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martes, 31 de agosto de 2021

El dilema (91)

Aibber zarandeó el cuerpo de Alvho hasta que consiguió que se despertase. Alvho miró el rostro del joven como si fuera un enemigo al que no quería ver. 

-   El tharn Asbhul quiere verte -informó Aibber-. Hay un gran revuelo en el campamento. Los soldados están nerviosos. El tharn ha recibido un mensaje del canciller. 

-   ¿Hay algún movimiento enemigo? -quiso saber Alvho, desperezándose en su catre. 

-   No, los vigías no han detectado nada -negó Aibber-. Aún así no ha amanecido, pero con la claridad de la mañana no se ve nada cerca. Ni las bestias están en la llanura. Se han saciado y se han marchado. Pronto se empezará a levantar a los hombres, para que se preparen para la batalla. 

-   Los Fhanggar harían más daño si atacasen en la oscuridad -se rió Alvho-. Pero parece que no es esa su forma de luchar. Es una suerte para nosotros que no sepan de estas formas de guerrear. Nosotros no seríamos tan compasivos. Aunque creo que el problema es que nos infravaloran o que creen que sus números o el miedo que emanan hace el resto. Puede servir con las otras tribus, pero no con nosotros. 

-   Yo que tú no haría esperar al tharn -le advirtió Aibber, que quería él volver a su catre. 

-   Tienes razón -afirmó Alvho poniéndose de pie.

Alvho salió al pasillo y se dirigió a la sala donde dormía el tharn, pero un criado le indicó que Asbhul estaba en su despacho, una sala que usaban como lugar de decisiones. Eso quería decir que estaba avisando a los otros therk de la división. Encontró a los miembros de la guardia personal del tharn en la puerta, que le hicieron esperar unos minutos, antes de dejarle pasar. 

-   Therk Alvho, espero que no te entretuviera nada importante -dijo como bienvenida Asbhul, con un tono serio. En la sala no había nadie más, lo que quería decir que o Alvho había llegado el primero o el último. 

-   Me estaba dando el gusto con una jovencita con unos senos de infarto y… -comenzó a decir Alvho, pero al ver que no aparecía la sonrisa habitual entre los labios del tharn añadió-. ¿En qué os puedo ayudar, tharn? 

-   La verdad no sé si me puedes ayudar o quiero que me ayudes -murmuró Asbhul, como si le hablase al aire-. Lo que quiero es informarte. El señor Dharkme se ha muerto. Parece que esta noche ha decidido dar rienda suelta a sus deseos más mundanos y el cuerpo no lo ha soportado. La cuestión es que el señor Dharkme se ha reunido con Ordhin. El canciller ha mandado una paloma con la noticia al otro lado del río. El heredero ya sabe la noticia. 

-   ¡Alabado sea nuestro nuevo señor! -exclamó Alvho, pasándose un poco de la raya, pero Asbhul no le dijo nada-. ¿Y qué nuevas órdenes ha dado el nuevo señor? 

-   Que resistamos hasta que llegue con refuerzos -indicó Asbhul. 

-   Bueno eso ya es lo que íbamos a hacer, ¿no? 

-   Sí -asintió Asbhul. 

-   Bien, pues entonces, el propósito de tu llamada, es que hay que preparar la defensa -probó Alvho, para ver qué era lo que realmente tenía en mente Asbhul.

El tharn se calló por unos momentos, como si quisiera preguntar algo, pero a la vez le daba miedo hacerlo. Alvho creía saber qué era lo que pasaba. Estaba seguro que el canciller le había hecho una pregunta y que Asbhul no había podido contestar. Era Alvho quien decidió aclarar el asunto en sí. 

-   Tharn, estás en una encrucijada, ¿verdad? -empezó a hablar Alvho-. Por una parte, tanto tú como el canciller habéis meditado y os ha venido una cuestión con respecto a la muerte del señor Dharkme. En verdad ha sido una cosa del azar, le ha fallado el cuerpo cuando ha intentado volverse un jovencito. O por otro lado no ha sido así y ha habido alguien más implicado. Me gustaría saber cual de las dos opiniones es la que te ronda por la cabeza, mi tharn. 

-   Siempre tan directo en tus afirmaciones, therk -afirmó Asbhul-. Es verdad que el canciller me ha hablado de una de las sacerdotisas de Ulmay que ha muerto también esta noche y un druida que ha aparecido inconsciente con ella. Los guardias de Dharkme, visiblemente enfadados porque no se ponen de acuerdo si ha sido un lamentable asunto, pero natural, o por el otro lado un asesinato, le han apretado las carnes y ha hablado de otro hombre, de uno que llegó por la tarde y se reunió con la sacerdotisa. Luego asegurá que le engañó, le noqueó y le robó la ropa. 

-   No me fiaría mucho de ese druida -indicó Alvho. 

-   ¡Así! ¿Acaso lo conoces? -inquirió Asbhul. 

-   Me temo que no conozco a casi ninguno de los druidas de la corte del pobre Dharkme, a excepción de Ulmay -negó Alvho-. Pero a lo que me refería es que cualquier druida soltaría su lengua con un par de golpes bien dirigidos. La tortura no es muy eficiente en la carne debil. Y casi en ninguna otra, me temo.

Asbhul se le quedó mirando, ya que él mismo compartía la misma idea que Alvho, la tortura no era muy eficiente casi nunca y lo más que se conseguía era lo que se buscaba. Si buscabas un ladrón, esa persona confesaría serlo si con ello se libraba de las caricias del torturador.

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