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martes, 20 de octubre de 2020

El dilema (46)

Alvho no tuvo que esperar mucho. Un hombre que parecía un cantero, por la vestimenta y la cara de tristeza. Los guardias le hicieron esperar, lo que pareció hacer que los nervios del hombre se crisparan. Aún así, guardó las formas y esperó a que le dejasen pasar. No tardó mucho en dar su mensaje y salió como un alma perseguida por Bheler. Alvho esperó un poco y se dirigió a la entrada de la tienda. 

-    ¡Alto! -le ordenó uno de los centinelas-. ¿Quién eres y qué quieres? 

-    El tharn me espera -indicó Alvho-. Soy su amigo de las sombras. Decidle eso y él me dejará pasar. 

-    ¿Su amigo de las sombras? -repitió el centinela extrañado-. No me gusta esta respuesta. Te estás riendo de mí. Dime tu nombre o recibirás una serie de golpes. 

-    Tú dile mis palabras al tharn y ya verás -le aconsejó Alvho, como un padre a un hijo, lo que enfureció más al centinela. 

-    Como el tharn no te reconozca desearás no haber nacido, gallito -advirtió el centinela, que miró al otro-. No dejes que se escabulla. Quiero castigarle yo mismo en persona. Ahora vuelvo.

El centinela entró en la tienda y regresó al poco serio, pero asqueado. Miró a Alvho y le hizo una seña para que pasase al interior. 

-    Parece que sí que esperaba a su amigo de las sombras -se burló Alvho cuando pasaba entre los centinelas. 

-    Eso parece -se limitó a responder el centinela.

El tharn le esperaba vestido aún con la ropa de cama, sin la cota de malla y el resto de la armadura. La noticia de la muerte del maestro de obras le había pillado durmiendo. No se había arreglado nada para recibir a Alvho. 

-    Que forma de despertarse, que noticia más inesperada, pobre maestro de obras -ironizó sonriente Aurnne. 

-    Sí, mi señor, siempre es un peligro internarse por unos embarcaderos resbaladizos cuando has bebido demasiada cerveza -asintió Alvho, que empezaba a disgustarle en demasía la soberbia de ese tharn. Estaba cada vez más seguro que no era la mejor opción para internarse en las praderas salvajes con alguien como él-. El pobre se ha roto el cuello, por lo que he oído por ahí. Supongo que deberéis informar de tal tragedia a Thymok. Se necesitará que se envíe a algún nuevo maestro de obras para que se den los plazos. 

-    Sí, tendré que escribir una carta al señor Dharkme -asintió Aurnne-. Queréis beber algo, yo necesito mojar el gaznate. 

-    Claro -afirmó Alvho y se acercó a la mesa donde había una jarra con cerveza-. ¿Cerveza de esta jarra? 

-    Sí, es de mis tierras, la mejor del señorío -aseguró ufano Aurnne-. Estoy haciendo que me traigan toneles de mis despensas. No voy a tomar el mismo aguachirri que os sirven a vosotros. 

-    Claro que no, vos sois nuestro tharn -Alvho sabía cómo tratar a los nobles idiotas. Mientras hablaban, echó un polvillo al vaso del tharn. Los llevó hasta donde estaba el tharn y le dio el vaso. Esté se lo quitó de malas formas, con arrogancia. 

-    ¡Por mi buena suerte y por nuestra amistad! -dijo Aurnne, chocando el vaso con el de Alvho y bebiendo el contenido de un trago-. La mejor cerveza. 

-    Sí está buena -se limitó a decir Alvho, al tiempo que dejaba el vaso, al tiempo que tosía y carraspeaba. 

-    Demasiado buena para tu gaznate -se burló Aurnne, riéndose. 

-    Demasiado buena para el tuyo -indicó Alvho, pero con un tono parecido a la voz de Aurnne-. Aún no está bien del todo. 

-    ¡Por Ordhin! Eres un hombre lleno de talentos, esa parecía mi voz -advirtió Aurnne asombrado-. Podrías hacerte pasar por mí y nadieeeee….

La voz de Aurnne se volvió aguda hasta convertirse en un hilillo. Las rodillas empezaron a fallarle y Alvho le ayudó a sentarse en uno de los taburetes al lado de la mesa. El vaso de cerveza se le cayó de la mano y los ojos se quedaron abiertos de par en par. 

-    Es curioso, mi amigo de las sombras lo letal que puede ser la cerveza -dijo Alvho con la voz exacta de Aurnne-. Pero por ahora solo serás como una estatua. Escucharás todo lo que pase, verás lo que haga. Pero no te preocupes, porque en unas horas te reunirás con Bheler. No te voy a permitir ir con el maestro de obras al paraíso. No hay sitio para alguien como tú allí. Selvho lo suele decir muchas veces, los cobardes no pueden reunirse con Ordhin y sus invitados. No habrá banquete para ti. 

-    Ghheeegg -se limitó a salir por la boca abierta de Aurnne hasta que se silenció totalmente, por lo que Alvho la cerró. 

-    Supongo que te preguntas porqué te he matado -indicó Alvho, que movía los papeles de la mesa, buscando todas las cartas y misivas escritas por Aurnne, necesitaba ver cómo escribía-. Necesitó una causa de peso para que el señor Dharkme y su grupo se personen aquí. Y qué mejor que una carta manuscrita por ti, indicando que los obreros, por la muerte rara de su maestro de obras y los guerreros debido a rumores de que son ovejas listas para la matanza, se han sublevado y se niegan a trabajar unos y los otros a cruzar el río. También indicaré que temes por tu vida y las de tus oficiales. Cuando les llegue la carta de que has fallecido, Dharkme no tendrá otra que venir. Y entonces estará a mi mano, listo para ser eliminado.

La expresión de incredulidad del tharn no había cambiado, pues no podía moverse, pero los ojos sí que reflejaban el miedo y el odio actual del tharn. Alvho tenía que darse prisa para que su plan funcionase, antes de que el veneno acabase con la vida del tharn.

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