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martes, 22 de septiembre de 2020

El mercenario (44)

El oficial humano que había dado el trabajo a Jörhk y llevaba el uniforme de teniente de navío, pero con la insignia de primer teniente, por lo que era la mano derecha del tharkaniano.

-   Ha montado un buen lío en Marte, señor Larsson -dijo el teniente-. Queríamos algo limpio y sencillo. Pero se ha decidido por pisar un avispero. Por lo visto la milicia está intentando ocultar que ha perdido un caza y muchos hombres. Los primeros informes hablan de grupos radicales en el barrio Berlín. La milicia será muy expeditiva en ese barrio, me temo.
-   He traído al profesor Trebellor a salvo y de una pieza, que es lo que querían, sin meter a la armada en el asunto, ¿no?
-   ¡No sé si se ha fijado que esta nave ha desintegrado una nave civil hace unos minutos! -espetó el teniente con vehemencia-. Las naves de guerra no pueden ir abriendo fuego contra naves civiles.
-   Pues a mi me ha parecido que era una nave pirata que se ha negado a rendirse ante una nave mucho más poderosa -indicó Jörhk-. De todas formas, seguro que esta nave habrá recibido la descripción de varias lanzaderas que han abierto fuego contra un transporte de combustible en la ruta de las gradas mercantiles.
-   ¿Pero que se cree usted… -comenzó a decir el teniente.
-   Teniente Colt, ya basta, así no vamos a llegar a nada -intervino el tharkaniano-. Supongo señor Larsson que sabe quién soy yo -Jörhk asintió con la cabeza-. En ese caso, creo que me gustaría escuchar su informe, señor Larsson. Claramente le pediré que me acompañe a una sala un poco más confortable. Pero lo primero, lo primero. Señor Thorn, puede acompañar al señor Trebellor al camarote donde están sus pertenencias.

Dos tenientes se adelantaron y se llevaron al profesor Trebellor que seguía medio ido. Se quedó el teniente del grupo de inteligencia y Colt.

-   Bueno, señor Larsson, si me quiere acompañar -indicó el tharkaniano, pero su tono era más una orden que una petición formal.
-   En la lanzadera hay tres muchachas, que tal vez requieran de algo de la hospitalidad de la armada -informó Jörhk, como si estuviese dando las nuevas a un oficial recién llegado al frente. Lo había hecho tantas veces en su vida que le era ya algo mecánico.
-   ¡Hum! -murmuró el tharkaniano, mirando al interior de la lanzadera-. Una humana y dos shirats. Bien, señor Colt, encárguese de que sean tratadas como ha dicho el señor Larsson, con toda la hospitalidad que la armada puede otorgar. Señor Larsson cuando esté listo venga conmigo.
-   Gracias -dijo Jörhk.

Jörhk regresó a la lanzadera y les explicó lo que iba a pasar a continuación. Él tenía que presentar su informe ante su superior y contratante, que era el tharkaniano. Ellas debían acompañar al humano, al teniente Colt, que seguramente las llevaría al comedor de oficiales de la nave. Cuando terminase de hablar, se volverían a encontrar con ellas. Ulvinnar y Diane estuvieron poniendo pegas, pues no se querían separar de Jörhk, pero las consiguió convencer.

Por fin, Jörhk volvió a salir y el capitán tharkaniano le hizo un gesto para que le acompañase. Aunque ahora Jörhk era un civil, más bien un mercenario, seguía teniendo muy presente sus viejas costumbres y solo respondía a las preguntas del tharkaniano. Este le preguntó sobre la historia de la lanzadera, pues no se solían ver ese tipo de naves en el territorio de la Confederación sobre todo en esta época de paz. Jörhk le contó cómo la había conseguido. La necesitó para sacar a su equipo tras una misión de sabotaje en una luna imperial. El tharkaniano estuvo escuchando con cierta curiosidad y alabó la acción. Incluso llegó a comentar que la armada había perdido a un buen soldado tras la última guerra. Tras ellos iba el oficial de inteligencia, silencioso y adusto.

Los pasos les llevaron hasta una sala de juntas, donde el tharkaniano tras indicarle que se sentase y obsequiarle con el refrigerio que pidiese, pero Jörhk prefirió no beber nada. Por fin llegó la hora de informar de todo lo que había pasado en el barrio Berlín. Jörhk se puso a contar como y donde había encontrado al profesor Trebellor. Cuando contó lo del tugurio de las sobrinas, el oficial de inteligencia no pareció reflejar ningún sentimiento, pero el tharkaniano no pudo evitar una mueca de desagrado incluso asco. En ese punto, el tharkaniano indicó que sus jefes recibirían una nota sobre los gustos del profesor, de cara al futuro. También estuvo atento a cómo se habían unido la muchacha humana y las dos shirats a su curioso grupo y sobre todo le preguntó a Jörhk que quería hacer con ellas. No tuvo ningún reparo en enviarlas de vuelta a su planeta junto a uno de sus hombres de confianza. hacía poco que se había instalado una nueva base militar en el sistema Shirat para acabar con el secuestro de shirats de su planeta.

-   Con respecto a las intenciones que parece tener de ahora en adelante, nosotros podríamos tener unos trabajillos extras -indicó el tharkaniano-. Creemos que son menos peligrosos o  complicados que el del profesor Trebellor, pero requieren pies de plomo.
-   Podría montar un pequeño equipo -pensó en voz alta Jörhk.
-   Un comando podría ser lo mejor, señor Larsson -asintió el tharkaniano-. Y si quiere hacer lo otro, podría tener un par de puestos vacantes para usted. le pasaré la información con el pago de este trabajo. Señor Park, acompañe al señor Larsson con las muchachas. Que tenga suerte señor Larsson, los tiempos están cambiando y para mal.

El oficial de inteligencia se levantó y le señaló la compuerta. Él se encargó de llevar a Jörhk junto a las muchachas que sonrieron al verle llegar.

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