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martes, 10 de agosto de 2021

Lágrimas de hollín (91)

Arhanna tuvo que respirar un par de bocanadas antes de volver a hablar. La declaración de Fhin le había pillado por sorpresa. 

-   Dices que me quieres, ¿pero quien? ¿Malven? ¿Jockhel? ¿Fhin? -inquirió Arhanna-. Todo son identidades, falsedades. Inventas vidas, ¿cómo sé que lo que sale de tu boca es real? ¿Cómo sé que ahora no me engañas para que haga lo que tú quieres? 

-   Lo puedo jurar por el verdadero, en su nombre real si así lo quieres -dijo solemne Fhin, que se volvió y señaló el templo de Rhetahl-. Incluso lo puedo gritar en el interior de ese templo. Si eso es lo que necesitas para creerme lo haré. 

-   ¡Basta! -pidió Arhanna-. No digas insensateces. No seas un loco. Te creo, pero no te expongas a la muerte. ¿Pero qué es lo que quieres de mí? Yo no puedo ayudarte en tu gesta. 

-   No espero tu ayuda, mi amor -negó Fhin-. Lo que quiero es tu protección. Shonet no te dejará que abandones la ciudad ahora que tiene tan cerca su forma de lograr su meta. Cuando llegue en un par de días el ejército imperial y descubra lo que ha pasado en los almacenes de los Mendhezan, destrozarán la ciudad para recuperar lo que es suyo. Por eso quiero que mañana por la noche salgas de la ciudad, oculta con la caravana de Malven, protegida por mis hombres, por Usbhalo. 

-   ¿Y a dónde iremos? 

-   A casa de tu padre -indicó Fhin. 

-   ¿Pero qué dirá mi padre cuando me vea llegar, acompañada por guerreros desconocidos? -inquirió Arhanna, casi más para ella que para que Fhin le respondiese-. Me había mandado a la capital para encontrar marido. 

-   Dile esto. Has encontrado un marido de sangre pura, pero caído en desgracia -indicó Fhin-. Dile que es el hijo, el único hijo de Laester, un noble que perdió todo, incluso su vida por el ideal de una reino libre de imperiales. Tu padre seguro que supo de Laester. Pero también le debes indicar, que este hijo sin padre, sin tierras, ni apellido, viene cargado de oro. La sangre de los Fritzbaron se unirá a la de un Mars y el oro volverá fuerte al ducado. 

-   No sé si mi padre aceptará eso -comentó Arhanna, dubitativa-. Pero si tú me lo pides, así le hablaré a mi padre. Es un hombre justo, si le pido que te escuche, lo hará. 

-   En ese caso, debes preparar tus enseres mínimos para el viaje -ordenó Fhin-. Y los de dama de compañía, pero bajo ningún concepto indicar que os preparáis para viajar. Mañana se pasarán varios de mis hombres, para escoltaros hasta nuestro almacén y saldréis de la ciudad de incógnito. Protegeréis mi fortuna. Todo en secreto, me temo que entre vuestros criados hay los que reciben las monedas de Shonet de buen grado. 

-   ¿Espías en mi casa? -repitió Arhanna, indignada. 

-   Desgraciadamente los criados no cobran lo suficiente como para ser totalmente leales a su señor y otros en cambio les gustaría ser igual que sus amos -explicó Fhin-. La codicia está instalada en cualquier corazón, amada mía. 

-   Y en otros la venganza y el orgullo.

Las últimas palabras de Arhanna estaban apuntando claramente hacia él. Pero Fhin no se inmutó. Sabía bien que había cometido muchos pecados. Pronto dejaría de hacerlo y viviría la vida que tenía proyectada para cuando cerrase su venganza de sangre.

Arhanna le preguntó por cuando se volverían a ver y Fhin dijo que una semana después de que llegase a las tierras de su padre. Pero todo dependía de que sus planes no se torciesen. Conocía demasiado bien que el destino era caprichoso y podría truncar sus planes a gran velocidad. El resto de la conversación fue derivando más a lo que podrían hacer los dos en las tierras del padre de Arhanna. Las ideas de Fhin no eran romper con el imperio o volverse el enemigo de estos. La revolución de Laester no se podía hacer en ese momento. Habría de pasar tiempo, en un tiempo que el imperio no fuera poderoso. Al fin y al cabo los grandes estados acababan destruyéndose a sí mismos. Fhin creía que solo debían ir fortaleciéndose en secreto, para que un día, sus hijos, sus nietos o sus descendientes, pudieran hacer lo que ahora no podía ser. Arhanna respiró tranquila al ver que Fhin parecía tener los pies en el suelo, por lo menos para lo que iba a ser su futuro, siempre y cuando su padre accediera al matrimonio, algo que aún Arhanna no tenía consigo, pues su padre era ligeramente esnob, y Fhin era un bastardo.

Al final, hacia la hora de comer, Fhin la acompañó hasta su casa, y se despidieron como un par de enamorados, pero sin que se pudiese entender que habían llegado a un acuerdo y que estaban urdiendo un plan entre ellos. Ni se despidieron como si fuera la última vez, solo con un hasta la siguiente velada. Si como decía Fhin, alguno de sus criados era un espía de Shonet, pronto recibiría este una mensaje de que Malven le estaba ganando en el terreno del amor hacia Arhanna y le obligaría a apresurar sus planes. Un plan mal elaborado y con prisas siempre dejaba pistas.

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