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sábado, 29 de agosto de 2020

Ascenso (42)

A su llegada a la sala que usaba para recibir a las visitas y preparar los planes, los siervos de la torre, se apresuraron a subir desde las cocinas algo de cerdo caliente y cerveza. Los criados sabían bien cuando un señor necesitaba algo que llevarse a la boca, solo con ver sus caras. Y en este caso, este señor llegaba con una cara muy seria. Ofthar dio las gracias, algo que los siervos no se esperaron, se cortó un par de lonchas de la pieza de cerdo humeante y se las comió. Tomó una copa y la llenó de la espumosa cerveza. Al probarla notó que era de la última cosecha, por lo que estaba buena. Se dejó caer en el sillón y esperó.

No tuvo que hacerlo por demasiado tiempo. Pronto se escucharon unos golpes y apareció la cara de uno de sus guardias. Le dijo que Maynn acudía a su llamada. Ofthar le dijo que le permitiera pasar. La cabeza desapareció y por el hueco entró Maynn, cerrando la puerta tras su paso.

-   Me has hecho llamar, ¿en qué te puedo ayudar, mi señor? -preguntó cordial Maynn.
-   Sígueme -dijo Ofthar, en voz baja, levantándose de la silla y dirigiéndose a una puerta que estaba al otro lado de la habitación.

La puerta llevaba a un segundo cuarto, más pequeño y en el que había una cama sencilla y un pequeño despacho. Originalmente, esa sala tenía otro uso, pero Ofthar la había elegido como su alcoba ya que la de Thabba era inservible para nadie. Sabía que allí nadie les oiría hablar y lo prefería la verdad.

-   Vaya, vaya, no sé que te has creído que soy… -comenzó a decir risueña, Maynn
-   ¡La que no está valorando su posición! -bramó Ofthar, volviéndose y dando un puñetazo a la pared, con unos ojos que refulgían de ira.
-   Lo siento, yo…
-   ¡Tú! ¡Tú! Siempre tú -dijo enfadado Ofthar-. Eres un problema, eso es lo que eres, mi problema. Ahora callate por un momento y deja tus bromitas. No sé si eres consciente de lo que pasa en la fortaleza, pero ya te lo voy a explicar yo. Los hombres empiezan a murmurar, a hablar en susurros y a mirar mal. Pronto el rumor se convertirá en clamor y ni yo podré hacer nada para acallarlos, sino que tendré que poner orden. ¿Sabes de lo que hablo?
-   De mi relación con Mhista -contestó con seriedad Maynn, que señaló la cama-. ¿Me puedo sentar?
-   Haz lo que quieras -espetó Ofthar que le importaba poco la comodidad de la mujer-. ¿Has pensado que hacer para arreglar esto? He intentado razonar con Mhista, pero el corazón lo ciega y casi hace algo que le podría haber costado caro si hubiéramos estado en público.
-   No entiendo que es lo que le importa a los guerreros que Mhista se acueste conmigo o con otra -indicó Maynn, lo que hizo que Ofthar resoplase.
-   ¡Para los hombres eres un muchacho joven, por Ordhin! -recordó Ofthar-. ¡O esperas que les comunique que eres una mujer y llevo ocultándoselo desde hace tiempo! ¿No eres capaz de ver tu precaria situación? ¿Prefieres que Mhista caiga en desgracia?
-   No, no, para mí Mhista es lo más importante -aseguró Maynn.
-   ¿Lo más importante? -repitió Ofthar, sorprendido, por lo que añadió-. ¿Por estar con él dejarías atrás tu idea de ser el canciller del próximo señor de los Pantanos?

La pregunta de Ofthar llevó a un extraño silencio que él ya conocía demasiado bien. Ahora en la mente de Maynn entrechocaban dos ideas o un sueño y una pretensión. Que pesaba más en ella, el amor por Mhista o su ambición para el futuro. Si elegía a Mhista, tendría que volver a una vida de mujer, con las cosas que ello conllevaba. En cambio, como hombre y canciller, tenía una libertad que no tendría como una mujer normal, ni como la mujer de un senescal.

-   Elijas lo que elijas, preferiría que seáis más comedidos en vuestras relaciones, los hombres no deben seguir hablando a las espaldas de mi senescal y malmetiendo -indicó Ofthar-. No quiero que vayas a molestarlo esta noche, Mhista tiene una misión muy importante mañana y debe estar despierto para ello.
-   ¿Respetarás el pacto que hiciste conmigo, elija lo que elija? -inquirió Maynn, pensativa.
-   Te di mi palabra y eso es lo que importa, yo siempre la cumplo, soy un Bhalonov -contestó enfadado Ofthar, pensando en que ya era la segunda persona que le hacía la misma pregunta sobre el pacto de las narices-. El hijo de Whaon gobernará tras él y yo renunciaré a mis derechos como el último Irnt vivo. Creo que fui muy claro en ello.
-   Las palabras de los hombres se las lleva el viento -murmuró Maynn.
-   No todas -espetó Ofthar-. Tienes cosas que hacer y mañana debes estar conmigo en las almenas. No te entretengo más.

Maynn se levantó de la cama, hizo una reverencia y se marchó. Ofthar estaba harto, más que ello de las palabras de esa mujer. Rhennast tenía buenas razones para desconfiar de ella. Ofthar no conseguía desentrañar todas las respuestas que parecía esconder, pero creía que ya había elegido lo que quería para el futuro y Ofthar temía que Mhista no estaba en él. Lo sentía por su amigo, pero tal vez así fuera mejor para todos.

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