Ofthar había comido algo ligero y ahora se paseaba por la fortaleza. Todos los hombres estaban trabajando a contrarreloj. Unos preparaban sus equipos, otros hacían instrucción. Los arqueros mejoraban su puntería contra unas dianas que habían creado con los petos de los hombres de los mares, donde se veía su estandarte. Orot dirigía la instrucción de un grupo de guerreros, mientras que otros de sus amigos hacían lo mismo con arqueros y otros soldados. Rhennast los había puesto a mandar secciones, para hacer más eficiente la defensa.
De las forjas llegaban los sonidos del golpear del acero, así como los chirridos de la fricción de las piedras de afilar al hacer su trabajo. Había siervos moviendo haces de flechas, llevándolas a las murallas, para que los arqueros las tuvieran listas. Otros trasladaban suministros, agua y trozos de cuero, para todas las necesidades que pudiera tener una fortaleza bajo ataque.
Sus pasos le llevaron de la fortaleza a la aldea, donde los siervos estaban preparando las casuchas para la defensa. Cerca del muelle descubrió a Elther con un buen número de hombres preparando tarros de cerámica, en la que echaban la brea, le colocaban una mecha y lo tapaban con una tela agujereada. Una vez terminadas las iban llevando a los barcos, que habían vaciado de las cosas innecesarias. Un par de siervos iban mostrando a los timoneles cuales eran los pasos mejores, en un mapa.
Ofthar buscaba a Mhista, pero no parecía estar por ahí cerca. Siguió su paseo entre las casas de la aldea, cuando de una de ellas vio salir a Maynn. No llevaba nada en las manos, por lo que no sabía que había estado haciendo en la casa. Iba a llamarla, cuando se lo pensó mejor y algo le hizo quedarse allí parado. Supuso que era una corazonada y las suyas siempre se cumplían. No había pasado ni media hora cuando apareció Mhista. Ofthar blasfemó en sus adentros.
Ofthar se quedó viendo cómo se dirigía hacia el muelle. Cuando desapareció en una esquina, él regresó hacia la fortaleza. En las puertas, llamó a uno de los hombres. Le ordenó que buscarán a Maynn y que lo enviaran ante su presencia, en su sala de audiencias. Tenía que ultimar una serie de asuntos para llevar a cabo su trampa. Siguió su camino a la torre, pensativo, sin hacer mucho caso a los hombres que le saludaban o se le acercaban para enseñarle alguna cosa que habían encontrado o perfeccionado. Ofthar les devolvía un saludo simple y vacío, pues su mente no estaba para ellos. Si alguno intuyó algo de descortesía en sus gestos, no se lo tuvieron en cuenta, pues al final, él debía mantenerlos con vida y se lo tomaba muy en serio.
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