Ofthar
pasó la tarde meditando sobre lo que depararía la mañana siguiente
y rezando porque sus planes se pudieran llevar a cabo. Cuando estaban
cenando le avisaron que un mensajero acaba de llegar a la fortaleza.
Seguro que le había enviado Rhime y ordenó que se presentase para
oír lo que tenía que decir, aunque en verdad era para que le diera
las órdenes para su canciller. La sorpresa fue mayor, cuando el
propio Rhime entró en la sala de audiencias.
- ¡Rhime!
¿Qué haces aquí? -preguntó Ofthar, levantándose de su asiento y
abrazándose con su amigo, bajo la mirada de Rhennast, que estaba
con él desde hacía un par de horas-. Pensaba que estabas aun a
media jornada de distancia.
- Hoy
hemos avanzado algo más rápido, además el camino estaba seco y
las ruedas de los carros se han hundido menos -anunció Rhime-.
Estamos acampados a dos leguas de aquí, tras unas colinas, lejos de
los ojos de vigías enemigos. Los ánimos están encendidos y con
ganas de la revancha. Elthero los ha estado subiendo la moral a cada
paso.
- Sin
duda es un buen tharn, habrá que recompensarlo con creces cuando
acabe esta guerra. Siéntate y cena algo, Rhime -indicó Ofthar,
señalando las viandas que había encima de la mesa y la jarra de
cerveza.
- Gracias,
mi señor -agradeció Rhime, pero el rostro se le ensombreció por
un momento-. Al llegar he oído cosas a los hombres. ¿Es verdad?
- ¿Es
verdad el qué? -inquirió Ofthar, haciéndose el tonto.
- ¿Nuestro
amigo Mhista juguetea con un muchacho? -quiso saber Rhime,
consternado, pero midiendo sus palabras, por respeto a Ofthar y a su
amigo.
- Así
que es eso lo que piensan los hombres, mierda -Ofthar dejó caer los
brazos y su rostro tomó el mismo tono pálido que Rhime. Suspiró y
miró a los ojos a Rhime, al tiempo que hacía un gesto a Rhennast
para que se colocase junto a la puerta-. No podrás hablar de nada
de lo que oigas de mis labios, Rhime. Esto hay que llevarlo con la
máxima discreción, ¿lo entiendes?
- ¡Por
Ordhin! Entonces las habladurías son ciertas -se lamentó Rhime,
pero al ver que Ofthar le pedía calma se calló.
- Maynn
es una mujer -reveló Ofthar en voz baja.
- ¡Uff,
menos mal! -exclamó Rhime, pero al momento comprendió lo de la
discreción-. Pero eso es un sacrilegio.
- En
ambos casos, Mhista perderá su estatus -explicó Ofthar,
compungido-. Supongo que debería haber puesto orden hace tiempo,
pero ya las cosas se han desmadrado y además tengo una guerra que
ganar. Tras ella, veremos lo que podemos hacer. Ahora que lo pienso,
ya que estas aquí, te voy dar las órdenes que te iba a enviar. Es
lo que quiero que hagáis tú y Elthero mañana.
- Guardaré
el secreto de lo de Mhista hasta que haya que arreglarlo -aseguró
Rhime, menos preocupado que antes-. ¿Qué debemos hacer mañana?
- Una
cosa muy simple, llegar para sitiar esta fortaleza -dejó caer
Ofthar, haciendo sonreír a su amigo-. Tenéis que llegar haciendo
ruido, debemos hacer creer a Whaon que habéis llegado con la idea
de asaltar los muros de la fortaleza, para recuperarla de las manos
frías del therk Thabba. Yo me encargaré de hacerles creer que
necesitamos ayuda, así que al principio, no podré abrir las
puertas exteriores. Cuando veas caer los estandartes enemigos que
tenemos arriba, podrás pasar a montar un campamento, pues la
estratagema se habrá terminado.
- ¿Alguna
cosa más?
- Debéis
estar aquí una hora antes del amanecer, ¿entendido? -señaló
Ofthar.
Rhime
asintió. Ofthar sonrió y le dijo que ya estaba todo. A partir de
ese momento estuvieron hablando de viejas peleas, de batallas y
bebieron durante un par de horas, hasta que les alcanzó la noche y
Rhime tuvo que irse a su campamento, pues debía pasar las órdenes a
su estado mayor. Ofthar le deseó lo mejor y le indicó que mañana
habrían conseguido la gran victoria que necesitaban.
Después
de marcharse Rhime, Rhennast miró a Ofthar con una cara extraña.
- Pregunta
lo que se te pasa por la cabeza, Rhennast -ordenó Ofthar, pues
sabía bien que el hombretón jamás molestaría a su señor por sus
dudas.
- Le
has dicho a Rhime que esté aquí una hora antes del amanecer y
Mhista tiene que ir dos horas antes -indicó Rhennast-. Mhista se
encontrará con un campamento en alarma cuando ataque. Puede que ni
él ni Elther regresen.
- Lo
que Mhista se encontrará es un campamento en caos y ese es el tipo
de campamento más fácil de asaltar, Rhennast -explicó Ofthar-.
Mañana cosecharemos una victoria importante sin casi luchar. Ya
verás.
Rhennast
se limitó a asentir con la cabeza y sonrió, contagiado por la que
iluminaba todo el rostro de su señor. Desde que lo había conocido
cuando solo era un muchacho flacucho, Rhennast se había dado cuenta
que no era capaz de entender la mente de Ofthar, pero sabía que le
seguiría hasta el final. Se quedó con él hasta que Ofthar decidió
marcharse a dormir. Rhennast también se iría a descansar aunque su
lecho sería una silla junto a la puerta de la sala y una manta, no
necesitaba más.
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