Seguidores

sábado, 1 de agosto de 2020

Ascenso (38)

Ofthar había ordenado colocar el estandarte de los de los Mares en las almenas, junto con el de Thabba. Representaba a un Kharkein, el terrorífico monstruo de las profundidades, que tenía diez brazos, dos de ellos terminados en inmensos garfios, capaces de destrozar barcos enteros. A su vez, carecía de cuerpo, de su gran cabeza nacían los brazos directamente. En el centro de su cabeza había una boca circular repleta de dientes.

Estuvo atento a como sus hombres se hacían con las cabezas de los enemigos, que iban introduciendo en un gran saco. Los arqueros, fueron dejando las almenas y todo quedó en la quietud habitual. Los cuerpos fueron desnudados y sus posesiones llevadas a la armería de la torre, como había ordenado Ofthar. No se quedaron ni una sola moneda de oro que llevaban encima, pues Ofthar había prohibido la rapiña, por ahora. Cuando llegase la batalla real, todos tendrían un rato para hacerse un poco más ricos. Pero solo los guerreros tenían esa opción, pues los arqueros del thyr no eran hombres libres, sino siervos y como tal no podían tener más posesiones que su propia vida. Los cuerpos desnudos comenzaron a sacarlos de la fortaleza y a llevarlos a un campo apartado, donde los siervos de la aldea ya habían comenzado a abrir una zanja para ellos.

Al líder se lo habían llevado a la antigua alcoba de Thabba, que antaño fue la habitación de Elthero, pero que ahora habría que orear a conciencia para eliminar la peste que había dejado atrás el therk. Le habían sacado las flechas, ya que tenía dos en la espalda, una en el costado, una en un brazo y otra en el muslo de la pierna derecha. El galeno se había empleado a gusto y le había curado lo mejor que había podido. Cuando había hablado con Ofthar, que esperaba en el pasillo, el galeno le había informado que el prisionero estaba despierto y parecía en buen estado, pero las siguientes horas eran determinantes. Si Ordhin le requería, él poco podría hacer. Ofthar aceptó las palabras del médico y entró en la habitación seguido de Rhennast.

-   Espero que el olor no sea un problema -dijo Ofthar según entró en la alcoba-. El therk Thabba perdura con el tiempo. Hemos aireado esta habitación, pero sigue oliendo al therk.
-   ¿Por qué me has curado? -inquirió el hombre, con ira.
-   Los hombres valerosos siempre son útiles -señaló Ofthar, sonriendo-. Se me tiene por un hombre piadoso.
-   A mi me pareces más un individuo ladino -espetó el hombre-. Esperas que sobreviva para que te informe sobre nuestro ejército. Pues te puedes volver al reino de Bheler, del que nunca deberías haber salido. ¡Aauuuggghhh!
-   Deberías tener más respeto, amigo -advirtió Rhennast, tras golpear al hombre con la vaina de su espada sobre uno de los vendajes-. Recuerda que estás ante el señor de los Ríos, Llanuras y Prados.
-   Rhennast, por favor, no golpees a nuestro invitado, al…, el... , ahora que lo pienso no te has llegado a presentar, ¿verdad? -regañó Ofthar a Rhennast-. Sería muy cortes que me dijeras tu nombre, cuando yo ya me he presentado, ¿no crees?
-   Me llaman capitán Thelveer, hijo de Theke, líder de los Kharkein -se presentó el hombre, que se tocaba en donde le había golpeado Rhennast, esperando que no hubiera roto los puntos que le había cosido el galeno con paciencia.

Ofthar ahora entendía el porqué de la elección de la bestia demoníaca como estandarte. Era un patrón o capitán de un grupo de barcos. Por lo que sabía en el señorío de los Mares era habitual que los tharn en realidad fueran los líderes de cuadrillas de marineros guerreros, que se dedicaban a asaltar las tierras de otros señoríos o de los reinos norteños, para hacerse con oro, siervos y otras riquezas. El señor de los Mares impulsaba este tipo de acciones, ya que se llevaba una tajada de las riquezas que estos obtenían. Lo más seguro es que la mayoría de la flota de barcos que habían llegado en apoyo del señor de los pantanos serían estos capitanes con ganas de ganar oro para ellos y en parte para su señor. Aunque no todos podían ser estos corsarios, debía haber alguno que fuera parte del ejército regular del señorío.

Thelveer se removió sobre las sábanas. Olía el tufo que había en la habitación, pero desconocía de qué punto venía exactamente. Tal vez desde algún lugar bajo la cama, aunque no podía moverse mucho sobre el lecho, pues le tiraba casi toda la piel de su cuerpo, debido al trabajo del galeno que le había curado, aunque lo más seguro que no le hubiese salvado. Miraba a Ofthar, que le observaba en silencio. Sabía que estaba estudiándolo. Pero si pensaba que le iba a sacar información sobre la flota estaba muy equivocado y daba lo mismo lo que le golpease el otro hombre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario