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martes, 8 de septiembre de 2020

El dilema (41)

Alvho paseó por el silencioso campamento, sin esperar más compañía que el frío de la mañana, pero pronto descubrió a una figura situada sobre una de las plataformas de la empalizada que daba al puente. No parecía un centinela ni nada parecido, así que se aproximó con paso cuidadoso. La persona permanecía quieta, protegida con una capa gruesa de piel de oso blanco, lo que le hacía parecer un acumulo de nieve entre los troncos de madera.

- Quien diría que alguna vez alguien iba a reconstruir el gran puente -dijo la persona con una voz grave, sin mirar a Alvho, que dio un respingo pues estaba seguro que se había aproximado en silencio-. Ver esas barcazas colocadas junto a los viejos pilares me hacen sentir una mezcla de regocijo, pero a la vez de miedo. ¿Tú qué piensas de todo esto? ¿Esta empresa irá a buen puerto? ¿O seguimos los designios de un viejo temeroso de la muerte?

- Yo solo soy un guerrero, iré a donde mi señor me ordene -indicó Alvho de forma mecánica.

- ¡Bah! ¡Déjate de mierdas! -espetó la persona, girándose. Alvho descubrió el rostro del tharn Aurnne-. Veo un brazalete de mando en tu brazo y te he visto pasearte todas las mañanas por el campamento, con mirada astuta y controladora. No eres un simple soldado y como tal, no eres de los que siguen a la muerte a su señor. Pero si lo que temes es un castigo por hablar mal de tu señor, no te preocupes, te eximo de cualquier culpa a lo que digas, pues me lo dices a mi, al viejo Aurnne.

Alvho se quedó unos segundos pensativo. Sin duda el tharn Aurnne era viejo y por ello prescindible. Dharkme le había puesto al frente del contingente que se estaba reuniendo. Había sido un guerrero toda la vida y en su vejez había deseado morir en paz. Pero parecía que Ordhin no estaba por la labor y su señor le había puesto al frente de tropas otra vez más. Los ojos de Aurnne estaban cansados y se notaba su bajo estado de forma cada vez que se movía, a parte de las viejas lesiones que le lastraban al andar, ya no digamos al correr.

- Somos pocos, muy pocos para cruzar al otro lado -dijo por fin Alvho, que mientras hablaba veía como Aunne asentía con la cabeza, lo que indicaba que el viejo tharn estaba de acuerdo con sus palabras-. Los que no son unos niños imberbes, han visto ya demasiado inviernos. Los jóvenes parecen tener espíritu, pero el alma no para las flechas ni los tajos y sus equipos son o muy viejos que se caen a cachos o se los han hecho ellos mismos, desconociendo la labor del herrero. Si nos encontramos con alguna tribu, cosa que preveo seguro, nos van a aplastar.

- Veo que el temor a la muerte no es cosa de los viejos -se rio Aurnne, con una sonrisa triste.

- Yo no le temo a la muerte en sí, mi tharn, sino a que por la locura de un viejo esta se acerque a mí -terció Alvho.

- Esa es una gran verdad -asintió Aurnne-. Pero alguien como tú, seguro que tiene pensado un plan. ¿Qué crees que deberíamos hacer para salvarnos?

- Matar al señor Dharkme -dejo caer Alvho como si fuera algo imposible de evitar.

- ¡Ja ja ja! -lanzó una sonora carcajada Aurnne-. Es verdad que eso arreglaría muchos de nuestros problemas, pero la verdad es que no quiero ser recordado por un traidor. Soy muy viejo para ello, ¿no crees? Así que debe existir otra solución.

- En ese caso, matar al sacerdote de las visiones, ese tal Ulmay -señaló Alvho.

- Veo que te gusta matar, espero que si hay pelea en el otro lado te lleves muchos al infierno -ironizó Aurnne, aunque sin ninguna intención de ofender a Alvho-. Ese druida díscolo tiene más enemigos que amigos a día de hoy pero sigue siendo un siervo de Ordhin, por lo que yo no me voy a meter con él. Y si tú no quieres vivir con el gran dios maldiciéndote, será mejor que dejes a los druidas en paz.

- Pues si la muerte no es la solución, creo que lo mejor es que el puente no se arregle nunca -Alvho se hizo el triste por la falta de muertes en su horizonte.

- ¡Hum! Esa no la había pensado y es muy oportuna -asintió Aurnne-. Sobre todo nos permite seguir esperando aquí hasta que el señor Dharkme y la corte, y si Ordhin lo permite el ejército en pleno les da por aparecer. Creo que voy a tener que hablar seriamente con el jefe de obras. Su forma de actuar parece demasiado diligente -Aurnne le guiñó un ojo a Alvho-. Por cierto, ¿quién es tu oficial? ¿tu rango?

- Sirvo al therk Selvho, mi señor -informó Alvho-. Se podría decir que soy un suboficial de enlace.

- El viejo Selvho, un buen guerrero, has tenido suerte -aseguró Aurnne-. O tal vez Selvho tiene suerte de tenerte.

El tharn Aurnne se puso en marcha, en dirección al campamento. Alvho pensó que tal vez iba a advertirle al jefe de los obreros que era mejor que trabajase con menos diligencia, pero desechó la idea porque eso era una tontería. El tharn Aurnne no iba a hacer algo que a la larga le pondría en mala posición ante el señor Dharkme. Pero su idea de retrasar la reconstrucción del puente era una buena forma de mandar la expedición al traste.

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