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sábado, 3 de octubre de 2020

Ascenso (47)

Ofthar había reunido a su estado mayor en el primer piso de la torre, ya que allí había una sala lo suficientemente grande para todos. Aparte de Rhennast, Orot, Rhime, Elthyn, Maynn, Elthero, estaba también Rheynnar, todos sentados en sillas, alrededor de una gran pieza de madera, sobre unos caballetes. El clamor de los guerreros del exterior anunciaron la llegada de Mhista y Elther. Ambos iban acompañados por un tercer hombre, de facciones duras, unos cincuenta años, con el pelo corto y gris.

-   ¡Mhista! ¡Elther! ¡La victoria es nuestra! -les recibió Ofthar con los brazos abiertos.
-   Lo es mi señor -aseguró Mhista, que se había limpiado el hollín de la cara, al igual que Elther, para estar más presentables.
-   Pero contadnos vuestra proeza -pidió Ofthar, señalando unas sillas libres, la comida y la bebida-. ¿La flota ha sido destruida?
-   Cuando nos alejábamos las llamas consumían la mayoría de los barcos -afirmó Mhista con una sonrisa provocadora, mientras pasaba sus ojos por los presentes, aunque se quedaban siempre un rato detenidos en los de Maynn-. De todas formas, hundimos el segundo barco donde los guías indicaron, no podrán salir navegando de esa rada. No sin sacar el barco del fondo. Y si lo intentan estarán al alcance de nuestras flechas.
-   En ese caso se ha neutralizado el gran poder de los refuerzos del señorío de los Mares -indicó Ofthar, alegre, tanto que pasó por alto las miradas de Maynn y Mhista, aunque sabía que otros de los presentes tomaban nota de ellas-. Y encima hacéis prisioneros.
-   No era nuestra intención, mi señor, pero me apiade de ellos -explicó Mhista-. Los pobres saltaban al agua, intentando huir del infierno que se habían convertido los barcos. Quiero presentarte a Whywer de Tharnel, comandante de la flota.

Los presentes miraron al hombre, con una cara de respeto y de pena. Muchos sabían que aunque hubiera sobrevivido a las llamas, cuando regresase a su tierra, tendría que informar de la pérdida de los barcos, además de que se le recordaría por haber sido hecho prisionero por el enemigo sin llevar un arma en la mano.

-   Sed bienvenido a mi corte -dijo Ofthar, inclinando la cabeza en señal de respeto.
-   Supongo que vos sois el general enemigo -indicó Whymer, con voz firme, pero llena de pena.
-   Se podría decir -asintió Ofthar-. Yo soy el señor de los Ríos, Llanuras y Prados, Ofthar de Bhalonov, hijo de Ofha.
-   Mi señor -murmuró Whymer, sorprendido por la identidad de su interlocutor, pues no había llegado a pensar que estaba ante el líder supremo de las fuerzas enemigas-. ¿Puedo haceros una pregunta, mi señor?
-   Claro.
-   ¿Vos ideasteis el ataque por el canal? -inquirió Whymer.
-   Sabía lo peligroso que iba ser vuestra flota para mi guerra -contestó Ofthar, que no veía porque no podía hacerlo. Whymer era un hombre derrotado, pero tal vez eso sería un alivio para él-. Ordene a mi senescal que se encargase de incendiarlos. Si ya no podíais mover a vuestros guerreros por los canales, serían más una carga para Whaon que una ayuda.
-   Bueno, ahora no serán nada para nadie -murmuró enigmático Whymer, que al ver las caras de ignorancia de los presentes, añadió-. En la aldea, Whaon no tenía sitio para mis hombres. La mayoría dormía en los barcos cuando empezó el fuego. La gran parte de mi ejército se ha convertido en cenizas junto a los barcos. Pocos habrán alcanzado el agua y menos habrán llegado a la playa. Vuestra estrategia no solo ha acabado con los barcos, sino también con el ejército.

Los allí presentes se quedaron mirando a Whymer. Ahora entendían que estuviese tan afligido. No solo había perdido la flota, sino al ejército. Cuando volviera ante su señor, sus culpas se expondrían. Su vida se había terminado en el mismo momento que el fuego comenzó a devorar madera y almas.

Pero lo importante ahora no es que ese comandante lo fuera a pasar mal, sino que Whaon no tenía con qué defender su tierra ante una invasión de castigo. Había que dar su siguiente paso, uno que Ofthar ya tenía pensado. Uno muy atrevido pero que podía resolver la guerra sin derramar más sangre que la del propio Whaon. Ofthar miró a Maynn y esta asintió con la cabeza. Era la última parte del trato que había negociado con ella, la parte que Mhista no había oído y que dudaba que ella le hubiera comentado en sus sesiones de cama. Era la que la haría convertirse en la mujer más poderosa del señorío de los Pantanos y tal vez de todos los señoríos del sur. Pero según lo que pensaba Ofthar, era un camino donde Mhista ya no era necesario, pues dudaba que su amigo aceptase de buen grado permanecer en el anonimato, alejado de la luz.

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