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sábado, 15 de agosto de 2020

Ascenso (40)

Antes de explicarles el plan, Ofthar desenrolló un pliego de papel, en el que había dibujado el mapa de la zona. Se distinguía la fortaleza, la aldea, la cala que hacía de puerto, los brazos cercanos del pantano y parte de las tierras de los prados colindantes. El que había dibujado ese mapa se había empleado a fondo, marcando la mayoría de las zonas más relevantes que había creído que eran necesarias. Todos lo observaron con detenimiento.

-   Como ya habéis visto, en este recodo del pantano ha fondeado la flota enemiga -Ofthar puso su dedo en el punto exacto del mapa, donde aparecía dibujado el perímetro de una aldea-. Me pareció que llegaron entre cuarenta y cincuenta barcos, todos de mayor largura que los dos que tenemos en la aldea. Por ello, he calculado que han llegado entre dos mil a dos mil quinientos guerreros, aunque algunos pueden ser arqueros solamente -al decir las cifras, los rostros de todos empalidecieron, a excepción de Orot y Maynn-. Y son guerreros, hombres de armas libres, no hombres libres llamados a la guerra. Otros son mercenarios. Son un problema importante para nosotros. Nuestro ejército tiene ahora mismo más hombres libres armados que guerreros en sí. Nuestro número es mayor, sí, pero fallamos en la calidad.
-   Pero lucharán hasta el final -intervino Elthyn, envalentonado.
-   Todos lo haremos, Elthyn, pero no voy a mandar a mis hombres a un matadero si lo puedo remediar -aseguró Ofthar-. Tenemos que pensar con cabeza. Si dejo esos barcos ahí, pasado mañana un segundo ejército habrá desembarcado varias millas al sur y nos está atacando por la espalda o peor, nos ha cortado las líneas de suministros. No pienso permitirlo.
-   Entonces hay que quemar los barcos, ¿pero cómo? -concluyó Mhista-. Una incursión en el otro lado me parece un suicidio. Nos verán cruzando el puente. Tanto secretismo para impedir que Thabba ha caído, se irá al traste, así como tu engaño para que vengan a ayudarnos.
-   Eso sería si fuéramos a ir andando, pero no vamos a ir así -señaló Ofthar.
-   Pero si no vamos a ir andando, como… -empezó a decir Mhista, asombrado.
-   ¡Los barcos de la aldea! -exclamó Maynn, cortando a Mhista.
-   Los barcos de la aldea, iremos por las aguas de los pantanos y quemaremos sus barcos -asintió Ofthar, al ver que alguien había llegado a su idea-. Mhista y Elther, comandaréis los dos barcos que tenemos en la aldea. Llevareis dotaciones mínimas y bombas de brea. Saldréis un par de horas antes del amanecer, cruzaréis el canal y entrareis en su cala. Debéis lanzar todas las bombas incendiarias que podáis. a todos los barcos que podáis. Por último, uno de los barcos lo incendiaréis y lo haréis chocar contra el centro de la formación de barcos. El segundo lo hundiréis en el centro de su canal. llevad canoas para regresar a casa.
-   ¿Podemos elegir a nuestros hombres? -preguntó Mhista.
-   Podéis, pero hacerlo sabiendo que no podéis llevar a hombres de familia, dirigid a jóvenes y fuertes -afirmó Ofthar, que al final añadió algo-. Maynn, te necesito conmigo en la torre para mañana. Eres mi asesor en los movimientos de Whaon, al fin y al cabo eres el que mejor sabe cómo piensa nuestro enemigo. Por lo que no podrás ir a ayudar a Mhista.
-   Intentaré que mi consejo sea el óptimo -dijo Maynn, sin dar tiempo a que Mhista se quejase, alegando que necesitaba a un guía local para cruzar los canales de los pantanos. Sabía que cualquier siervo de la aldea podía servirle, ya que ellos pescaban también en los canales y comerciaban con la aldea vecina.
-   En ese caso, todos tenéis trabajo que hacer, podéis ir a preparar vuestros cometidos -anunció Ofthar-. Podéis marcharos y a trabajar por la victoria total.

Uno a uno los hombres se fueron levantando y marchando. El único que se quedó fue Rhennast, con su cara seria.

-   Esa Maynn está convirtiéndose en un problema -dejó caer Rhennast-. Tal vez deberías matarla. Mhista se está volviendo presuntuoso y la tiende a defender. Los hombres ya hablan de su amistad. Pero pronto hablarán de otra cosa. Mi señor, vuestro senescal no puede ir comportándose así. Los hombres no siguen a otro que puede meterse bajo sus mantas, lo sabéis bien. Lo mejor es que se case.
-   No puedo matar a Maynn, le di mi palabra -murmuró Ofthar, removiéndose en su sillón-. Pero si puedo hablar con Mhista.
-   Las batallas son peligrosas, mi señor, una espada puede matar a un enemigo o aun amigo -indicó Rhennast.
-   Entiendo lo que dices Rhennast, pero por ahora no será necesario -aseguró Ofthar-. Dejame solo, necesito pensar.
-   Como ordenes, mi señor.

Rhennast se puso en pie y se marchó dejando a Ofthar solo. La mente de Ofthar no se paraba, devanando todos los posibles finales para sus problemas actuales, tanto los militares, como los que afectaban a su amigo. Matar a Maynn en combate podía ser lo más apto, pero aun así, Mhista sospecharía y acabaría convirtiéndose en su enemigo. A la larga tendría que eliminarlo a él también. Y esa acción era lo que más miedo y dolor le producía, sería capaz de ordenar la muerte de su mejor amigo por la paz en sus territorios. Ahora entendía lo duro que era señor de todos y echaba de menos los consejos de su padre o del propio señor Nardiok. Ya nada sería como antes.

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