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martes, 15 de septiembre de 2020

El dilema (42)

Cuando regresó Alvho de su paseo, Selvho y los reclutas ya estaban levantándose. Eran siempre los primeros del campamento. esto era así porque Selvho quería que sus hombres hiciesen instrucción desde bien pronto.

- ¿Algo interesante en el campamento? -preguntó Selvho a Alvho cuando se sentó junto a él en la mesa para desayunar.

- No, nada fuera de lo normal -indicó Alvho y justo cuando Selvho se introducía una cucharada de las gachas que tenían para el desayuno, añadió-. He estado hablando con el tharn Aurnne.

- ¿Qué? -dijo Selvho medio tosiendo al atragantarse con las gachas-. ¿Como una piltrafa como tú puede tener tanta suerte? No lo entiendo.

- Ves como es una cosa buena darse paseos con las primeras luces -se burló Alvho.

- ¡Bah! -Selvho movió su mano derecha indicando que era poca cosa-. Es mejor descansar todo lo que puedas para rendir mejor. He visto más de un guerrero caer en combate por el sueño. Irmak, Thelnna, id a moved a los muchachos. Todos al campo de instrucción.

Los dos jóvenes se levantaron de inmediato, tras meterse en la boca lo que quedaba de su humeante desayuno. Tomaron sus armas y sus escudos, saliendo de la tienda. Pronto se escucharon los vozarrones de ambos, llamando a los somnolientos reclutas, que se iban despertando entre quejas y gruñidos.

- ¿Y cuál era el espíritu del buen Aurnne? -preguntó Selvho, en voz más baja y contenida.

- Ya no es el guerrero de antaño -respondió Alvho-. Ha catado lo que es la comodidad de la época de paz y no creo que este con ganas de marchar al otro lado de las aguas por una idea alocada.

- Yo conocí a Aurnne -dejó caer Selvho satisfecho por la respuesta de Alvho, que había sido sin duda la más cercana a la verdad que Alvho le podía dar.

- Sí, me ha dado recuerdos para ti.

- Aun se acuerda de mí -indicó Selvho con una sonrisa de sorpresa mezclada con alegría.

- Sí, me ha comentado que corrías con una agilidad única -se burló Alvho, intentando hacer más distendida la charla-. Pero siempre en la dirección contraria al combate.

- ¡Vete a cagar, piltrafa! -espetó Selvho, simulando estar molesto-. Aquellos sí que fueron días memorables. Fue una serie de campañas contra esos molestos de los Hielos. ¡Querían quitarnos parte de nuestro territorio! ¿No tienen ellos ya una gran extensión de terreno en el sur? Pues parecía que seguían queriendo más de sus vecinos.

- Hombre, gran parte de sus tierras están bajo el hielo todo el año -intentó mediar Alvho.

- Lo que pasa es que eran y son unos envidiosos -aseguró Selvho, que miró la luz que se colaba por los pliegues de tela de la entrada de la tienda-. Me voy a dirigir a mis hombres. Desayuna rápido, te espero en el campo de instrucción.

Selvho se marchó dejando solo a Alvho y el desayuno que poco a poco se iba enfriando y endureciendo. Como no quería tener que usar un puñal para separar trozos de las gachas endurecidas, decidió comérselas. El campo de instrucción era en verdad una serie de campos de pastos que Selvho había tomado para él desde que se habían instalado en la zona. El dueño de esos campos había puesto una queja ante el tharn Aurnne, pero este le había mandado a la mierda. Tal vez Selvho y Aurnne eran mucho más que un oficial subalterno y su general.

La cuestión es que Selvho había levantado una serie de construcciones y figuras de madera. Sus reclutas primero y luego los de algunos therk que les había interesado seguir el ejemplo de Selvho, se ejercitaban en el arte de la guerra. Aunque en verdad, lo que hacían la mayoría era aprender los rudimentos de la lucha. Pues muchos de los jóvenes no sabían ni lo que era un muro de escudos. Y aunque Alvho no solía ser uno de los que se ejercitaba con más dureza, si que había dirigido algún muro, llevándoles a la victoria con su astucia, lo que había provocado que Selvho le respetase más y también otros therk.

Más aún, ya se rumoreaba que si Selvho caía en batalla, Alvho debería asumir su puesto. Eso era curioso pues él no era un guerrero y además podría dificultar su trabajo real en la expedición.

Por fin se comió la última cucharada de las gachas, tomó su arma, una espada corta y su escudo redondo de madera. Salió al exterior y se dirigió a la puerta lateral que llevaba al campo de instrucción. Estaba justo cruzando, cuando se escuchó un tremendo estruendo en el lado del río, seguido de alaridos y gritos. Muchos guardias y guerreros se dirigieron para ver qué pasaba, pero Alvho siguió con paso firme hasta la entrada de la zona de instrucción. Solo los hombres de Selvho seguían concentrados en el ejercicio que había ordenado su therk. El resto se había apiñado en grupos y miraba hacía el río.

- ¿Qué crees que ha pasado? -le preguntó Selcho, cuando Alvho llegó a su lado.

- Si no me equivoco se ha desplomado un buen trecho de las obras del puente -respondió Alvho.

- Pues el jefe de construcción va a tener un buen rapapolvo del tharn -se rio Selvho, pensando en los gritos que preveía que recibiera el jefe de obras. Selvho no soportaba al hombre, que con los otros constructores, se pavoneaba por las cantinas del campamento como si fuera un noble.

- No lo creo, porque me da que el tharn es quien lo ha orquestado todo -negó Alvho.

Selvho le miró con cara seria y Alvho decidió que era mejor no hablar mal del tharn Aurnne en su presencia.

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