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martes, 11 de agosto de 2020

El mercenario (38)

Si la primera vez, que iba solo pasar la barrera de baterías de la milicia había sido complicado, ahora pilotar con los aullidos de dos aterradas shirats y con los lloros de Diane, fue mucho más fatigoso. Había que esquivar los misiles, para evitar que le diesen a su preciada lanzadera. En un par de ocasiones, estuvieron cerca de ser destruidos, pero al final, cruzaron la línea de piquetes de la milicia. Ahora solo quedaba alejarse de allí y llegar a su escondite. Rezó porque no hubiesen llamado la atención de ningún caza o les estuviesen siguiendo.

Tras recorrer una buena parte del área industrial, por fin pudo quitar elevarse y cuando estaban ya cerca del tráfico habitual de esa zona, quitó el camuflaje. Aun así, su nave tenía sensores de largo alcance y no consiguió detectar a ningún caza u otra nave, tanto militar como civil que viniese tras ellos. le parecía demasiado fácil, pero se fue tranquilizando poco a poco.

Siguió circulando por las carreteras hasta que llegó a su escondite. Aterrizó en el interior del edificio, junto a sus otras dos naves. Abrió la compuerta trasera en el mismo momento que los motores se detuvieron.

-   Ya podéis bajar -informó Jörhk-. Este lugar es mío y es seguro. Diane, hay unas salas de descanso tras esa compuerta y también baños. Lleva a tus amigas y al profesor allí. Yo tengo que hacer una serie de comprobaciones. Vale.
-   Sí, jefe -asintió Diane, que hacía rato que se había secado las lágrimas de miedo que habían recorrido sus mejillas.

Observó como Diane guiaba a los otros, que no estaban muy tranquilos a las salas de descanso. No eran nada del otro mundo, pero allí podían descansar. Mientras, él fue recogiendo el equipo que habían obtenido, así como lo que había rapiñado de los muertos. se había hecho con dinero y nuevas armas, algunas bastante buenas. Las fue apilando en una caja vacía que tenía fuera y cuando vio que no se había dejado nada en el interior, apagó la energía de mantenimiento. Después recorrió toda el casco de la nave, para ver los posibles daños. Llevaba ya un rato revisando cada palmo de la parte exterior de la nave, cuando se encontró algo que le preocupó. Era un dispositivo de búsqueda y estaba seguro que se lo había implantado la milicia. Uno de los misiles debía llevar el dispositivo.

Jörhk blasfemó, lo rompió y lo arrancó. Pero estaba seguro que la milicia sabía ya dónde se escondía. Debía darse prisa. Volvió al interior y encendió la energía supletoria de la lanzadera. Luego salió y cogió la caja con las armas y se dirigió a las habitaciones a donde había mandado a sus acompañantes.

-   ¿Cómo ha conseguido una lanzadera kynerial? -le preguntó Trebeller según entró-. La he visto ahí parada.
-   ¿Doctor Trebellor, sería capaz de retirar el dispositivo de camuflaje de la lanzadera en la que hemos venido en menos de media hora? -inquirió Jörhk, que no quería perder el caro aparato. Pues sabía lo que tenía que hacer en ese momento.
-   ¿En media hora? Creo que sí -asintió Trebellor-. Pero no sé para qué quiere que se lo qui…
-   Ese no es su problema, tiene herramientas junto a la nave y cajas para guardar las piezas -indicó Jörhk-. Diane ayuda al profesor en lo que necesite. Cuando se lo hayáis quitado, lleva las piezas a la lanzadera kynerial.
-   Así se hará, jefe -asintió Diane, que agarró del codo al profesor y empezó a tirar de él, saliendo de la sala-. Vamos profesor, hay que trabajar.
-   Vosotras dos, coged esas cajas que hay en esa esquina -señaló Jörhk a Ulvinnar y a su hermana y luego unas cuantas cajas que había en un lado de la sala-. Llevadlas a la lanzadera kynerial. Luego os podéis quedar en la zona del pasaje de la lanzadera.
-   No somos tus esclavas -se quejó Ulvinnar.
-   Ni llevar esas cajas podéis, malditas señoritas -espetó Jörhk simulando enfado-. Pues haced lo que queráis, pero no nos vamos a quedar mucho aquí.

Jörhk se marchó en dirección a la lanzadera y ascendió por una escala hasta la compuerta de los pilotos. La lanzadera poseía dos compuertas, una que parecía más a una puerta, situada en la cabina de pilotaje y la segunda estaba bajo está y se convertía en una rampa. Estas lanzaderas eran muy rápidas y se usaban en la guerra para llevar a escuadras de soldados del imperio o abastecimiento a lugares concretos, como el frente o puestos de avanzada. También las habían usado para llevar comandos detrás de las líneas por su gran movilidad. Conseguir este modelo había sido una suerte para Jörhk y su escuadra. Mantenerla tras la guerra había necesitado mucho dinero y corromper a más de un oficial y burócrata.

Él había hecho algunas mejoras o cambios, sobre todo en los motores, ya que la mecánica imperial era algo burda. Los actuales motores de la lanzadera eran más potentes y de esa forma, podían suministrar energía a dos cañones medios que había colocado a ambos lados de la cabina de mando, un cañón pesado, que había situado sobre un estabilizador alargado sobre el motor y una torreta de turbolaser bajo la bodega. La torreta la podía manejar desde el puente o alguien se podía meter ahí.

Tras entrar en la cabina, activo el motor, para que se fuera calentando y llenará de energía toda la nave. Abrió la compuerta inferior y comprobó que las dos shirats traían una caja de las que les había dicho.

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