Seguidores

martes, 3 de agosto de 2021

El dilema (87)

El druida parecía un joven espigado, flaco y con unas profundas ojeras o eso es lo que podía adivinar del físico del druida, ya que iba totalmente vestido con un toga con capucha, gruesa, que le tenía que estar haciendo sudar con el calor que hacía durante esos días. 

-   No es habitual que la dama Ireanna reciba visitas tan tarde -murmuró el druida, con una voz casi de niño. 

-   ¿Alguna vez recibe algún visitante? -preguntó Alvho. 

-   Esa es la cosa, nunca recibe a nadie -aseguró el extrañado joven-. La dama suele dedicarse al estudio de las runas. No tiene tiempo para nada más. 

-   Sí, las runas es un pasatiempo muy absorbente -se burló Alvho, pero el joven druida no pillo la gracia-. Además, seguro que debe presentarle las averiguaciones sobre las mismas al gran druida. 

-   No, el gran druida no puede rebajarse a hablar con esa mujer -negó con fuerza el joven-. El gran druida es divino, esa mujer solo es la ramera de un pecador.

Escuchar al joven hablar con tanta vileza y seguridad, le dio a entender porque Ireanna había dicho que esos druidas seguidores eran fanáticos. Parecían adorar a Ulmay como si fuera el mismísimo Ordhin, si eso mismo no fuera una blasfemia propiamente dicha. 

-   En ese caso las runas son su penitencia, ¿espero? -probó Alvho, para ver qué decía el joven. 

-   Eso es, una penitencia -la palabra debió gustar al joven, pues la repitió entre dientes un par de veces-. La verdad es que le hemos rogado al gran druida que la expulse de aquí, ya que su presencia contamina el lugar. Pero el gran druida dice que también hay que compadecerse de los pecadores. Al fin y al cabo, él se compadece de Dharkme. 

-   ¡Qué sabias palabras! El gran druida es un gran hombre, que digo la mismísima divinidad -exclamó Alvho, imitando el porte del joven. 

-   Sin duda sois un creyente del gran druida, eso os honra -afirmó el joven extasiado-. No os quedéis demasiado con ella. 

-   ¡Oh! No os preocupéis, mi fe en el gran druida me libra de la contaminación de la bruja -aseguró Alvho, que le empezaba a dar pena el joven y los otros que había como él en la fortaleza-. ¿Vuestra fe no os libra?

La pregunta dejó pensativo al joven, que pareció que intentaba ordenar sus palabras, pero no era capaz. Lo que quería decir que en verdad Ireanna si que le contaminaba de alguna forma y Alvho creía saber de qué forma. El druida estaba en esa edad que despertaba el deseo y Ireanna a su manera era hermosa. Alvho no pudo saber la contestación del joven, ya que llegaron a la puerta de las dependencias de la mujer. El joven abrió la puerta y le permitió entrar a Alvho. Mientras pasaba delante de él, pudo ver la lucha interna del joven. Sus ojos querían saciar su deseo, mientras que su mente intentaba regresar con el gran druida y sus enseñanzas. Alvho, para evitar que se pudiera contaminar más el alma del joven cerró la puerta en las narices del druida, echando el cerrojo. 

-   Parece que no has tenido problemas para llegar hasta aquí, en verdad eres bueno -dijo como saludo Ireanna, que se levantó de la silla donde estaba sentada. 

-   ¿No te estaré molestando? Ya me he enterado que haces penitencia estudiando las runas -se burló Alvho. 

-   Esos druidas son unos idiotas, muy leales pero muy simples -comentó Ireanna-. Me temo que nuestro plan debe cambiar un poco. 

-   ¿Y eso?

Ireanna le hizo una seña para que la siguiera. La habitación a la que le habían llevado era una especie de despacho o sala de visitas. No tenía una gran cantidad de muebles, pero sí los suficientes para una vida apacible. Sobre la mesa había un par de libros, que no parecían tratar de runas. Había más en unas estanterías, donde había todo tipo de frascos. Una mesa en un costado estaba llena de elementos de vidrio y parecía el puesto de un alquimista. Parecía que Ireanna dedicaba su tiempo a otras cosas que no eran runas.

A parte de la puerta que Alvho había cerrado, había dos arcos. Una llevaba a una sala a oscuras, que si Alvho no se equivocaba podría ser un cagadero o algún lugar para asearse. Pero Ireanna se había ido por el otro, que resultó ser el que le llevaba al dormitorio de la mujer. Ireanna desapareció tras un biombo. 

-   El plan debe retrasarse, ya que en este momento el gran druida está en oración con el señor Dharkme -explicó Ireanna-. Así que debes esperar a que terminen. A menos que quieras enfrentarte a los escoltas de Dharkme. Los druidas no son rivales, pero esos hombretones, no sé. Si quieres siéntate. 

-   No, no quiero líos con la guardia de Dharkme -asintió Alvho, buscando un lugar para sentarse, pero solo estaba la cama, así que se resignó y se sentó. Era mucho más cómoda que su catre-. Cuando terminan, ¿Dharkme a donde se va? 

-   ¿Dharkme? ¿Por qué quieres saber de Dharkme? 

-   Porque cuanto más lejos esté el señor de Ulmay, mejor para todos, y sobre todo para mi -indicó Alvho. 

-   Dharkme se marchará a sus aposentos -contestó Ireanna-. Tras los rezos se marcha y está solo durante una hora, rezando. En ocasiones, Ulmay le manda un druida que le acompañe, pero hoy no creo. Ulmay va a realizar un rito importante tras estar con Dharkme y requiere a todos sus seguidores. Algo de una proclamación del tesoro de Ordhin. Supuestamente para qué Ordhin les apoye mañana. Menuda tontería, ¿no crees?

Alvho no dijo nada, pues sabía demasiado bien de dónde venía el tesoro de Ordhin y a quienes les había sido quitado de las manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario