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sábado, 24 de octubre de 2020

Ascenso (50)

A la mañana siguiente, Ofthar fue despertado por Rhennast, anunciando que de la aldea había partido una columna de jinetes y carros. Muchos de ellos llevaban estandartes blancos que se mecían con la suave brisa que soplaba del norte. Ofthar se lavó, se preparó, vistiéndose con sus mejores ropas y su armadura pesada. Desayunó algo y se fue a dirigir el recibimiento a los mandatarios enemigos. Rhime ya lo tenía todo listo. Había colocado a guerreros y arqueros de guardia, pero parecían lo mejor del ejército.

Entre la fortaleza y las tiendas donde se iban a llevar la negociación, había un par de regimientos en formación, para mostrar su poderío militar. Era la hora de mostrar lo que podía ocurrir si seguía la guerra. De sacar pecho y claro está engañar al oponente. Rhime había hecho levantar tres campamentos de campaña, en los campos cercanos. En ellos había multitud de tiendas, muchas de ellas vacías. pero de lejos no se sabía. Había centinelas en todos ellos y otros haciendo instrucción. Los mejores arqueros practicaban en dianas bien visibles. El enemigo vería un espectáculo que se les helaría la sangre.

Por orden de Ofthar, Maynn cruzó el puente con una docena de jinetes, con telas blancas en sus lanzas. Recibirían a la comitiva. Maynn habló con el tharn que la dirigía, un hombre de barba blanca, que parecía demasiado mayor para ser un guerrero. Cruzaron juntos, tras ellos la escolta de Maynn y después el resto de la comitiva. Ofthar ya se había trasladado a la tienda, junto con su guardia, Rhennast a la cabeza, Mhista y Rhime, Elthyn y Elthero, Rheynnar y otros tantos líderes.

Dentro de la tienda, habían colocado una peana, donde estaba el sillón de Ofthar, en el punto más alto, con dos sillas a cada lado, una para Rhime y otra para Elthyn. Mhista debía permanecer de pie. Había más sillas a los lados del trono, para el resto de asesores y gobernadores. La guardia estaba dispuesta por toda la sala y Rhennast detrás de su señor, también de pie. Para los tharns menores se habían dispuesto bancos corridos. Uno de los lados estaban ocupados, mientras que lod del otro vacíos, a excepción de dos hombres, el comandante Whymer y el capitán Thelveer, a la espera de que llegasen el resto de sus ocupantes. En los lados de la tienda se habían colocado barriles de cerveza, mesas con comida y jarras. También había un pequeño ejército de siervos dispuestos a agasajar a los allí congregados.

Ofthar no pudo ver las caras que pusieron los miembros de la comitiva de los Pantanos al cruzar la fortaleza y los regimientos de guerreros del exterior, pero se lo contaron. En sus rostros se reflejaban por igual el asombro y el estupor. Muchos aseguraban que veían el miedo en sus ojos. La jugada de Rhime había sido acertada y los de los Pantanos no dudaron que había un gran ejército de invasión listo para cruzar el canal. Cuando llegaron ante las tiendas, rodeadas por estandartes rodeando las mismas, aparecieron siervos que se hicieron cargo de los caballos.

Maynn descabalgó la primera y se acercó a la tienda. los guardias que había en la puerta abrieron los pliegues, permitiendo el paso. Ofthar hizo un gesto para que los asistentes guardaran silencio al verla entrar. El hombre de la barba blanca fue el primero en entrar.

-   ¡El tharn Rhevee de Hernnu, mi señor! -anunció Maynn-. Será el interlocutor por parte del señorío de los Pantanos.
-   Sed bienvenido a esta reunión, Rhevee de Hernnu -invitó a pasar Ofthar, levantándose de su sillón y haciendo un gesto cordial para que se adelantara.

Rhevee anduvo con paso firme hacia la peana y cuando estuvo junto a ella, hizo una inclinación de cabeza como gesto respetuoso. Maynn iba andando tras sus pasos.

-   Es un honor ser recibido por vos -afirmó Rhevee con mucho respeto.
-   Yo, Ofthar de Bhalonov, señor de los Ríos, Llanuras y Prados, os he convocado para llegar a un acuerdo y detener esta guerra que a nadie trae ya beneficio -dijo Ofthar con voz calmada y mucha flema-. Que sean bienvenidos el resto de tharns de los Pantanos. Pero os pedí que los causantes de tanta insensatez estuvieran presentes ante mi.
-   No lo hemos olvidado -aseguró Rhevee e hizo un gesto a unos hombres que estaban en la entrada.

Los ojos de todos los presentes se mantuvieron fijos en la entrada de la tienda. Dos hombres arrastraban a un tercero que cojeaba a causa de un vendaje en una de las piernas. Iba con las manos atadas a la espalda y sus ropas estaban desgarradas. Tenía la nariz rota, con un rastro de sangre seca bajo ella, y varios moratones en su cara, así como un párpado hinchado. Tras él entró un muchacho, de unos quince años, con un ojo morado y que miraba a todos lados con una cara de miedo. Le seguían tres mujeres, una de veinte años, guapa y delgada, otras de parecida edad con el muchacho. Cerrando la marcha entró Velery, de parecida guisa que el primer hombre, con los restos de haber sido golpeado con ganas.

Ofthar observó cómo los iban sentando en la primera bancada. Detrás de ellos los guerreros y algunos tharns más que el propio Rhevee fue presentando. Unos eran demasiado jóvenes y otros demasiado viejos. Todos tenían poca pinta de guerreros, lo que indicaba que Maynn había dicho la verdad, esos hombres habían recibido el cargo de tharn para suplir a los que habían muerto en la guerra.

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