El
oficial humano que había dado el trabajo a Jörhk y llevaba el
uniforme de teniente de navío, pero con la insignia de primer
teniente, por lo que era la mano derecha del tharkaniano.
- Ha
montado un buen lío en Marte, señor Larsson -dijo el teniente-.
Queríamos algo limpio y sencillo. Pero se ha decidido por pisar un
avispero. Por lo visto la milicia está intentando ocultar que ha
perdido un caza y muchos hombres. Los primeros informes hablan de
grupos radicales en el barrio Berlín. La milicia será muy
expeditiva en ese barrio, me temo.
- He
traído al profesor Trebellor a salvo y de una pieza, que es lo que
querían, sin meter a la armada en el asunto, ¿no?
- ¡No
sé si se ha fijado que esta nave ha desintegrado una nave civil
hace unos minutos! -espetó el teniente con vehemencia-. Las naves
de guerra no pueden ir abriendo fuego contra naves civiles.
- Pues
a mi me ha parecido que era una nave pirata que se ha negado a
rendirse ante una nave mucho más poderosa -indicó Jörhk-. De
todas formas, seguro que esta nave habrá recibido la descripción
de varias lanzaderas que han abierto fuego contra un transporte de
combustible en la ruta de las gradas mercantiles.
- ¿Pero
que se cree usted… -comenzó a decir el teniente.
- Teniente
Colt, ya basta, así no vamos a llegar a nada -intervino el
tharkaniano-. Supongo señor Larsson que sabe quién soy yo -Jörhk
asintió con la cabeza-. En ese caso, creo que me gustaría escuchar
su informe, señor Larsson. Claramente le pediré que me acompañe a
una sala un poco más confortable. Pero lo primero, lo primero.
Señor Thorn, puede acompañar al señor Trebellor al camarote donde
están sus pertenencias.
Dos
tenientes se adelantaron y se llevaron al profesor Trebellor que
seguía medio ido. Se quedó el teniente del grupo de inteligencia y
Colt.
- Bueno,
señor Larsson, si me quiere acompañar -indicó el tharkaniano,
pero su tono era más una orden que una petición formal.
- En
la lanzadera hay tres muchachas, que tal vez requieran de algo de la
hospitalidad de la armada -informó Jörhk, como si estuviese dando
las nuevas a un oficial recién llegado al frente. Lo había hecho
tantas veces en su vida que le era ya algo mecánico.
- ¡Hum!
-murmuró el tharkaniano, mirando al interior de la lanzadera-. Una
humana y dos shirats. Bien, señor Colt, encárguese de que sean
tratadas como ha dicho el señor Larsson, con toda la hospitalidad
que la armada puede otorgar. Señor Larsson cuando esté listo venga
conmigo.
- Gracias
-dijo Jörhk.
Jörhk
regresó a la lanzadera y les explicó lo que iba a pasar a
continuación. Él tenía que presentar su informe ante su superior y
contratante, que era el tharkaniano. Ellas debían acompañar al
humano, al teniente Colt, que seguramente las llevaría al comedor de
oficiales de la nave. Cuando terminase de hablar, se volverían a
encontrar con ellas. Ulvinnar y Diane estuvieron poniendo pegas, pues
no se querían separar de Jörhk, pero las consiguió convencer.
Por
fin, Jörhk volvió a salir y el capitán tharkaniano le hizo un
gesto para que le acompañase. Aunque ahora Jörhk era un civil, más
bien un mercenario, seguía teniendo muy presente sus viejas
costumbres y solo respondía a las preguntas del tharkaniano. Este le
preguntó sobre la historia de la lanzadera, pues no se solían ver
ese tipo de naves en el territorio de la Confederación sobre todo en
esta época de paz. Jörhk le contó cómo la había conseguido. La
necesitó para sacar a su equipo tras una misión de sabotaje en una
luna imperial. El tharkaniano estuvo escuchando con cierta curiosidad
y alabó la acción. Incluso llegó a comentar que la armada había
perdido a un buen soldado tras la última guerra. Tras ellos iba el
oficial de inteligencia, silencioso y adusto.
Los
pasos les llevaron hasta una sala de juntas, donde el tharkaniano
tras indicarle que se sentase y obsequiarle con el refrigerio que
pidiese, pero Jörhk prefirió no beber nada. Por fin llegó la hora
de informar de todo lo que había pasado en el barrio Berlín. Jörhk
se puso a contar como y donde había encontrado al profesor
Trebellor. Cuando contó lo del tugurio de las sobrinas, el oficial
de inteligencia no pareció reflejar ningún sentimiento, pero el
tharkaniano no pudo evitar una mueca de desagrado incluso asco. En
ese punto, el tharkaniano indicó que sus jefes recibirían una nota
sobre los gustos del profesor, de cara al futuro. También estuvo
atento a cómo se habían unido la muchacha humana y las dos shirats
a su curioso grupo y sobre todo le preguntó a Jörhk que quería
hacer con ellas. No tuvo ningún reparo en enviarlas de vuelta a su
planeta junto a uno de sus hombres de confianza. hacía poco que se
había instalado una nueva base militar en el sistema Shirat para
acabar con el secuestro de shirats de su planeta.
- Con
respecto a las intenciones que parece tener de ahora en adelante,
nosotros podríamos tener unos trabajillos extras -indicó el
tharkaniano-. Creemos que son menos peligrosos o complicados
que el del profesor Trebellor, pero requieren pies de plomo.
- Podría
montar un pequeño equipo -pensó en voz alta Jörhk.
- Un
comando podría ser lo mejor, señor Larsson -asintió el
tharkaniano-. Y si quiere hacer lo otro, podría tener un par de
puestos vacantes para usted. le pasaré la información con el pago
de este trabajo. Señor Park, acompañe al señor Larsson con las
muchachas. Que tenga suerte señor Larsson, los tiempos están
cambiando y para mal.
El
oficial de inteligencia se levantó y le señaló la compuerta. Él
se encargó de llevar a Jörhk junto a las muchachas que sonrieron al
verle llegar.
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