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martes, 27 de octubre de 2020

El dilema (47)

Fue Selvho quien despertó a Alvho con los primeros rayos del amanecer. Le zarandeó un par de veces y le llamó por su nombre. 

-    ¿Ya es de día? Pero si aún está en penumbra -se quejó Alvho al abrir los ojos. 

-    Los therk y sus segundos hemos sido convocados -le informó Selvho-. El tharn Aurnne se ha muerto en su cama. Y para más lío, el maestro de obras ha muerto por un accidente, se cayó en los embarcaderos, estando borracho y se ha roto el cuello. Hay un caos en el campamento, pues los therk no saben lo que hacer. 

-    Habrá que ir a que pongas a esos jovencitos en su sitio, Selvho, al fin y al cabo eres el therk de más edad -indicó Alvho, con un poco de ironía, pero sabía perfectamente que estaba en lo cierto, Selvho era el más veterano de los therk allí congregados, según las normas de la guerra, a la muerte del tharn y sin más tharns congregados, el therk de más edad debía asumir un mando temporal. 

-    No sé -se limitó a murmurar Selvho, al tiempo que se volvía para dar las órdenes a sus colaboradores. Mientras ellos estarían en la reunión, sus hombres debían seguir con la instrucción.

Alvho y Selvho desayunaron a la carrera y se dirigieron a la tienda de reuniones. Los therk allí reunidos esperaban a ver lo que ocurría. Hubo un silencio que se alargó demasiado, hasta que Selvho se armó de valor y se levantó para hablar. 

-    Creo que debemos hacer que alguien asuma el mando del campamento hasta que desde Thymok lleguen órdenes del señor Dharkme -anunció Selvho. 

-    ¡Hay que seguir las normas de la guerra! -gritó alguien del fondo, que a Alvho le pareció un veterano como su amigo-. El therk de más edad debe asumir el mando. 

-    No sé si eso es lo más oportuno -murmuró sin fuerzas Selvho. 

-    ¿Quién es el más mayor? -preguntó otro, uno joven. 

-    ¡Selvho! -gritó Alvho, lo que hizo que Selvho le mirase con ojos furibundos.

El nombre de Selvho se fue repitiendo entre los veteranos y se añadieron los más jóvenes. Cuando la reunión se terminó, Selvho había mandado a los therks con sus unidades, con orden de instrucción general. A los therks mayores les pareció bien, aunque los jóvenes parecían asqueados. Selvho había indicado que se había acabado la pasividad del tharn Aurnne con los reclutas. El ejército se iba a poner en forma de una vez.

Alvho le ayudó a su amigo a redactar la carta para avisar al señor Dharkme de la muerte del tharn. Cuando preguntó si debía informar de la muerte del maestro de obras, Alvho le dijo que no. Que había hablado con un ayuda de cámara de Aurnne y que este había enviado un mensajero según se había conocido la noticia del accidente. Aurnne requería de un nuevo maestro de obras. Selvho fue a decir algo pero prefirió no decir nada.

Era mejor así, pensó Alvho, no quería contarle cómo había asesinado con veneno a Aurnne y le había suplantado. Con su pericía para falsificar la escritura de la gente había escrito la carta que parecía del puño y letra de Aurnne. En ella no ponía demasiado bien a Selvho y el resto de guerreros, pero era un incentivo para que Dharkme viniese a investigar. Claramente le había mentido al moribundo Aurnne con lo de que de esa forma tendría en sus manos al señor Dharkme, no pretendía asesinarlo. Pero sí que tendría a otros enemigos y sobre todo podría hacer que Dharkme trajese al verdadero ejército para invasión. Con el tono de voz de Aurnne y que este permanecía con los ojos abiertos, hizo que se preparase un mensajero, él le entregó el pliego sellado, como si fuese un criado y después lo tumbó en su cama. Le dio el tiempo suficiente para volver a su tienda. El veneno lo mató como si hubiera fallecido al dormir. Nadie pensaría en un asesinato, pues Aurnne era lo suficientemente mayor como para morirse sin más.

Siguió Alvho un par de horas ayudando a Selvho con la logística y la administración del campamento. Selvho se iba quejando cada poco de la falta de total de espíritu del difunto Aurnne, había dejado todo de cualquier forma. Sin ayudantes, liderar el campamento sin el tharn era una tarea titánica. Necesitaría que otros therks le ayudasen. Pero como le hizo ver Alvho, ahora él daba las órdenes, por lo que podía poner a los therks a trabajar. Selvho le preguntó sobre lo que haría si los therks se le intentaban sublevar. Alvho medio serio medio riéndose, le aseguró que si tenía algún problema con ellos, los podía asesinar y hacer pasar como un accidente o una muerte natural. A Selvho no le hizo ninguna gracia, pero prefirió callarse sus sentimientos a esa afirmación, que por alguna razón rara sabía que era lo que les había pasado al maestro de obras y al tharn Aurnne. Estaba seguro que su amigo era tan peligroso como parecía ser.

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