Seguidores

martes, 8 de septiembre de 2020

El mercenario (42)

Aunque alguno de los disparos efectuados por Diane podrían haber alcanzado a los perseguidores, estos seguían tras ellos, usando sus armas contra él. Además el cinturón de Kuiper estaba tan cerca que ya no podía dar marcha atrás su plan. los del LSH se iban a acordar de su mala suerte al cruzarse con él. Era hora de abrirse un hueco por los asteroides.

-   Diane, nos vamos a meter por el cinturón de asteroides -informó Jörhk-. Así que sólo dispara si tienes muy claro que no vas a fallar. Porque los asteroides alcanzados pueden cambiar su trayectoria o su orbita de forma irregular o totalmente al azar. Podrías hacer que uno de ellos lance a otro contra nosotros.
-   Vale, jefe -contestó Diane-. Voy a mandar al LSH al infierno.
-   Ese es el espíritu -asintió Jörhk-. Pero cuida tu ímpetu o puede ser peor para nosotros.

Jörhk esperaba que la muchacha fuera cuidadosa y no la liara, pues él si que iba a jugar con los asteroides, pero él ya lo había hecho otras veces y sabía cómo transformar su libre albedrío en un arma.

Cuando estuvo a punto de adentrarse en el cinturón comenzó a disparar con el cañón pesado superior. Sus disparos comenzaron a activar la quietud de algunos asteroides, que empezaron a girar sobre sí mismos, o se desplazaron, chocando con otros, creando huecos entre ellos, mientras que otros pasos se cerraron de golpe. La lanzadera fue tomando diversos caminos, rodeando los asteroides más grandes o convirtiendo en polvo los pequeños. según el sensor, algo distorsionado por la presencia de tantos objetos, los dos perseguidores seguían tras él. Parecía que no se habían acobardado, las ansias de venganza de Bartholome solo terminarían cuando este estuviera muerto y sus hombres con él, supuso Jörhk. A su lado, Ulvinnar estaba rezando en voz baja a alguna deidad shirat. Estaba bien que intentase que alguno de sus dioses les protegiera, aunque ya estaban él y Diane para hacerlo.

Y entre uno y otro, y tal vez el dios shirat, una de las lanzaderas del LSH recibió uno de los disparos que había efectuado Diane. Este dañó el estabilizador y la nave no pudo tomar una buena trayectoria, metiéndose por un paso que se estrechaba por culpa de los disparos frontales de la lanzadera. Chocó contra un asteroide, explotando por el impacto. Jörhk levantó un puño en señal de triunfo, pero al poco tuvo que volverse a centrar en el pilotaje, pues el laberinto creado por los asteroides era cambiante.

Pronto pudo ver que la nave que quedaba se estaba retrasando. Sin duda al ver cómo había caído su compañera, había decidido que perseguir como un loco a la lanzadera de Jörhk podía mandarles al otro barrio. O tal vez, en la que se acababa de estrellar iba Bartholome y estos ya no compartían las ganas de morir como su líder. Pero aunque se iba retrasando, no desaparecía de la pantalla. Pero Jörhk no bajó el ritmo en ningún momento.

Tras casi una hora, consiguió salir del cinturón de Kuiper, poniendo rumbo a su punto de encuentro con sus patronos. Observó la pantalla y su sensor ya no era capaz de distinguir la nave perseguidora del resto de asteroides. Podría ser que se hubiera chocado y desintegrado. O tal vez se había esfumado.

-   ¿Diane, ves algo desde la torreta? -preguntó Jörhk-. El sensor se ha vuelto loco. Puede que hayamos golpeado un asteroide pequeño y me lo ha dejado dañado. No sería la primera vez.
-   No distingo nada en nuestra cola, jefe -informó Diane.
-   Avísame si detectas a la lanzadera enemiga -ordenó Jörhk.
-   ¿Y ahora qué? -preguntó Ulvinnar, bastante más calmada.
-   Ahora Titán -dijo Jörhk.
-   ¿Que es o quién es Titán?
-   Es uno de los satélites de Saturno -explicó Jörhk.
-   ¿Y qué hay en Titán, para que tengamos que ir allí? ¿Otro de tus almacenes? -inquirió Ulvinnar.
-   En Titán ya no hay nada -negó Jörhk-. Hace cientos de años hubo una colonia de investigación, pero hace mucho que la desmantelaron. Ahora allí no hay nada de nada. Y nadie.
-   ¿Y entonces?
-   He quedado con los amigos del profesor Trebellor -indicó Jörhk-. Unas personas que me van a pagar muy bien por haberle sacado del barrio Berlín. Creo que también os llevarán a vosotras a casa.
-   A nuestro planeta nos llevarás tú, en esta nave -espetó Ulvinnar-. No… no me fió de nadie más. Los humanos no sois de fiar.
-  Eso es verdad, la mayoría somos unos miserables -afirmó Jörhk-. Pero mis patronos son hombres de palabra. Ellos se encargaran de que regreséis a vuestro planeta mejor que yo. Ellos son poderosos, mientras que yo no tengo donde caerme muerto. Con ellos estaréis mucho mejor. Ya lo veréis.

Ulvinnar iba a indicar que no estaba de acuerdo con lo que decía Jörhk, pero pareció que prefería no gastar ni un minuto más de su tiempo en una discusión poco fructífera, pues al hombre parecía que no había forma de hacerle cambiar de opinión. Tal vez esta vez sí que hablaba sabiendo y esos hombres con los que se iban a encontrar eran lo que Jörhk decía. Pero no se hizo ilusiones, los humanos, desde que tenía uso de razón, habían sido su peor pesadilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario