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sábado, 18 de julio de 2020

El conde de Lhimoner (59)

Cuando consiguieron llegar hasta una de las barriadas cercanas a La Sobhora, pero no en ese barrio, donde esperaban Shiahl y su escuadra, este informó que tenía el lugar vigilado y no le había parecido que el sujeto hubiera entrado en la casa de pisos, ni que hubiera salido.

-   El capataz del matadero del Clavo Rojo, Rhiahl, nuestro hombre se llama Dhasvel y era un buen trabajador -informó Shiahl, señalando a una casa de piedra rojiza y cuatro alturas-. Tiene alquilado un piso cochambroso en ese edificio rojizo. Un par de habitaciones. Rhiahl asegura que Dhasvel no faltaba nunca a su trabajo, era eficiente y poco hablador. No recuerda que se fuera con otros compañeros del turno a tomar nada. También es un hombre fuerte y de más de cuarenta años.
-   Bien hecho, Shiahl, vamos a desplegar a los hombres -afirmó Beldek-. No quiero que el pichón se escape. Recordad que es un hombre peligroso y que seguramente él ha matado con sus propias manos a todas las víctimas. A parte del juguetito para el cuello, no dudo que esté armado con algo más cortante. Shiahl, encárgate de todo. Fhahl conmigo y con el capitán Ahlssei. Cuando esté todo listo, manda un mensajero.
-   Sí, señor -se limitó a responder Shiahl, taconeando al suelo.

Shiahl se alejó llevándose a la mayoría de los soldados con él. La gente del barrio observaba cómo los soldados se iban desperdigado por la zona, sabían que algo se traían entre manos y que iba a haber un poco de espectáculo. Era una barriada de clase pobre, pero por lo menos no era La Sobhora, ya que allí no se habían acercado aún los representantes de la población como se hacían llamar los miembros de las bandas criminales que dirigían el barrio. Aquí, las madres se llevaban a sus hijos de las calles y poco a poco los comercios y talleres se empezaron a detener su actividad.

Cuando el cerco al edificio de piedra rojiza se cerró, un mensajero le avisó a Beldek que el sargento Shiahl le esperaba ante el portal de este. Fhahl, junto a Beldek, Ahlssei y dos soldados se encaminaron a encontrarse con Shiahl y otros cuatro hombres. Beldek le hizo una seña a Shiahl que dio un gruñido y entró a la carrera con sus cuatro acompañantes. Desde abajo Beldek pudo escuchar los pisotones de las botas de los soldados, al subir los escalones con prisa. Al poco se oyeron los golpes de Shiahl y sus gritos en la puerta de la habitación de este. Como parecía que no respondían a las llamadas del sargento se procedió a tirar abajo la puerta, así que los estruendos de los golpes de los de arriba se notaban claramente abajo, hasta que esta cedió.

No pasó mucho hasta que Shiahl bajo de nuevo hasta el portal, su cara era seria y Beldek ya supuso lo que iba a pasar.

-   El sospechoso no se encuentra en la vivienda, coronel -informó por fin Shiahl.
-   Revise el perímetro y pregunte a los hombres si han visto al sospechoso -ordenó Beldek-. Shiahl estaré arriba.
-   Sí, señor -asintió Shiahl, marchándose a la carrera.
-   Ustedes dos quédense en el portal -Beldek se dirigió a los dos soldados que les acompañaban-. Nadie puede entrar o salir, a excepción de nosotros. Si hay algún problema, que se me avise. Fhahl, Alhessei, síganme por favor.
-   ¿Cómo es posible que se haya escapado? -preguntó Ahlssei mientras subían las escaleras.
-   Yo creo que lleva tiempo sin pasar por aquí -indicó Beldek-. Ese hombre a parte de un vil asesino es muy precavido. Estoy seguro que ya se ha movido de lugar desde que decidió eliminar a Yhurino. Lo cual nos lleva a un nuevo punto muerto.
-   Creo que habrá que hablar seriamente con el padre Ghahl -añadió Ahlssei.
-   Capitán ya le he dicho que por ese camino no vamos a llegar a nada -comentó Beldek-. El padre Ghahl no sabe nada más de lo que ya nos ha revelado. No va a saber ni una palabra más. Aunque usted use con él sus métodos, no hablará. Preferirá el martirio.
-   No puede estar tan seguro de ello -se quejó Ahlssei.

Pero Beldek no respondió porque estaban ante la puerta que sus hombres habían reventado. Los cuatro soldados que habían acompañado a Shiahl le esperaban en el rellano. Beldek entró el primero y fue observando la vivienda. Era un lugar sencillo y pobre. Solo tenía dos habitaciones, ninguna demasiado grande. Había visto habitaciones en burdeles más grandes que ese lugar. Aún por la sencillez, el lugar estaba limpio y ordenado, con el escaso mobiliario bien cuidado. Tenía una cama hecha, un armario vacío, una cómoda igual que el armario, lo que indicaba que ya no vivía nadie ahí, aunque Beldek suponía que su enemigo no había tenido nunca demasiada ropa. Dio orden de rebuscar por toda la vivienda, pero a cada momento que pasaba quedaba claro que allí no había absolutamente nada.

Al mover el armario, apareció una hoja detrás del mueble. Ahlssei la tomó y se la llevó a Beldek. Este la cogió y la leyó. Eran frases escritas por alguien con buena letra, pero que denotaban que la persona estaba loca o algo parecido. En la hoja había deseos de muerte y venganza contra el sumo sacerdote Oljhal y dejaban claro que el asesino no vería consumado su trabajo hasta que el sumo sacerdote estuviese muerto. No le iba a servir solo la destitución de Oljhal al frente de la Iglesia.

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