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martes, 29 de septiembre de 2020

El dilema (43)

La instrucción de la mañana había sido dura, incluso para Alvho, que normalmente estaba exento por su posición de segundo de Selvho. Estaba recuperando el aliento, cuando un guerrero, un ordenanza del tharn Aurnne se acercó a Selvho. Habló con él algo y se puso casi de inmediato en marcha. Selvho se quedó mirando al guerrero al marcharse, pensativo, tras lo que se volvió a Alvho. 

-    El tharn Aurnne nos convoca inmediatamente en su tienda -anunció Selvho. 

-    ¿Nos? -inquirió Alvho. 

-    Parece que nos convoca a los dos, amigo -indicó Selvho-. Al final parece que le has caído simpático al tharn. Vamos a la tienda a refrescarnos y no le hagamos esperar. 

-    Que así sea -aseguró Alvho, bastante desconcertado por ser llamado ante el general en persona.

Selvho dejó a los reclutas en manos de sus dos hombres de confianza y se puso frente a Alvho, que le seguía en silencio. Alvho tenía un mal presentimiento de esta llamada por parte del tharn. Pero prefería tener su boca cerrada, porque era mejor callarse sus miedos ante Selvho. Su relación con Selvho se podría deteriorar si hacía de menos al tharn Aurnne, ya que el viejo soldado tenía idealizado al viejo general.

No tardaron mucho en asearse. quitándose el sudor del entrenamiento y se presentaron ante la tienda del tharn. Selvho se presentó al guardia de la entrada y les indicaron que esperasen. Al poco fueron llamados por el ayudante del tharn, que les hizo pasar al interior de la misma. Dentro, había muebles y algunas comodidades que no tenían ellos. Pero lo que más le interesó a Alvho fue que aparte de esas comodidades, la mayoría de las cosas que había allí dentro le hacían ver al tharn Aurnne como un guerrero de vida espartana. Había visto tiendas de tharns y therks más jóvenes que Aurnne que no podían prescindir del lujo en las campañas militares.

El ayudante les señaló un par de taburetes, cerca de una mesa redonda llena de papeles y mapas. Selvho no se sentó y Alvho le imitó. El ayudante les indicó que esperasen y se marchó. Los dos hombres se mantuvieron en un silencio sepulcral. Mientras Selvho mantenía la mirada fija en algún punto de la tela de la tienda, Alvho prefería echar miradas a lo que le rodeaba. 

-    Gracias por venir tan rápido como habéis podido -dijo la voz de Aurnne a sus espaldas, lo que hizo que ambos se dieran la vuelta-. Hoy está siendo un día bastante desastroso. ¿Supongo que ya estaréis enterados del problema? 

-    ¿El problema? -repitió Selvho. 

-    ¡Hum! Selvho, mejor deja hablar a tu segundo -pidió Aurnne-. Te he hecho venir porque quedaba un poco raro que le hiciese venir solo a él, aun hombre que no es ni un therk. Sé que eres un gran guerrero, como lo soy yo, pero ambos somos viejos. ¿Cuál es el problema, Alvho? 

-    Habéis recibido un mensaje de Thymok -respondió Alvho-. desde Thymok os ordenan cruzar el gran río y llevar a cabo la misión. Creen que tenéis hombres suficientes para ello. Pero vuestro problema real es que no queréis llevar a cabo esa orden. 

-    Tenéis un segundo muy listo, Selvho -dijo Aurnne. 

-    Pero también tenéis el problema del puente -prosiguió Alvho-. El mensajero de Thymok ha llegado después de que la obra haya colapsado. Ahora dudáis si es mejor ajusticiar al jefe de obras, para de esa forma impedir que se enteren en Thymok que le habéis presionado para que ralentice las obras. Incluso podría hacer llegar a los oídos de Dharkme que habéis mandado a varios de vuestros más leales guerreros a sabotear la construcción. 

-    ¿Cómo sabes eso? -quiso saber Aurnne, sorprendido por las palabras de Alvho. 

-    Me lo había figurado y ahora vos me lo habéis confirmado -explicó Alvho-. Nuestra conversación a primera hora me ha ayudado a pensar así. 

-    En ese caso, ¿qué debería hacer ahora? -preguntó Aurnne. 

-    Dejadme pensar -pidió Alvho.

Alvho se quedó pensativo durante unos minutos. Selvho siguió silencioso, mirando a algún punto de la tienda y Aurnne tomó uno de los taburetes, lo colocó junto a la mesa y se sentó. Tras eso miró a Selvho.

-    Selvho, puedes sentarte y esperar -le señaló otro de los taburetes-. Los soldados viejos ya no podemos ser como los jóvenes. Algo te pasa por la cabeza. Dilo sin miedo. 

-    ¿Alvho tiene razón con lo del puente? 

-    Te parece raro, ¿verdad? -inquirió Aurnne, pero al ver que Selvho no le iba a responder, suspiró-. Selvho, no sé si te has visto al espejo. Ambos somos unos viejos. Yo ya no quiero ir a otra guerra. Esperaba morir en mi cama. Pero ahora al señor Dharme le da por hacer una guerra. Porque eso es lo que es, una guerra. No vamos a pegarnos por unos metros de campo, contra algún vecino o los cuervos negros. No, vamos a tocarles los huevos a los del otro lado del río. Y menudo ejército, muchos tan viejos como nosotros y los otros unos jóvenes imberbes. Y lo peor, la mayoría no han usado un arma noble en su vida. No Selvho, eso no es un ejército. Piénsalo, nos mandan a nosotros porque ya no servimos de nada, no van a mandar guerreros diestros, no.

Selvho iba a contestar, pero prefirió callarse y esperar la respuesta de lo que Alvho estuviese pensando.



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