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martes, 4 de agosto de 2020

El mercenario (37)

Ulvinnar y Diane señalaron a la azotea, que para ellas estaba totalmente vacía. Ulvinnar que había hecho su esfuerzo para confiar en Jörhk porque se lo había pedido Diane, ahora resultaba ser un mentiroso o un loco. No tenían escapatoria ante el LSH.

-   ¡Aquí no hay nada! -exclamó Diane, antes que su amiga.
-   Te equivocas -negó Jörhk activando un mando que sacó de uno de sus bolsillos. Ante el total asombro de las chicas se abrió una compuerta, dejando ver el interior de una lanzadera de ciertas dimensiones.
-   ¡Oh, un dispositivo de camuflaje óptico! -dijo el profesor Trebellor, por primera vez animado. Tal vez los elementos tecnológicos le motivaban tanto como las sobrinitas-. Nunca había visto uno puesto a una lanzadera planetaria. Debe ser muy útil para moverse por lugares sin ser visto.
-   Ni que lo diga -asintió Jörhk, dando un golpecito al casco-. Venga, todos para dentro. No hay tiempo que perder.

Las shirats y Diane entraron con cierta reserva, en cambio, Trebellor se subió como encantado, mirando todo lo que podía, muy satisfecho. de vez en cuando lanzaba un gruñido de aprobación, sobre todo al ver las mejoras que había hecho Jörhk. Cuando cruzó la compuerta Jörhk, la cerró desde el interior.

-   Sentaos y apretaos los cinturones de seguridad -ordenó Jörhk-. El viaje puede ser movidito. Diane ven conmigo y siéntate a mi lado.
-   Sí, señor -asintió Diane.

Diane se sentó en el asiento junto al de Jörhk. Él comenzó a activar botones y a mirar pantallas, mientras Diane observaba todo con cara extasiada. Realmente no sabía lo que estaba haciendo pero le gustaba ver cómo se encendían las lucecitas o cambiaba lo que aparecía en las pantallas. La nave comenzó a vibrar y las dos shirats se agarraron las manos, temerosas de lo que pudiese pasar.

Se empezó a levantar la nave, cuando se escuchó un ruido potente. Jörhk miró hacía arriba y vio pasar un caza pesado de la milicia, que no se percató de su presencia y empezó a descender hacia la plaza, donde estaba la entrada del edificio.

-   ¿Qué era eso? -preguntó a gritos Ulvinnar, pues los motores iban ganando potencia y la lanzadera iba ascendiendo poco a poco.
-   Un juguetito de los militares -murmuró Jörhk, pero como estaba seguro que Ulvinnar no lo había escuchado, gritó-. Nada que nos pueda preocupar.
-   Yo hubiera jurado que era otra nave -indicó Diane, con voz baja, ya que no quería que Ulvinnar se enterase.
-   Niña lista -asintió Jörhk que estaba haciendo girar la lanzadera, para poder enfrentarse de cara al caza, porque creía que sabía lo que iba a pasar. Habían mandado el caza para destrozar el cierre de seguridad. La milicia debía estar muy controlada para que nadie se pudiera quejar por usar armamento pesado en un barrio residencial. Las cosas estaban cada vez peor-. Pero no va a ser un problema.

Gracias al ruido de los motores, los pasajeros no se percataron de las vibraciones de la torre. El caza debía haber usado sus láseres únicamente para destrozar las persianas metálicas de seguridad. Pero por el humo que ascendía por la cara frontal del edificio, debía estar usando toda su potencia de fuego para ello. Pero estaba seguro que ya estaba ascendiendo de nuevo. Jörhk le esperaba con la mano en el disparador. La lanzadera llevaba un pequeño cañón, que no podía hacer mucho a larga distancia pero a quemarropa la cosa era diferente.

Entre el humo apareció la forma del caza de la milicia y por un momento, Jörhk observó la cara satisfecha del piloto, que cambió al momento a la de sorpresa cuando algo frente a él, pero que no conseguía distinguir del todo, pues el camuflaje se perdía con cada disparo. Pero el piloto, al intentar hacer una maniobra para librarse del fuego, golpeó con el ala en la pared del edificio, fracturándose primero y por la tensión de mantenerse en el aire, se rompió. El caza se precipitó hacia la plaza envuelto en fuego y dando vueltas sobre sí mismo.

Jörhk no se quedó a ver lo que había provocado, sino que se fue volando de allí, en dirección a los límites del barrio. Esta vez había elegido salir por el área que lindaba con una manzana industrial. Por allí, podría camuflarse mejor que cuando entró al barrio. Aun así tendría que cruzar las defensas y las temibles baterías de misiles. Pero lo bueno es que se había librado de los cazas y si había más irían a saber lo que había pasado con su compañero. Que al caer con un poco de suerte habría provocado muertes entre los hombres del LSH y la milicia.

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