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martes, 13 de octubre de 2020

El dilema (45)

 

Alvho había sido liberado del trabajo tras el almuerzo y él había comenzado a investigar al jefe de obra. Por la tarde, la construcción del puente había permanecido parada, pues se habían obrado los funerales por los obreros muertos en el accidente. Alvho se había hecho pasar por un arquero del thyr y había usado cerveza para engatusar a uno de los canteros. Por lo que le había sacado, el maestro de obras iba por todas partes diciendo que la caída del sillar había sido una cosa perpetrada por el tharn Aurnne, que llevaba días ordenándole que trabajasen de forma más lenta. El maestro de obras se había negado, ya que los canteros dependían directamente del señor Dharkme y el ejército no tenía poder en ellos.

Por lo que le contó el cantero, las quejas aun no parecían haber llegado al tharn, gracias a que los canteros estaban intentando apaciguar a su jefe. Este aseguraba que había redactado una misiva para Thymok explicando las complicaciones del tharn Aurnne para la correcta reconstrucción del puente en los plazos indicados por el señor Dharkme. Ahora estaba más resuelto a mandar la carta, añadiendo sus conjeturas sobre la verdad del accidente. Los canteros le pedían mesura al jefe de obras, pues temían que el tharn pudiese matarlo para evitar caer en desgracia.

También le sacó al cantero borracho lo que solía hacer el jefe de obras cuando trabajaban y lo que iba a hacer hoy. Tras ello, dejó que el cantero durmiera la mona en la taberna. Le pagó una moneda de plata al encargado para que lo pusiera a dormir en un buen lugar. Esperaba que el tabernero no fuese un cabrón y se marchó para cumplir el encargo de Aurnne, y luego tendría que hacer el de Selvho. Para ser un pobre guerrero, estaba más cotizado que antes, se rió Alvho. No le fue difícil encontrar al jefe de obras, pues estaba bebiendo con un par de canteros. Alvho encontró un lugar para esperar. El maestro de obras estaba muy borracho y muy indignado. Desde el punto de vista de Alvho, podía estarlo con razón, pues uno de los muertos en el accidente era el yerno del maestro de obras. Que padre puede volver con su hija para comunicarle que su marido ha muerto reconstruyendo un puente inútil y olvidado.

Cuando la noche se empezó a hacer más fría, la mayoría de las personas que bebían en esa taberna se fueron marchando. Los canteros le dijeron de acompañar al maestro, pero él les espantó de malas formas. Alvho tendría que esperar un poco más para que el hombre se pusiera en marcha. Para sorpresa de Alvho, los pasos del maestro lo llevaron al muelle donde estaban atracadas las barcazas de trabajo. No había nadie en ese puerto y por ello Alvho se pudo acercar a él. El maestro debió intuir algo y se volvió para ver la figura borrosa que era Alvho en sus ojos. 

-    ¿Así que Aurnne es tan cobarde que no puede venir él en persona? -dijo el maestro de obras, con un tono ebrio y escupió al suelo. 

-    Venir hasta aquí ha sido un gran error por tu parte, ¿no crees? -indicó Alvho, con una voz ronca. 

-    ¿No, por qué? 

-    Porque todos pensaran que con lo borracho que estabas te caiste y te rompiste el cuello -explicó Alvho-. Él saldrá ganando. 

-    Maldito tharn, siempre es un ganador -se rio el maestro de obras. 

-    No te preocupes, tú irás al paraíso, él no, te lo garantizo -aseguró Alvho, tendiéndole un pequeño puñal.

El maestro de obras lo tomó, asiéndole con fuerza espero a la muerte. Pero antes de que Alvho lo matase le preguntó. 

-    Mis hombres se salvarán, ¿no morirá ninguno más de ellos en ese maldito puente? 

-    Tu vida por la de ellos -sentenció Alvho. 

-    Gracias -dijo con lágrimas en los ojos.

Alvho, fue rápido, tanto que el maestro de obras no se dio cuenta de nada. Le rompió el cuello con un giró rápido de la cabeza del mismo. No necesitaba tener mucha fuerza, sino ser hábil en la forma. Después colocó el cuerpo de tal forma como que pareciera que se había había caído y le quitó el puñal. Se marchó de allí, borrando totalmente su presencia. Pronto encontrarían el cuerpo y se daría la noticia al tharn. Debería presentarse a verle. Debía llevar a cabo su plan.

No había llegado a la tienda de Aurnne cuando se empezó a escuchar un murmullo creciente, gritos y gente corriendo. El cuerpo del maestro de obras tenía que haber sido encontrado, seguro. Se situó en un lugar apartado de la tienda del tharn, pero con suficiente visibilidad de la entrada. No quería que los guardias de la escolta se percatasen de su presencia. Menos mal que por la hora que se encontraban estaban ligeramente dormidos. Aún así, parecieron despertar con el barullo. Alvho se puso cómodo, ya que tendría que esperar un rato a que llegase alguien a avisar de la muerte al tharn.

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