Beldek
y el hombre se miraban a los ojos cada poco rato, estudiándose con
cada gesto. Beldek suspiró y desenvainó su espada, apuntando con
ella al hombre.
- Supongo
que tendrás un nombre real, no el que le diste a Yhurino, que sin
duda, como él pensaba tenía que ser falso -indicó Beldek-.
Supongo que ahora ya no te importara revelarlo, ¿verdad?
- Me
llamo… bueno me llamaba Haltahl de Theahl -dudó en presentarse el
hombre-. Como supongo en ese tiempo era un buen sacerdote, que
seguía los dogmas de un gran sumo sacerdote, pero que el miserable
Oljhal eliminó de forma vil. Como siempre fue Oljhal, un bobo.
- Bueno
Haltahl, eso no te da derecho a matar a gente inocente porque sí
-regañó Beldek-. Ahora solo queda que sueltes tu juguetito y te
dejes detener por mis hombres. Me gustaría que hablases con los
cadíes. Es hora de que el miedo y la frustración que has provocado
con tus acciones se los lleve el viento.
- ¿Qué
me pasará?
- Pues
lo que les pasa a las personas como tú, Haltahl, unos días de
cárcel y después tu cabeza será exhibida ante la plebe, para que
todos consideren que se ha hecho justicia y ha vuelto la paz
-respondió con ironía Beldek-. Así que se bueno y deja ya de
molestar.
- ¿Y
si no quiero?
- Sabes
bien que esa opción no es posible -señaló Beldek, sonriente.
- Siempre
hay opciones en la vida -aseguró Haltahl, dejando caer el pequeño
arma que llevaba en la mano y quitándose la capa. Bajo esta tenía
una espada que rápidamente desenvainó.
Los
siguientes segundos parecieron pasar a cámara lenta. Ahlssei,
también desenvainaba su espada y se aproximaba a donde estaba
Beldek, para protegerlo, pues pensaba que el objetivo del criminal
era Beldek. Pero este cambió de improviso de rumbo, dirigiéndose
hacía donde estaba Oljhal. Ahlssei y los guardias se lanzaron contra
él, mientras Beldek gritaba que lo quería vivo. Debía presentarse
ante los cadíes.
Haltahl
lanzaba estocadas con su arma para evitar que los guardias le
pudiesen detener antes de acabara con su obra. Beldek pudo ver cómo
hería a algunos de sus hombres, pero al final, un soldado le puso la
zancadilla y Haltahl se cayó de bruces con estrépito. Fhahl le
desarmó y otros soldados le ataron de pies y manos. Beldek se acercó
y comprobó que estaba bien atado. Se acercó a su oído.
- Ha
sido un enemigo formidable, pero la justicia la defiendo yo, y no se
hace con violencia -murmuró Beldek, tras lo que se puso de pie-.
Llevaos a este hombre, encadenadle y exhibidle como por lo que es,
un miserable asesino. Llevadle primero ante el general y luego al
palacio de los cadíes, pues nuestra ley le permite defender su
persona.
- Mi
señor, mi señor -le llamó Fhahl, mientras los soldados se
llevaron en volandas a Haltahl.
Al
acercarse a donde estaba Fhahl descubrió el cuerpo de Shiahl, sobre
un charco de sangre, con el cuello rajado. Una de las estocadas al
azar de Haltahl había sido letal. El azar era siempre imposible de
predecir y esta vez se había reído por última vez de Beldek. La
muerte de Shiahl era algo que no había podido prever y le había
dolido con ganas, ya que el sargento era uno de sus mejores hombres.
Se le iba a echar de menos.
- Encargate
de que sea llevado a la ciudadela con todos los honores, Fhahl
-ordenó Beldek con seriedad.
- Siento
lo del sargento Shiahl era un gran soldado -indicó Ahlssei.
- Debería
haber previsto que intentaría atacar a Oljhal -dijo Beldek,
observando como Fhahl y otros hombres levantaban con cuidado el
cuerpo de Shiahl y se lo llevaban. Oljhal aún estaba allí donde se
había situado, pero tenía la cabeza agachada, mientras murmuraba
unos rezos.
- Supongo
que me tengo que ir a informar a Thimort y al emperador que vuestro
plan ha salido como te esperabas -comentó Ahlssei.
- Creo
que sí, yo en cambio ya es hora que me deje caer por mi casa, estoy
cansado.
Ahlssei
y Beldek se marcharon de allí, bajó la mirada de triste de Oljhal,
que a Beldek realmente le importaba poco lo que le pasase en
adelante. Se separó de Ahlssei cuando este tomó el camino hacía el
palacio. Cuando le observó alejarse estuvo seguro que ya no le
volvería a ver más. Thimort tendría un nuevo trabajo para ese
joven, posiblemente lejos de la capital.
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