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martes, 15 de septiembre de 2020

El mercenario (43)

Toda la lanzadera se agitó cuando recibió de lleno dos disparos. La lanzadera enemiga había dado un rodeo y se acercaba por el costado de babor. Jörhk se enfadó consigo mismo por haber cantado victoria tan pronto. Estaban tan cerca del lugar de la reunión y no había conseguido librarse de sus perseguidores. Sabía que Diane estaba intentando deshacerse de ellos, pero el piloto enemigo era tan bueno o mejor que Jörhk y estaba consiguiendo esquivar los disparos de Diane.

En ese momento escuchó la voz distorsionada por el comunicador que le decía que dejase sitio. Jörhk pensó en ello y empezó a reírse. Ahora entendía lo que iba a pasar y cambió el rumbo, para evitar lo que podía ser muy peligroso para su lanzadera. Como si fuera por arte de magia, de la nada apareció un inmenso crucero de la armada. Era una gran nave, tanto que la lanzadera de Jörhk era insignificante, no más peligroso para la nave recién llegada como un asteroide.

La lanzadera perseguidora pareció que no quería perder la presa y si Jörhk estaba en lo cierto, la nave de guerra les estaría ordenando que se marchasen. Pero en esta debía estar Bartholome, pues no cejaba en su empeño de destruir a Jörhk. Volvieron a abrir fuego contra Jörhk, pero este consiguió esquivar los disparos. Ese fue último error. la lanzara fue desintegrada de un certero disparo de uno de los cañones del crucero.

-   Aterrice inmediatamente en la dársena de estribor -ordenó alguien a Jörhk-. No hay mucho tiempo.
-   A la orden -respondió mecánicamente Jörhk, como si siguiera perteneciendo a la armada, como durante las guerras.

Los cruceros de la armada como este, que era de la clase Centurión, se caracterizaba por dos grandes dársenas para cazas o naves de transporte, una a estribor y otra a babor. Además había una tercera dársena o bodega central donde podían llevar vehículos terrestres y naves para transportarlos a la superficie. Estos cruceros tenían menos potencia de juego que los otros cruceros de la armada, los de la clase Centinela, pero habían sido clave para poder llevar a cabo las acciones de invasión a planetas, así como para proteger a los transportes y fragatas.

Jörhk aceleró y se lanzó al interior de la dársena de estribor. Dentro, pudo ver colgando de sus enganches, sobre la plataforma de atraque los escuadrones de cazas. En la plataforma había dos lanzaderas, la que conocía demasiado bien. Detuvo en el aire la nave y la giró para colocarla en una posición que no molestase a las operaciones de pista, como lo había hecho muchas veces. Mientras maniobraba, se fijó que las compuertas de seguridad de la dársena se estaban cerrando lo que quería decir que iban a saltar al hiperespacio. En sí, no era necesario tomar la precaución de cerrar las compuertas de seguridad, pues los escudos de la nave impedían que se despresurizasen las dársenas, pero en ocasiones, como en estos tiempos de paz, había que seguir las normas.

Junto a la nave, se colocaron dos escuadras de infantería de marina, con las armas sobre los hombros. Llevaban las armaduras de combate, y parecía que fuera a llegar un oficial de alto grado. A Jörhk le dio un poco de añoranza. En más de una ocasión había tenido que hacer que sus hombres formasen una escuadra de honores. Podía ser que el anciano profesor fuera más importante de lo parecía. Al poco llegaron varios oficiales, uno de ellos era el humano que le había contratado, mientras que el otro era el tharkaniano. Lucía su uniforme de capitán de navío, con un buen número de distinciones.

Jörhk hizo aterrizar la nave. Fue apagando los sensores, los motores y la energía auxiliar, al tiempo que desplegaba la rampa de la compuerta principal. Ulvinnar había vuelto con su hermana y Diane estaba con ellas, cuando Jörhk descendió a la bodega.

-   A partir de este momento, solo hablo yo, ¿entendido? -advirtió Jörhk, que tras mirar a las chicas, puso sus ojos en el anciano profesor.- Doctor Trebellor, si es tan amable de venir conmigo.
-   ¿Podré volver a verla? -preguntó Trebellor con voz inocente, señalando a la pequeña shirat-. Es mi sobrina y no me gustaría…
-   Eso lo tendrá que hablar con sus jefes -le cortó Jörhk que estaba viendo la cara que estaba poniendo Ulvinnar-. Sígame por favor, profesor.
-   Sí, sí -asintió Trebellor, haciéndole un gesto de despedida y bastante cariñoso a la hermana de Ulvinnar.
-   Vosotras quedaos aquí, pero podéis dejaros ver, pero no bajéis la rampa -ordenó Jörhk a las chicas.

Jörhk había dejado todas sus armas, a excepción de una pistola y un cuchillo que llevaba colgado del cinturón. Estaban a la vista y eso hacía que no pareciera peligroso. Los dos hombres descendieron por la rampa, Jörhk con paso firme y el profesor Trebellor aparecía como mareado. Andaba torpón y Jörhk le agarró para que no se cayese. Frente a ellos estaban el tharkaniano, el humano que había llevado la voz cantante en la casa y tres oficiales más que no le sonaban de nada, que llevaban los uniformes de tenientes de navío. Aunque uno parecía llevar la insignia de la sección de inteligencia.

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