Ante
la sorpresa que había provocado las palabras del comandante de la
flota enemiga, Ofthar se puso en movimiento. Ordenó que llevasen a
Whymer con el otro prisionero, en la antigua alcoba del therk Thabba.
Se les dejaría en libertad una vez que hubiera paz entre ellos y los
Pantanos, tras lo cual, les dijo a Elthyn y a Maynn que salieran con
él, tenía que darles sus siguientes instrucciones, no había tiempo
que perder. Mhista hizo el amago de ir con ellos, pero Ofthar le
indicó que se podía quedar con Rhime y el resto.
Ofthar
y los otros dos salieron de la torre, con el señor delante y se
dirigieron hacia los establos.
- Es
hora de poner fin a la guerra -les dijo Ofthar-. Vais a cruzar el
puente con banderas de tregua. Os presentaréis ante los tharn de
Whaon que queden y les indicaréis que si no se rinden cruzaremos el
ejército e invadiremos los Pantanos.
- Pero
eso no es lo que me habías prometido -se quejó Maynn.
- Mira
Maynn, hay que meter el miedo a tus compatriotas -se encaró Ofthar
con la mujer-. Si vas con el cuento de un tregua, Whaon no se
entregará y tú no podrás alcanzar tu objetivo. En el fondo yo no
tengo ganas de invadir tu señorío, pero debemos hacer pensar que
sí va a ocurrir. Pero todo esto se lo tienes que hacer llegar tú,
Elthyn, pues tú eres el gobernador de Isma. Tú, Maynn, vas como
prueba de mi deseo de una paz y que trato bien a los tharns que se
rinden.
- Entiendo
-murmuró Maynn poco convencida.
- Debéis
mostrarles el palo antes que la zanahoria -prosiguió Ofthar-.
Elthyn, les dirás que la guerra seguirá a menos que se rindan,
entreguen a Whaon y su familia y al vil Velery, el traidor. Si están
a favor de la paz, lo harán, pues no querrán un ejército
destruyendo sus casas y quemando sus campos.
- Así
será, mi señor -asintió Elthyn-. Si acceden a la paz, ¿qué he
de hacer?
- Les
dirás que deberán crear una comisión de tharns y señores, que
bajo banderas de paz, se les permitirá cruzar el puente y la
fortaleza. Levantaremos una gran tienda al otro lado, en los campos
y allí se llevará a cabo la negociación para el fin de las
hostilidades. Debes dejar claro que solo su compromiso con la paz me
hará ser magnánimo, pues quiero justicia por los súbditos de los
Prados muertos y los abocados al hambre durante el próximo
invierno.
- Haré
lo que pueda.
- No
te preocupes, Elthyn, Maynn te ayudará en lo de convencerlos de que
se unan a la negociación, ¿verdad Maynn? -aseguró Ofthar. La
mujer asintió con la cabeza-. Cuando volváis os reuniréis conmigo
a solas para informarme de lo que se ha dicho y lo que habéis
hecho, sobretodo tú, Maynn. Ahora marchaos. Elthyn, que os
acompañen una docena de guerreros de escolta.
Elthyn
y Maynn se marcharon de allí. Elthyn se encargó de preparar la
escolta y Maynn de limpiar el puente del resto de abrojos, así como
de los cuerpos de los muertos. Cuando hicieron un pasillo, pudieron
marchar al otro lado. Ofthar estaba en lo alto de la puerta del
puente cuando llegó Rhime.
- ¿Crees
que esos dos serán lo suficiente hábiles para convencer a los
tharns de los Pantanos para traicionar a su señor? -preguntó
Rhime, observando cómo la comitiva, bajo una bandera blanca dejaba
el puente y se internaba hacia la aldea, de donde aún nacía una
humareda, menos densa que antes.
- Maynn
es muy ambicioso, hará todo lo posible para llevar a cabo su plan
-indicó Ofthar-. Los convencerá. Así que lo mejor es que hagas
levantar una gran tienda para los enviados de los Pantanos, así
como un carro para llevar al señor Whaon y a Velery de vuelta a
Isma. El verdugo les espera.
- Espero
que estés en lo cierto, no me gustaría tener que invadir los
Pantanos -señaló Rhime.
- No
pienso invadirlos, ni pasarme el verano ahí enfangado. Haríamos
ataques rápidos para quedarnos con su alimento y las pocas riquezas
que posean. No sé cuánto podrán aguantar con ese tipo de guerra,
pero por lo menos nosotros recuperaríamos lo que han destruido en
los Prados -explicó Ofthar-. Una cosa más, retira todos los
muertos del puente. Dejáselos en su ribera, que se encarguen ellos
de sus muertos. Que no les roben las pertenencias, será un gesto de
buena voluntad.
- Como
desees, mi señor -afirmó Rhime, que se fue a llevar a cabo lo que
Ofthar había ordenado.
Ofthar
se quedó un rato observando como guerreros, protegidos por las
atentas miradas de otros camaradas y los arqueros, iban levantando a
los muertos enemigos y los iban cargando hacía la orilla enemiga,
donde los iban depositando con gran parsimonia y respeto. Tras un
rato y al ver que aun Elthyn y Maynn tardarían en regresar, se fue a
la torre, a sus dependencias, a descansar, pues se lo tenía bien
merecido. Rhennast ya le avisaría de la llegada de sus embajadores,
ya que estaría en la puerta de la sala de reuniones.
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