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sábado, 26 de septiembre de 2020

Ascenso (46)

Los últimos minutos se le pasaban como si durasen horas enteras. Siempre le pasaba eso cuando estaba en el muro de escudos y los enemigos estaban a punto de chocar con ellos. Eran los últimos compases los que decidían toda la lucha y cuando el primero de los enemigos pisó uno de los abrojos que habían puesto en el puente supo que era el momento. Los estandartes de Thabba y el del grupo del señorío de los Mares fueron lanzados fuera de la torre. En su lugar apareció sus propios colores. Al mismo tiempo, a lo largo de la empalizada que daba al pantano aparecieron las estacas con las cabezas de los hombres de los Mares, así como una infinidad de arqueros, listos para defender la empalizada. El enemigo, sorprendido por los gritos de los camaradas que tenían los pies perforados por las puntas de acero de los abrojos, por las cabezas en estacas y las de los cientos de defensores, no sabía qué hacer. El que los dirigía no sabía que hacer, pues su camino se había visto entorpecido por unas trampas en el suelo y además el puente levadizo permanecía levantado.

A Ofthar desde su posición, le pareció que llamaba a los de la puerta, para saber lo que pasaba, pero Elthyn tenía órdenes de hacerse el loco, para dar tiempo a Rhime a meter más guerreros en la plaza, así como a mover arqueros por el exterior de las murallas. Al oficial le costó darse cuenta de que las cosas habían cambiado. Ni una sola vez se le ocurrió ver que los estandartes habían cambiado y eso fue su principal error. Estaba a punto de ordenar dar media vuelta, cuando una flecha se clavó en su cuello, ante la sorprendida mirada de sus camaradas, que levantaron los escudos instintivamente. El cuerpo se cayó en el canal por el hueco dejado por el puente levadizo.

En ese momento, las flechas comenzaron a silbar por el aire, clavándose en los cuerpos desprotegidos y en los escudos por igual. Sin el oficial para dar órdenes precisas, el miedo a la muerte y el caos se apoderaron de la columna. Se rompió la formación en varios puntos, lo que provocó más bajas por obra de los arqueros. A su vez, la desesperación por sobrevivir hizo que unos golpearan a otros para obtener un hueco para huir. Muchos cayeron por los bordes de la plataforma de madera. Las aguas cenagosas del canal se tragaron a los hombres que cayeron en ellas. Se podía como algunos intentaban chapotear en el canal, pero el peso de sus armaduras era un lastre y el fango del fondo una trampa mortal. Los desesperados removían el fondo antes de morir, por lo que las aguas se tiñeron de oscuro y las leyendas anidaron con fuerza en las mentes de los guerreros. Siempre se había dicho que en los pantanos moraban bestias al servicio de Bheler, capaces de devorar a hombres enteros.

Los miedos de antaño, el temor de la muerte y el letal trabajo de los arqueros destrozaron la columna. Tras una hora, los cadáveres se apilaban sobre el puente, pero había muchos más que se había precipitado a las aguas negras que se movían tranquilas bajo el mismo. Algunos consiguieron escapar del puente, pero en un estado de locura impensable. Ofthar, desde la torre vio cómo huían corriendo, lanzando alaridos y pasaron de largo la aldea, perdiéndose de vista en unos bosques cercanos. El enemigo ya no enviaría nadie más, pues ya le tenían que haber llegado las noticias de la trampa del puente a Whaon.

-   Mi señor, se acercan un par de canoas al puerto -advirtió uno de los vigías.
-   Bueno, ya era hora que Mhista volviese -murmuró Rhennast, mientras volvía la mirada hacia la parte de la torre por donde se podía observar el canal.
-   Manda guerreros al muelle, Rhennast -ordenó Ofthar, ya que veía que las canoas llegaban con más hombres que los doce que habían salido manejando los barcos-. Algo ha salido mal, hay van más hombres de los que debían venir.
-   Sí, mi señor -asintió Rhennast, dándose cuenta de lo que decía Ofthar.
-  Tú te quedas aquí, Maynn -indicó Ofthar-. Te necesito aquí.

Ofthar había visto la necesidad de Maynn de ir a ayudar a Mhista, pero era mejor que no fuese. Los hombres hablarían de ello. Ya era mala la situación actual entre ambos guerreros y las habladurías. No iba a permitir nuevas durante una batalla. Los guerreros eran extrañamente más supersticiosos que luchadores. Podían alegar que esa relación tan cercana de la que ellos hablaban sin saber la verdad, daba mala suerte y poner orden. No sería la primera vez que un guerrero o tharn había aparecido con una espada clavada en la espalda, solo por que se rumoreaba de él o sus hábitos. No echaría más madera al fuego que ya había nacido en los corazones de los guerreros.

Se mandó a Orot al mando de un nutrido grupo de guerreros que esperó la llegada de las canoas en el muelle. Ofthar observaba con detenimiento la operación, junto a Rhennast. A Maynn la había puesto a escrutar el otro lado del canal. Cuando las canoas llegaron a la cala, un clamor se extendió por ella. Pudo ver que Orot era uno de los que más gritaba. Los hombres, guerreros de los Mares, supuso Ofthar empezaron a bajar de cada canoa. Sus caras eran tristes e iban con las manos desnudas. Eran prisioneros o no entendía nada Ofthar. También vio descender a Mhista y Elther, de una pieza, aunque con los rostros ennegrecidos. Pronto podría saber qué es lo que había pasado.

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