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martes, 6 de octubre de 2020

El dilema (44)

 

Mientras pensaba en la respuesta a la pregunta del tharn, Alvho estuvo observando las reacciones faciales de Selvho. Sin duda su amigo no veía bien cómo había envejecido su héroe, el tharn Aurnne. Para Selvho no había nada como el honor y Aurnne lo estaba pasando por el lodo. Lo que Aurnne llamaba vejez, Selvho solo lo veía como la cobardía del que se ha dormido en los laureles pasados. Pero la propia sensatez de Selvho le impedía hablar de lo que pensaba. Alvho sintió pena por su amigo y como destruía la imagen que tenía de su viejo comandante. Sabía que la respuesta que le iba a dar a Aurnne iba a disgustar con creces a Selvho. 

-    Creo que estais en una encrucijada muy peliaguda, mi tharn -habló por fin Alvho-. Si dejáis con vida al maestro de obras, pronto le irá con el cuento a Dharkme y tendrás muchos problemas. Si ejecutas al maestro de obras, será por sus errores y quedareis bien ante nuestro señor, pero los obreros se enfadarán. Están muy ligados a su líder. Con un poco de suerte se pueden negar a seguir reconstruyendo el puente. En ese caso tienes las manos libres para quejarte al señor Dharkme que los obreros se niegan a trabajar. Podrás retrasar en parte la obra y la misión. Pero lo más seguro es que desde Thymok te lleguen otras órdenes. 

-    ¿Qué otras órdenes? -se interesó Aurnne. 

-    Puedo especular, pero los estrategas de Dharkme o tal vez el druida, decidan que lo mejor es una invasión naval -indicó Alvho-. Y eso te pondría en peor situación que la actual. 

-    ¿Por qué? 

-    Muy sencillo, tendrás que hacer cruzar al ejército al otro lado del río, sin el puente terminado -señaló Alvho-. Una vez allí deberás construir o reconstruir los antiguos baluartes y unos campamentos en condiciones, no como este. Pronto las tribus se darán cuenta de lo que pasa y harán acto de presencia. Entonces sí que estaremos jodidos, pues no podremos usar el puente para regresar aquí. 

-    Pero podremos usar los barcos para regresar -dijo Aurnne. 

-    Siempre que el río esté calmado y no estamos bajo ataque -aseguró Alvho-. No sé si alguna vez habéis intentado hacer una evacuación con naves, con oleaje y bajo ataque enemigo. Por vuestra cara no. Yo tampoco, pero he leído la crónica de la guerra contra los Cuervos Negros y el sitio de la ciudadela de Aulklan. El ejército del señor Thabhalan II, de mil hombres se vio rodeado por los Cuervos Negros cuando sitiaba la ciudadela. Pudo escapar por el río, mucho más pequeño y pacífico que este, y aun así perdió cuatrocientos hombres al intentar evacuar a sus hombres, bajo un ataque atroz de los Cuervos Negros. 

-   ¿Y con el puente terminado? 

-    También será muy peligroso, pero se podrían perder muchos hombres -auguró Alvho-. Esta empresa está marcada a ser una locura sangrienta, sobre todo con este ejército de desecho. Pero aun así, creo que debéis matar al jefe de obras, sabe demasiado de vuestras artimañas para boicotear las obras de construcción. 

-    ¿Y quién podría matarlo? -dejó caer Aurnne, que cada vez tenía claro que la opción de matar al jefe de obras era la más obvia. 

-    Debe parecer un terrible accidente -indicó Alvho-. ¿Tenéis a alguien experimentado en vuestras filas para llevar a cabo una tarea así? 

-    ¿Por qué es necesario matar al jefe de obras? -intervino por fin Selvho, algo que ya preveía Alvho que ocurriese. 

-    A veces creo que los soldados no sois capaces de entender lo que os rodea -se burló Aurnne, lo que hizo removerse a Selvho-. Si le dejo vivo se chivara al señor Dharkme de que yo hice que se desmoronase un gran sillar, que ha hundido una de sus barcazas y hallan muerto un par de obreros. Pero si lo ejecutó públicamente por su supuesta torpeza y lentitud, los obreros se quejaran, pasándome lo mismo que si el maestro se hubiese chivado. Pero si es un accidente, yo tengo las manos limpias por todos lados. Desgraciadamente, yo no tengo entre mis colaboradores más leales a un asesino tan hábil como para que parezca un asesinato, ¿o ahora sí? 

-    Siempre he dicho que hablar de forma poco cortés y beber demasiado pueden llevar a la muerte -indicó Alvho. 

-    Yo también lo creo -asintió Aurnne, que sonrió, añadiendo-. Pueden regresar a sus deberes.

Tanto Selvho como Alvho inclinaron la cabeza como signo de respeto y salieron de la tienda. Caminaron ambos en silencio, alejándose de allí. Cuando a Selvho le pareció que se habían ido lo suficientemente lejos, se volvió a Alvho. 

-    ¿Vas a matar a ese hombre? -preguntó Selvho. 

-    Voy a matar a los dos. 

-    Esta bien, los cobardes no merecen vivir -asintió Selvho, poniéndose a andar otra vez.

Los dos siguieron hasta la tienda de ambos, en silencio, no volvieron a hablar de lo ocurrido en la tienda, solo abriendo la boca para hablar de la situación de la mesnada, del equipamiento y de la futura guerra. No hablaron ni del puente, ni del accidente de la mañana ni de lo que Alvho fuera hacer por la noche. Selvho creía que cuanto menos supiera del asunto mejor.

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