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martes, 3 de noviembre de 2020

El dilema (48)

A la semana de la muerte del tharn Aurnne, el campamento había cambiado completamente. Selvho había hecho que pareciera un cuartel de instrucción. Todos los hombres, tanto reclutas jóvenes como los mayores hacían instrucción. También habían levantado varias herrerías y talleres. Selvho había usado un arcón con oro que por alguna razón tenía escondido Aurnne para comprar materias primas y los artesanos traídos de las aldeas cercanas, producían armaduras de cuero y cotas de malla, para los reclutas que se habían alistado con lo puesto. Además se encargaban de arreglar las piezas de armadura que habían traído algunos, pero eran de sus abuelos y estaban en malas condiciones. En el tiempo que Aurnne había estado al frente, ni se le había ocurrido hacer nada de eso.

Algunos therk se habían quejado por el cambio de la situación, pero al ver lo que iba mandando Selvho, fueron uniéndose a él. Pronto todos los therks se aunaron para prepararse para dar una buena batalla, si había al final una invasión o no.

Fue un centinela, pues ahora había hombres designados para hacer guardias, aunque estuvieran en suelo propio, quien llamó a Alvho. Un grupo de jinetes habían sido parados en la puerta por el piquete de centinelas y querían pasar, pero no traían órdenes o identificaciones. Alvho se dirigió hacia allí. 

-    Soy el tharn Asbhul, se me ha designado como nuevo líder del ejército de invasión -decía un hombre joven, un guerrero con bastantes brazaletes de oro, con pinta de ser competente. Le seguían una veintena de guerreros de buena planta, con buen equipo y aspecto feroz. Podría ser que el señor Dharkme se hubiese dado cuenta de su error anterior, poniendo a Aurnne al mando del ejército de invasión. 

-    Saludos, tharn Asbhul -saludó Alvho al llegar a la puerta acompañando al centinela. 

-    ¿Quién eres tú? -espetó Asbhul de mala gana. 

-    Se podría decir que soy el oficial de inteligencia del therk Selvho -se presentó Alvho, sin hacer mucho caso al tono despectivo del tharn Asbhul. 

-    ¿El therk Selvho? -repitió Asbhul asombrado. 

-    Los therks del campamento siguiendo las normas de la guerra eligieron al de más edad, al más veterano para asumir el mando hasta el reemplazo del tharn Aurnne -explicó Alvho y por la cara de Asbhul parecía que comprendía lo sucedido, ya que asentía con la cabeza-. Yo era el segundo del therk en nuestra mesnada y me ha puesto al mando de la inteligencia del campamento. 

-    ¿Y donde esta el therk Selvho en este momento? ¿Durmiendo en la tienda del tharn Aurnne.

-   ¿Habéis venido por la calzada de Thymok? -preguntó a su vez Alvho. 

-    Sí, he visto la instrucción en ataque con muros de escudos bajo lluvia de flechas -asintió Asbhul-. Sin duda se estaba llevando el ejercicio con gran maestría. El oficial que dirigía a los verdes, los atacantes, lo estaba haciendo con gran tino. Lo único me parece demasiado hacer que los arqueros del thyr les lanzasen flechas en cada segundo. Podría haber heridos. 

-    No usan flechas reales, mi señor -negó Alvho-. El therk Selvho ordenó a los artesanos de los talleres que crearan unas flechas con las puntas convertidas en unos círculos de metal sin filo, pero que hacen daño cuando te golpean. El therk Selvho cree que los reclutas jóvenes sabrán mejor lo que es un muro de escudos y el valor de los escudos, al sentir el dolor de los plomos. 

-    Una idea muy buena, la verdad -aseguró Asbhul-. ¿Dónde puedo encontrar al therk Selvho, entonces? 

-    Dirige el ataque de los verdes, mi señor -señaló Alvho hacia el lejano campo de instrucción-. Estaría en la primera línea del centro del muro. Le he dicho muchas veces que el oficial en jefe no debe ir el primero, pero me manda a la mierda. Es un soldado viejo me temo, de los que creen que el honor es todo. será mejor que os guíe hasta la tienda de mando, la del difunto tharn Aurnne. 

-    ¡Eh, sí, sí claro! -afirmó Asbhul, totalmente sorprendido, al tiempo que se bajaba de su caballo. 

-    Mandaré un mensaje inmediatamente al therk, pero dudo que vuelva hasta que termine la instrucción -dijo Alvho-. Sus hombres y que estén listos para la inminente guerra lo es todo para él. Si me sigue, por favor.

Alvho guió al tharn Asbhul por el campamento hasta la tienda de Aurnne, donde el tharn descubrió que se usaba como tienda administrativa. Ni el therk Selvho, ni ninguno de los otros habían querido usar la morada del fallecido Aurnne, tal vez por respeto o tal vez por escrúpulos, pues el tharn había muerto durante la noche, sin llevar en la mano su espada. Su alma no podía haber seguido su camino hacía la casa de Ordhin, por lo que podía estar en la tienda. Era mejor no permitir que una alma errante se metiera en sus sueños. Eso era muy peligroso o eso pregonaban los druidas. Pues Bheler y sus siervos estarían tras el alma perdida y podían seguirla hasta las cabezas de esos hombres.

El tharn Asbhul, aunque no parecía de los cobardes, también prefirió levantar su propia tienda para él y sus hombres. Mientras sus escoltas se encargaron de ello, en una zona que habilitaron los soldados que no estaban en la instrucción, Alvho llevó a Asbhul por el campamento, para que se fuese haciendo una idea de donde estaba todo.

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