Seguidores

martes, 1 de septiembre de 2020

El mercenario (41)

Para librarse de sus perseguidores, Jörhk optó por seguir a los transportes hacia las radas orbitales, pero cuando en las torres de control empezaron a llamarle, se salió de la ruta. No quería que la armada mandase un escuadrón de cazas. Justo cuando aceleró para poder salir de la ruta de transportes, por delante de un cisterna de combustible, las lanzaderas del LSH empezaron a disparar sus cañones ocultos. Esos idiotas alcanzaron al transporte cisterna y no a él, pensó Jörhk, solo faltaba que volaran uno de esos transportes. entonces no estaría solo escapando de del LSH, sino también de la armada. Lo que Jörhk no tenía ninguna duda es que los tripulantes de la cisterna tenían que estar quejándose a la torre, donde habría unos sorprendidos o unos alarmados controladores. debía alejarse de allí a toda prisa.

-   ¿Diane, me oyes? -preguntó Jörhk tras ponerse un adaptador de comunicación en su oreja izquierda-. Ponte el adaptador que hay en la torreta. Tengo que estar en comunicación contigo.
-   Aquí Diane -se escuchó la voz de Diane tras un rato en su adaptador.
-   Bien, Diane, nos alejamos de los transportes -informó Jörhk-. Prepara la torreta. Se usa muy fácil, usas tu cuerpo para girar la estructura hacia dónde crees que está el enemigo o se mueve este. Usa la pantalla de la consola para seleccionar tus blancos. Y cuando quieras disparar, aprieta los botones rojos. En la pantalla descubrirás dos niveles cuando hagas fuego. Es la disipación de calor. Deben estar en color verde para que puedas volver a disparar cada arma o las bloquearas. ¿Entendido?
-   Sí, jefe -asintió Diane.
-   En ese caso, ya puedes disparar a los que veas -ordenó Jörhk.

Las naves del LSH no habían abierto fuego tras su fallo en la zona de transportes, y ahora, aunque ya no había más naves civiles, pues se alejaban de las radas orbitales, parecían estar queriendo acercarse lo más posible, para evitar errores. Jörhk notó como salían los dos primeros disparos de Diane. Los sensores indicaron que habían pasado muy cerca de una de las lanzaderas, por lo que Jörhk se sonrió, Diane apuntaba bien.

Pero esos disparos iniciaron el ataque de las lanzaderas del LSH. Por lo menos cada una de ellas tenía un par de cañones pesados en la parte frontal. Jörhk tuvo que usar toda su pericia para esquivar la mayor parte de los disparos. Pero algunos les alcanzaron. Gracias a los escudos, la energía letal de los cañones enemigos fue absorbida por estos. Pero pronto, la agilidad de su nave iba a ser más importante que la fuerza bruta de las naves enemigas. Ya podía ver el cinturón de asteroides. Hacía mucho tiempo ya que el cinturón de Kuiper no era un problema para navegar por el sistema. Se habían abierto caminos, destruyendo o más bien minando los asteroides. Pero Jörhk tenía pensado internarse por un camino salvaje, de esa forma, sus perseguidores lo más seguro es que se rindieran. Pues el paso más cercano estaba muy alejado de allí.

Un grito de felicidad casi dejó sordo a Jörhk. Miró rápidamente su pantalla y los sensores le indicaban que una de las naves perseguidoras se estaba deteniendo y abandonando la persecución. Diane había acertado en algún punto crítico, porque los sensores le anunciaban que se había separado la cápsula de emergencia. Un poco después la señal de la nave desapareció de la pantalla, lo que quería decir que se había desintegrado.

-   ¿Eso es una nube de asteroides? -inquirió Ulvinnar señalando al cinturón de Kuiper, al que se acercaban a toda velocidad.
-   Es un cinturón, pero sí, son asteroides -afirmó Jörhk.
-   ¡Nos llevas a un cinturón de asteroides! -repitió alarmada Ulvinnar-. ¡Nos quieres matar!
-   Los que nos quieren matar son los que nos persiguen -recordó Jörhk-. Los asteroides sólo nos van a ayudar. No te preocupes que el cinturón de Kuiper no es nada para mi y esta lanzadera. He cruzado muchos cinturones y nubes de asteroides más complicado que estos, con fuego cruzado enemigo. Así que tranquilizate y callate.
-   ¡Estas loco!
-   ¡Bah! Es posible que no tengamos que llegar a este extremo, pues Diane ya se ha cargado una nave -quitó hierro Jörhk-. La muchacha tiene buen pulso y aprende rápido. Pero ahora, Ulvinnar, chitón.

La shirat estuvo a punto de decir algo más, pero la expresión de Jörhk la obligó a callarse. Era mejor dejarlo, pues el hombre era terco a no más poder. Y la verdad es que hasta ese momento, las estaba protegiendo a ella y a su hermana. Pero la visión de los asteroides, haciéndose cada vez más y más grandes, le estaba aterrando. La verdad es que no se podía quejar de que Jörhk sabía manejar bien la lanzadera y parecía que esta era muy ágil navegando. Por lo menos cuando habían usado el último transporte para alejarse de sus perseguidores, había visto la maniobrabilidad de la lanzadera. Pero los asteroides siempre eran peligrosos, demasiado. Y tras ellos había menos para esconderse que ante ellos. No podía descifrar qué era lo que tenía en la cabeza Jörhk.

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