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martes, 20 de octubre de 2020

Lágrimas de hollín (49)

Por fin llegó la última mano, cuando ya no le quedaba a Dhert ni un solo trozo de su territorio y Jockhel le indicó que debía apostarse por el liderazgo de los Osos. Dhert, con la ira entre los dientes debía aceptar, ya que no le quedaba otra cosa que hacer, pero estaba seguro que había sido traicionado. La mano fue rápida y para asombro la perdió. 

-    Debéis poner vuestro anillo de señor de los Osos sobre la mesa -le pidió Fhin cuando Jockhel puso sus cartas sobre la mesa, ganando la mano de Dhert. 

-    ¡Jamás! -gritó Dhert. 

-    ¿Queréis contravenir a las normas que habéis aceptado? -preguntó Fhin, con un tono más seco- ¿Vais a ir contra vuestra propia palabra? 

-    No voy a aceptar esta partida, has hecho trampas -le espetó a Jockhel. 

-    ¿Acusáis al señor Jockhel de hacer trampas? -inquirió Fhin- ¿O le acusáis de que ha hecho unas trampas mejores que las vuestras?

Dhert iba a decir algo pero se quedó mirando a Fhin, con una cara desencajada. Era la primera vez que alguien le había pillado haciendo trampas. Podría ser que el tal Jockhel fuera mejor jugador que él o que hiciera mejores trampas que él. Miró a sus hombres y vio que dos negaban con la cabeza, mientras uno se reía. 

-    Bhorg, maldito traidor, tú le has hablado de mí -gritó Dhert, levantándose del sillón que se cayó con estrépito-. Me has traicionado. 

-    No, no lo ha hecho, han sido los otros dos -se rió Fhin, señalando a los otros dos lugartenientes. Nos han contado lo de tus hombres. Puedes acercarte a la ventana y ver lo que ha sido de ellos. 

-    No, no puede ser -dijo Dhert, mirando con odio a los lugartenientes que se habían puesto blancos, mientras que el tercero seguía riéndose.

Se acercó a la ventana, seguido del risueño y vieron un buen número de cuerpos diseminados por el suelo del patio. Otros se habían rendido o pasado de bando para no ser asesinados. Bhorg sacó dos puñales y atacó a los traidores. Los mató con rapidez, antes de que las sombras apareciera Usbhalo y le desarmará. 

-    Bueno, Dhert, creo que todo se ha terminado -le indicó Fhin-. Puedes dejar el anillo y jurar lealtad a mi señor Jockhel, como tus hombres. 

-    ¡Nunca! -gritó Dhert-. Nunca me arrodillaré ante un niño idiota. 

-    Como tú quieras -dijo Fhin, al tiempo que sacaba una daga oculta y se la clavaba en el pecho, traspasando el corazón. Después le arrebató el anillo e hizo que el cuerpo quedara de rodillas, pero no mirando a Jockhel, sino a él-. Gracias por entregarme tu reino, Dhert de los Osos.

Bheldur se quitó la máscara y se la tendió a Fhin, al igual que los anillos de los Serpientes, de los Nutrias y el colgante de los Carneros. Fhin se puso la máscara y las joyas, tras lo que miró a Bhorg. 

-    No me gusta acabar con los subordinados inteligentes y cautos, Bhorg -le dijo Fhin-. Puedes morir o servir a Jockhel. Por lo que sé le eras leal a Dhert por miedo. Sé que tenía a tu familia de rehenes. Si Phorto ha hecho lo que le he mandado ahora los estarán liberando. 

-    ¿Así que tú también me vas a ofrecer el mismo trato que Dhert? -preguntó Bhorg. 

-    No, tu familia es libre, la acompañarán hasta tu casa -negó Fhin-. Yo busco seguidores leales, no temerosos. No quiero tu lealtad de esa forma. La espero por que salga de tu corazón. Sí no me la quieres dar, solo te pido que no me hagas tu enemigo. Usbhalo déjale marchar. 

-    Como ordenes mi señor -asintió Usbhalo dejando libre a Bhorg.

Bheldur abrió la puerta de entrada y anunció que iba a salir alguien, que le dejasen marchar en paz. Bhorg se marchó con miedo, pero nadie se le acercó e intentó matarle. Desapareció de allí como alma que le llevaba el diablo. 

-    ¿Crees que ha sido sensato dejarle vivo y libre? -quiso saber Bheldur-. Phorto no estaba a favor de esta parte del plan.

-    Llegará a casa y se encontrará con su familia -indicó Fhin-. Pasará varios días esperando la muerte. Aun tendrá espías y le informarán que nos habremos hecho señores del territorio de los Osos. Pasará las horas esperando al verdugo. Pero pronto se dará cuenta que no quiero hacerle nada y vendrá a servirme. Bhorg tiene lo que hay que tener para dirigir a nuestras sombras y por ello Dhert le tenía como un lugarteniente, pero falló en su forma de hacerle leal. 

-    Espero que no te equivoques -dijo Bheldur-. Aunque rara vez te equivocas.

Y eso era verdad, pues la mente aguda de Fhin no tenía rival en lo que era conocer a sus rivales. Sabía que Dhert y los lugartenientes traidores no iban a vivir de esa partida y que Bhorg se mantendría leal a Dhert aunque en su fuero interno lo odiase. Los siguientes en ser enfrentados era el último de los clanes grandes, los Leones. Y aún quedaban los que querían reunirse, pero no habían concertado fecha alguna. Para cuando lo hicieran, ellos serían tan poderosos como los otros juntos.

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