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sábado, 22 de agosto de 2020

Ascenso (41)

Ofthar había comido algo ligero y ahora se paseaba por la fortaleza. Todos los hombres estaban trabajando a contrarreloj. Unos preparaban sus equipos, otros hacían instrucción. Los arqueros mejoraban su puntería contra unas dianas que habían creado con los petos de los hombres de los mares, donde se veía su estandarte. Orot dirigía la instrucción de un grupo de guerreros, mientras que otros de sus amigos hacían lo mismo con arqueros y otros soldados. Rhennast los había puesto a mandar secciones, para hacer más eficiente la defensa.

De las forjas llegaban los sonidos del golpear del acero, así como los chirridos de la fricción de las piedras de afilar al hacer su trabajo. Había siervos moviendo haces de flechas, llevándolas a las murallas, para que los arqueros las tuvieran listas. Otros trasladaban suministros, agua y trozos de cuero, para todas las necesidades que pudiera tener una fortaleza bajo ataque.

Sus pasos le llevaron de la fortaleza a la aldea, donde los siervos estaban preparando las casuchas para la defensa. Cerca del muelle descubrió a Elther con un buen número de hombres preparando tarros de cerámica, en la que echaban la brea, le colocaban una mecha y lo tapaban con una tela agujereada. Una vez terminadas las iban llevando a los barcos, que habían vaciado de las cosas innecesarias. Un par de siervos iban mostrando a los timoneles cuales eran los pasos mejores, en un mapa.

Ofthar buscaba a Mhista, pero no parecía estar por ahí cerca. Siguió su paseo entre las casas de la aldea, cuando de una de ellas vio salir a Maynn. No llevaba nada en las manos, por lo que no sabía que había estado haciendo en la casa. Iba a llamarla, cuando se lo pensó mejor y algo le hizo quedarse allí parado. Supuso que era una corazonada y las suyas siempre se cumplían. No había pasado ni media hora cuando apareció Mhista. Ofthar blasfemó en sus adentros.

-   ¡Mhista! -gritó Ofthar saliendo de las sombras del callejón donde había estado-. Tengo que hablar contigo.
-   Yo también -dijo huraño Mhista, lo que molestó a Ofthar.
-   Esto no puede seguir así, amigo -comenzó a decir Ofthar-. Los hombres empiezan a hablar de tu relación con Maynn. Sabes de lo que habló. Tú mismo lo has hecho en el pasado. Y eres mi senescal, mi campeón.
-   De eso quiero hablarte, quiero dejar el cargo -murmuró Mhista, temeroso de la reacción de Ofthar, y parecía haber acertado-. Ya no creo que sea el idóneo para este puesto y…
-   ¡Has perdido el juicio! -bramó Ofthar, fuera de sí-. No ves la realidad, si te quito ahora de senescal los hombres pensaran que es por lo que ellos ya creen. Que te acuestas con muchachos jóvenes. O prefieres que se sepa que Maynn es una mujer y tú un sacrílego. Estas encoñado con esa mujer, pero no ves que te lleva a un final desastroso. No lo voy a permitir. He esperado en vano, pero ya es hora de que te cases. Cuando regresemos a Bhlonnor vas a casarte.
-   ¡No! -gritó a su vez Mhista, como notariado por las palabras de Ofthar-. ¡Yo la amo! Tú no eres quien para imponer tus designios. No te creas que voy a permitirlo…
-   ¿Te estás enfrentando a mi, a tu señor? -preguntó incrédulo Ofthar, que no se esperaba la reacción de Mhista.
-   Yo, yo… No, no quiero enfrentarme a ti -reflexionó Mhista, pero Ofthar veía que había mucha confusión en su rostro. Estaba seguro que su mente estaba haciendo comparaciones sobre que era el mejor camino seguir. Se quedaba con Ofthar o se iba con Maynn.
-   No decidas aún nada, espera a que terminemos esta guerra y ya podremos llegar a algo satisfactorio -pidió Ofthar intentando apaciguar las aguas-. Tú tienes una incursión mañana a primera hora. Para que ganemos necesito que neutralices esa flota. Si consiguen sacar algún barco de allí, podrían hacer cambiar el curso de esta guerra. Te necesito descansado y mentalizado. Por favor, no más reuniones secretas con Maynn. Hasta las casuchas tienen oídos.
-   Está bien -claudicó Mhista, visiblemente más calmado.

Ofthar se quedó viendo cómo se dirigía hacia el muelle. Cuando desapareció en una esquina, él regresó hacia la fortaleza. En las puertas, llamó a uno de los hombres. Le ordenó que buscarán a Maynn y que lo enviaran ante su presencia, en su sala de audiencias. Tenía que ultimar una serie de asuntos para llevar a cabo su trampa. Siguió su camino a la torre, pensativo, sin hacer mucho caso a los hombres que le saludaban o se le acercaban para enseñarle alguna cosa que habían encontrado o perfeccionado. Ofthar les devolvía un saludo simple y vacío, pues su mente no estaba para ellos. Si alguno intuyó algo de descortesía en sus gestos, no se lo tuvieron en cuenta, pues al final, él debía mantenerlos con vida y se lo tomaba muy en serio.

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