Seguidores

martes, 25 de agosto de 2020

El dilema (39)

Un dedo recorriendo la espalda de Alvho es lo que le despertó. Se dio la vuelta en la cama, blanda, con un colchón relleno de plumas de ganso, no como el jergón de su habitación. Ante sus ojos apareció el rostro sonriente de Lhianne. Poco a poco los últimos pesos del sueño se fueron de su cabeza, dejando paso a lo que había ocurrido la noche anterior.

La cerveza le había sentado muy bien, pero no se fijó que pegaba más fuerte de lo que parecía y cuando su turno terminó, estaba demasiado contento. Había estado tan absorto en su trabajo de bardo que no se había percatado cuando Tharka y los suyos se habían marchado. Y eso le apenó considerablemente, no porque hubiera deseado despedirse del grandullón, sino porque en su forma de vida, no había que dejar que los posibles cabos sueltos o engranajes de una trama se escabulleran sin que él lo supiese.

Al final, cuando las bailarinas empezaron el espectáculo final con sus sinuosas posturas, Alvho se había ido a visitar a Lhianne, como había decidido por la tarde y aunque no lo había buscado con mucha insistencia, la mujer le había convencido para que se quedase allí, entre sus sábanas, en su habitación, seguramente más cálida que la de Alvho en la que no habían arreglado aun la ventana. También era verdad que en la de Lhianne había un señor hogar y no la estufita de la habitación de la posada.

-   ¿Qué vas a hacer hoy? -preguntó Lhianne como si no hubiese pasado nada y ella no estuviera desnuda debajo de las sábanas, deseosa de entrelazarse de nuevo con el cuerpo de Alvho.

-   No lo sé -respondió Alvho acariciando la piel de la frente de la mujer con las puntas de sus dedos-. Creo que debo esperar noticias de Ulmay y Tharka.

-   En ese caso tal vez podrías seguir con la historia que me empezaste a contar anoche, sobre la sirvienta y la gran amazona, era interesante -indicó Lhianne que besó la mejilla de Alvho.

Alvho se quedó un momento callado, intentar recordar la fábula que le estaba recitando a Lhianne, mientras su otra mano se introdujo entre las sábanas, para encontrar el cuerpo de Lhianne. En ese momento se escucharon golpes en la puerta de la habitación, como de puñetazos.

-   Lhianne, si esta contigo ese bardo lujurioso, va a ser buena idea que vaya saliendo de aquí -se escuchó perfectamente la voz de Selvho-. Las cosas están en movimiento, aunque no sé si es lo que buscaba él y sus amigos. Si salís os explico lo que pasa.

-   Entendido Selvho -respondió Lhianne.

Tras esperar unos segundos, que Lhianne y Alvho siguieron en silencio, para dar a Selvho el tiempo justo para que se marchase, por fin la mujer habló.

-   Parece que mamá ha venido para aguarnos la fiesta -se burló Lhianne de la situación-. Menos mal que no ha sido papá, porque te habría sacado a palos de mi lecho.
-   Aún como mamá, sigue siendo un pelmazo y nos ha fastidiado el despertar -se quejó Alvho simulando un enfado que no tenía-. Supongo que no habrá que hacerle esperar demasiado, porque entonces igual si se convierte en papá.
-   Tienes razón, vamos.

Alvho y Lhianne se levantaron, se asearon como pudieron con el agua que tenía en un cubo Lhianne y se vistieron. Lhianne parecía azorada porque Alvho la viera desnuda preparándose, aunque no lo había parecido cuando se metían en la cama. Era una cosa curiosa que Alvho había visto en muchas mujeres con las que había estado, no tenían reparos para desnudarse, pero cuando era a la contra, no gustaban de que los ojos de un hombre las viera prepararse. Cuando ambos estuvieron listos, salieron de la habitación y se dirigieron a la taberna para hablar con Selvho, pero lo encontraron ante un tablón de madera que había junto a las escaleras por las que se subía a las habitaciones de huéspedes. En ese tablón siempre había peticiones de trabajo y otros papeles. Ahora Selvho observaba un pliego de grandes dimensiones que llenaba todo el tablón.

-   ¿Qué es eso que miras con cara triste, Selvho? -se interesó Lhianne.

-   Es lo peor que podría pasar, un llamamiento -respondió compungido Selvho-. El señor Dharkme llama a todos los hombres libres de Thymok y los alrededores para una expedición ordenada por el gran Ordhin. Deberán ir con armadura y espada, listos para la guerra. ¿Es lo que buscabais?

-   Sin duda las palabras de Ulmay han hecho el efecto que este había predicho -aseguró Alvho, mirando el pergamino-. pero el señor Dharkme ha sido más diligente de lo que yo había pensado. Los nobles estarán que trinan, pero me temo que no podrán negarse a esta orden. No crees.

-   Su odio hacia Ulmay estará por las nubes. Os estáis ganando peligrosos enemigos -asintió Selvho-. Por cierto, ¿a donde va a ser la expedición? Porque no creo que se os haya ocurrido empezar una guerra con otro señorío, ¿no?

-   Eso hubiera sido algo más fácil que lo que Ulmay tiene en mente -suspiró Alvho-. La expedición se tiene que internar en las llanuras de Phalannor.

Selvho abrió mucho los ojos y se le desencajó la mandíbula debido a la respuesta. Sin duda el viejo guerrero sabía demasiado bien lo que ocultaban las planicies al otro lado del gran río y los peligros que allí residían. Incluso Lhianne se puso más rígida de lo debido. La noticia les había afectado tanto como a él cuando la escuchó de los labios de Ulmay.

No hay comentarios:

Publicar un comentario