Seguidores

sábado, 12 de septiembre de 2020

Ascenso (44)

Ofthar se levantó del catre antes de que tuviera que marcharse Mhista a llevar a cabo su misión. No había dormido demasiado, pero era algo que siempre le pasaba antes de una batalla. Le pasaba cuando solo era un guerrero más y también ahora, cuando las vidas de sus hombres dependían de sus órdenes y sus reflejos. En la sala de audiencias aún quedaba algo de cerveza de la noche anterior y algo de comida, fría pero que le llenó la tripa.

Al salir de la sala de audiencias descubrió a Rhennast, dormido en una silla, tapado con una manta. Roncaba con ganas. Les hizo una seña a los soldados de que le dejasen descansar e indicó que iba a lo alto de la torre. Su aparición allí sobresaltó a los centinelas, pero Ofthar les dijo que no le hiciesen caso, aunque estaba seguro que su presencia les tenía intimidados.

Se acercó al borde desde el que se veía los canales y el puerto de la aldea. Las aguas del pantano casi no se veía, pues hacía una espesa niebla. Cuando saliese el Sol se disiparía, pero ahora le vendría muy bien para sus planes. Un ejército que se había aproximado con la bruma, eso pensaría Whaon. Enviaría tropas de apoyo que morirían en el puente. Y por otro lado, Mhista se acercaría a los barcos enemigos en total silencio.

Rhennast apareció en las almenas de la torre, con una cara de enfado, en parte porque se había quedado dormido y por otro lado, porque Ofthar se había marchado sin avisarle. Las precauciones del jefe de su guardia eran muchas y en otros lugares podían tener sentido, pero en esa fortaleza, rodeado de sus soldados, veía difícil que alguien quisiese atentar contra su vida. En ocasiones, Rhennast se extralimitaba en su quehacer, o eso pensaba Ofthar.

-   Ya se va Mhista -anunció Ofthar, viendo partir los dos barcos, manejados por media docena de hombres cada uno y llevando unas canoas atadas en sus popas-. Es hora de ir despertando a los hombres. En una hora habrá que solicitar apoyo al señor Whaon, pues el ejército del malvado Ofthar estará ante las murallas.
-   Ya has oído -le dijo Rhennast a uno de los centinelas-. Busca a Orot y Elthyn, que despierten a los hombres.
-   Sí mi señor -asintió el centinela, marchándose por las escaleras hacia abajo, dejando más sitio al otro para alejarse de los jefes.
-   Podías haber ido tú a avisar a los hombres -murmuró Ofthar a Rhennast.
-   Mi deber es protegerte a toda costa, mi señor -aseguró Rhennast, que añadió-. Aunque parece que tú eres el que más te opones a ello. Cualquiera diría que te gusta el peligro.

Ofthar en vez de responderle, se rió a carcajadas, pues no quería discutir con Rhennast, el cual no se había quejado por ello en otras ocasiones. Prefirió ver lo que ocurría en su fortaleza. Los hombres fueron saliendo del interior de la torre, así como de las tiendas que habían levantado. En las forjas y los establos también habían dormido unos cuantos. Los arqueros del thyr se fueron distribuyendo por las empalizadas y torres, sentándose en el suelo, para no ser vistos, solo los centinelas tenían que dejarse ver. Simulaban que patrullaban las empalizadas, buscando un enemigo irreal.

-   Mi señor -avisó el vigía, señalando al suroeste.
-   Rhime y Elthero son puntuales -dijo Ofthar-. Que los centinelas empiecen a moverse como gallinas asustadas. Prepara las señales para Whaon. Advertir a Elthyn que tome su posición en la puerta del puente.
-   Sí señor -dijo otro centinela que había aparecido al poco, junto a cuatro o cinco, que se habían sentado en el suelo.

Tal y como se había ensayado, para hacer creer a los vigías del otro lado del canal que algo pasaba. Los centinelas parecían asustados, dando la alarma y señalando a algo que se acercaba por el suroeste. Si los vigías no estaban dormidos, ya habían ido a avisar a Whaon de lo que ocurría al otro lado del canal. Pronto tendría que hacer las señales con antorchas, para pedir refuerzos, tal y como Thabba había asegurado que era. Dudaba que lo que les había revelado fuera falso, Orot lo comprobó y Thabba gritó de dolor, era imposible que alguien pudiera soportar tanto dolor.

Ofthar vio como cruzaba Elthyn por el patio de armas exterior, seguido de guerreros y arqueros, que se separaron a cada lado de la puerta del puente abierta y con el puente levadizo bajado, otra prueba más que requerían ayuda. Cuando alcanzó su posición en las almenas de la puerta, Ofthar ordenó hacer la señal de alarma. Los centinelas sentados se pusieron de pie y comenzaron a oscilar una serie de antorchas. Dado que la bruma se había disipado lo suficiente, Ofthar no tuvo problemas en ver a un jinete que marchaba hacia el campamento de Whaon, donde pronto empezaron a verse luces y movimiento. En poco tiempo, saldrían los refuerzos esperados y para ese momento, tendría que escucharse algo desde la cala y verse el incendio de los barcos de los Mares. La espera era tediosa cuando no podías estar haciendo nada. Pero ahora él era el señor y debía permanecer impasible mientras otros se jugaban la vida para hacer lo que él ordenaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario