Lo había visto en muchas ocasiones en la guerra. Las personas a las que salvaban, por miedo a ser abandonadas y quedarse de nuevo solas y en la miseria se intentaban juntar a los soldados, de todas formas que conocían-. No te voy a dejar, no hasta que te saque de aquí.
-   ¿Y después? -inquirió angustiada y temerosa Diane-. No me puedes dejar, no puedes abandonarme. Yo no lo soportaré, me moriré. Te juro que si te vas sin mi me mataré.
-   No digas cosas que no vas a hacer -le reprendió Jörhk-. Cuando esto pase ya veremos lo que hacer. De todas formas tengo amigos, buenas personas que se podrían hacer cargo de ti y…
-   No -exclamó Diane, con lágrimas en los ojos e intentó sacudirse de las manos de Jörhk para tomar el cuchillo que había dejado sobre la mesa-. No me volverán a dejar.
-   Ya basta -ordenó Jörhk, que al ver que Diane no dejaba de zarandear su cuerpo, le propinó un bofetón.

Diane se detuvo por el golpe que no esperaba. Los ojos llorosos de la muchacha se cruzaron con los de Jörhk. Este suspiró, cerró como pudo la bata y tiró de Diane hasta hacer que volviera a tumbarse sobre él. Tomó del suelo el abrigo que Diane le había quitado y tapó a los dos cuerpos con él. Con la calidez del cuerpo de Diane sobre el suyo y el abrigo, decidió que se podía dormir mejor. Le susurró a Diane que por ahora solo quería dormir y que mañana tendrían que levantarse pronto. Diane dejó de llorar y asintió. no intentó volver a besarle, pues tener el cuerpo del hombre pegado al suyo le bastaba. Se durmió esperando que Jörhk se quedase con ella por siempre.

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