A
su llegada a la sala que usaba para recibir a las visitas y preparar
los planes, los siervos de la torre, se apresuraron a subir desde las
cocinas algo de cerdo caliente y cerveza. Los criados sabían bien
cuando un señor necesitaba algo que llevarse a la boca, solo con ver
sus caras. Y en este caso, este señor llegaba con una cara muy
seria. Ofthar dio las gracias, algo que los siervos no se esperaron,
se cortó un par de lonchas de la pieza de cerdo humeante y se las
comió. Tomó una copa y la llenó de la espumosa cerveza. Al
probarla notó que era de la última cosecha, por lo que estaba
buena. Se dejó caer en el sillón y esperó.
No
tuvo que hacerlo por demasiado tiempo. Pronto se escucharon unos
golpes y apareció la cara de uno de sus guardias. Le dijo que Maynn
acudía a su llamada. Ofthar le dijo que le permitiera pasar. La
cabeza desapareció y por el hueco entró Maynn, cerrando la puerta
tras su paso.
- Me
has hecho llamar, ¿en qué te puedo ayudar, mi señor? -preguntó
cordial Maynn.
- Sígueme
-dijo Ofthar, en voz baja, levantándose de la silla y dirigiéndose
a una puerta que estaba al otro lado de la habitación.
La
puerta llevaba a un segundo cuarto, más pequeño y en el que había
una cama sencilla y un pequeño despacho. Originalmente, esa sala
tenía otro uso, pero Ofthar la había elegido como su alcoba ya que
la de Thabba era inservible para nadie. Sabía que allí nadie les
oiría hablar y lo prefería la verdad.
- Vaya,
vaya, no sé que te has creído que soy… -comenzó a decir
risueña, Maynn
- ¡La
que no está valorando su posición! -bramó Ofthar, volviéndose y
dando un puñetazo a la pared, con unos ojos que refulgían de ira.
- Lo
siento, yo…
- ¡Tú!
¡Tú! Siempre tú -dijo enfadado Ofthar-. Eres un problema, eso es
lo que eres, mi problema. Ahora callate por un momento y deja tus
bromitas. No sé si eres consciente de lo que pasa en la fortaleza,
pero ya te lo voy a explicar yo. Los hombres empiezan a murmurar, a
hablar en susurros y a mirar mal. Pronto el rumor se convertirá en
clamor y ni yo podré hacer nada para acallarlos, sino que tendré
que poner orden. ¿Sabes de lo que hablo?
- De
mi relación con Mhista -contestó con seriedad Maynn, que señaló
la cama-. ¿Me puedo sentar?
- Haz
lo que quieras -espetó Ofthar que le importaba poco la comodidad de
la mujer-. ¿Has pensado que hacer para arreglar esto? He intentado
razonar con Mhista, pero el corazón lo ciega y casi hace algo que
le podría haber costado caro si hubiéramos estado en público.
- No
entiendo que es lo que le importa a los guerreros que Mhista se
acueste conmigo o con otra -indicó Maynn, lo que hizo que Ofthar
resoplase.
- ¡Para
los hombres eres un muchacho joven, por Ordhin! -recordó Ofthar-.
¡O esperas que les comunique que eres una mujer y llevo
ocultándoselo desde hace tiempo! ¿No eres capaz de ver tu precaria
situación? ¿Prefieres que Mhista caiga en desgracia?
- No,
no, para mí Mhista es lo más importante -aseguró Maynn.
- ¿Lo
más importante? -repitió Ofthar, sorprendido, por lo que añadió-.
¿Por estar con él dejarías atrás tu idea de ser el canciller del
próximo señor de los Pantanos?
La
pregunta de Ofthar llevó a un extraño silencio que él ya conocía
demasiado bien. Ahora en la mente de Maynn entrechocaban dos ideas o
un sueño y una pretensión. Que pesaba más en ella, el amor por
Mhista o su ambición para el futuro. Si elegía a Mhista, tendría
que volver a una vida de mujer, con las cosas que ello conllevaba. En
cambio, como hombre y canciller, tenía una libertad que no tendría
como una mujer normal, ni como la mujer de un senescal.
- Elijas
lo que elijas, preferiría que seáis más comedidos en vuestras
relaciones, los hombres no deben seguir hablando a las espaldas de
mi senescal y malmetiendo -indicó Ofthar-. No quiero que vayas a
molestarlo esta noche, Mhista tiene una misión muy importante
mañana y debe estar despierto para ello.
- ¿Respetarás
el pacto que hiciste conmigo, elija lo que elija? -inquirió Maynn,
pensativa.
- Te
di mi palabra y eso es lo que importa, yo siempre la cumplo, soy un
Bhalonov -contestó enfadado Ofthar, pensando en que ya era la
segunda persona que le hacía la misma pregunta sobre el pacto de
las narices-. El hijo de Whaon gobernará tras él y yo renunciaré
a mis derechos como el último Irnt vivo. Creo que fui muy claro en
ello.
- Las
palabras de los hombres se las lleva el viento -murmuró Maynn.
- No
todas -espetó Ofthar-. Tienes cosas que hacer y mañana debes estar
conmigo en las almenas. No te entretengo más.
Maynn
se levantó de la cama, hizo una reverencia y se marchó. Ofthar
estaba harto, más que ello de las palabras de esa mujer. Rhennast
tenía buenas razones para desconfiar de ella. Ofthar no conseguía
desentrañar todas las respuestas que parecía esconder, pero creía
que ya había elegido lo que quería para el futuro y Ofthar temía
que Mhista no estaba en él. Lo sentía por su amigo, pero tal vez
así fuera mejor para todos.
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