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martes, 17 de agosto de 2021

El dilema (89)

Alvho pasó la mano por encima del cuerpo y lo dejó caer sobre uno de los pechos de Ireanna, jugando con el pezón, más para centrarse en lo que iba a decir, que por el placer de tener a Ireanna a su total merced. 

-   ¿Qué tipo de sustancia o veneno había en mi copa? -inquirió Alvho. 

-   Uno que llamó el placer blanco -respondió Ireanna que no parecía estar molesta porque Alvho le sobase. Ella no notaba ya nada-. Si te lo hubieras tomado habrías disfrutado del sexo más de lo que lo has hecho. Te hubieras vuelto ciego y te habrías convertido en un toro. Me he dado cuenta de mi error cuando he caído en el frenesí del placer. No hay antídoto para el placer blanco. Ahora, mi cuerpo se va marchitando poco a poco. Si hubieras sido tú, ya estarías muerto. 

-   ¿Por qué tú no te has muerto directamente? ¿Por qué sigues hablando? 

-   Porque todo depende de cómo te dejes llevar por el placer, yo he intentado mantener el control -explicó Ireanna-. Aunque al final, lo he perdido. 

-   ¿Por qué querías matarme? ¿No estamos los dos en el mismo barco? Los dos queremos a Ulmay muerto, ¿no? 

-   Si las cosas hubieran sido diferentes, sin duda, me hubiera arriesgado por ello -indicó Ireanna-. Pero tú has matado a Attay. 

-   Así que era eso -afirmó Alvho, que por fin veía cómo encajaban las piezas-. El viejo era tu padre. Una muerte siempre lleva ligada una venganza. 

-   Eso es, ¿pero cómo te has dado cuenta que era su hija? -preguntó esta vez Ireanna. 

-   Un hijo suele pecar de hacer los mismos gestos que su padre -dijo Alvho-. Y en la reunión de ayer en el establo con el otro asesino, me lo supuse. Incluso sin verte la cara, al verte antes en el muelle, en el mismo punto donde maté a Attay, lo he sabido. 

-   En ese momento, has sabido que te estaba preparando una trampa y aún así has venido -Ireanna se había sorprendido por la afirmación de Alvho, no tanto como que había confesado ser el asesino de Attay-. Pero supongo que sacar información era más importante que salvar el pellejo. Sin duda Attay había dicho que ibas a ser un hueso duro de roer. En el establo no estábamos hablando de matar a Ulmay, sino a ti. Attay creía que estabas urdiendo un plan para acabar con el druida. El problema es que nuestro acompañante si que iba tras la cabeza de Ulmay. Por eso lo eliminé. Justo tras la marcha de Attay me propuso una alianza para matar al viejo. Pobre idiota, ¿no crees? 

-   Sin duda, un asesino que se precie no busca ayuda -se burló Alvho-. Pero lo que me chirría es porque Attay no quería matar a Ulmay, había recibido encargos para acabar con él. 

-   El líder del clan de Attay había decidido protegerlo, aún lo hace -indicó Ireanna-. Attay se encargó de mentir a los que nos habían encargado su asesinato. Más aún, cuando terminase esta expedición, Attay iba a eliminar a los que habían contratado por la muerte de Ulmay. 

-   ¡Hum! De esa forma el clan de Attay se vería fortalecido al eliminar hombres de nivel de otros clanes -argumentó Alvho, con la información que Ireanna le iba entregando-. Así, que los supuestos asesinos eran ahora los escoltas. Lo que quiere decir que no me ibas a entregar ninguna ropa de druida. Además de matarme. tampoco lo pasas exactamente mal, ya que estas aquí para proteger a Ulmay. 

-   La verdad es que los seguidores de Ulmay me desprecian, todo por la identidad que me dio Attay. Una sacerdotisa que era el juguete de placer del gran druida Alkkar no es bien vista por los puros, los druidas de Ulmay -confesó Ireanna, en un tono más bajo. 

-   ¿Era verdad lo que me has contado sobre el señor Dharkme? 

-   ¿El señor Dharkme? Sí, ese imbécil estará cenando o rezando solo -espetó Ireanna, con cierto desprecio-. Pronto se irá a dormir, con alguna de sus criadas, el muy insolente intentó que Ulmay me cediese. Ni que yo fuera una moneda de cambio. Por lo visto, quería saber que le daba yo al gran druida Alkkar. Por lo visto envidia al gran druida, porque este tiene a las sagradas sacerdotisas para él y el señor Dharkme las tiene vetadas. 

-   Pues eso no está bien, habrá que regañarle -dijo Alvho, sonriente-. Una cosa más, Ireanna, ¿cuál es ese secreto sobre Ulmay que tú y Tharka sabíais? No querrás librarte de ese peso antes de tu marcha.

Ireanna lanzó un quejido que quería ser como una carcajada. Alvho se acercó a sus labios y escuchó las últimas palabras de Ireanna. Lo que le dijo cobró cierto sentido y era totalmente una gran revelación. Como no había supuesto que el gran secreto de Ulmay sería algo como ello. Esa información le sería de gran interés a Asbhul y al canciller Gherdhan. Se lo revelaría, siempre que lo que tenía en mente le saliese bien y no fuera él quien acabase muerto esa noche.

Las palabras y la vida de Ireanna habían salido del cuerpo casi a la misma velocidad. Acercó la mano Alvho a los labios y observó que ya no salía aire por ellos, ni por la nariz. Una mujer muy poco corriente se había marchado y para Alvho era lo mejor, hubiera sido una rival en Thymok muy peligrosa. No habría permitido que hiciera lo que tenía en mente, aunque ella no había ni llegado a sospechar lo que iba a hacer.

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