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martes, 4 de enero de 2022

El dilema (109)

Para Alvho la batalla estaba perdida, había escuchado los gritos de los arqueros en las murallas, pero él seguía viendo enemigos en su parte de la batalla. La noche se echaba sobre ellos y el enemigo no parecía haber sido derrotado. O eso parecía hasta que mató a un Fhanggar y al recuperar su acero, no había ninguno detrás. 

-   Eso era todo lo que nos iba a enfrentar -se burló Alvho, sabiendo que eso daría a sus hombres más ganas de luchar-. Maldigo a los Fhanggar, tribu de cobardes.

Sus hombres le rieron la chanza y se prepararon para un nuevo ataque. Alvho observó sus rostros. Estaban crispados, llenos de sudor y veía cómo los músculos se agitaban con fuerza. Sabía que esos hombres estaban a punto de sucumbir por el cansancio. El siguiente asalto acabaría con ellos. Pero en su fuero interno sabía que firmarían el más valiente final. Cuando Shelvo le entregase un cuerno de cerveza en el gran banquete, lo haría sabiendo que ambos fueron grandes guerreros. 

-   ¡Muro de escudos! -escuchó Alvho en la voz de Aibber y le dejó asombrado.

Los Fhanggar debían haber pensado que si imitaban a Alvho y a sus hombres tendrían mejores resultados que hasta ahora y Alvho estaba seguro que con un muro como el suyo, pero con hombres descansados les sobrepasarían. De todas formas y sacando sus últimas fuerzas alzó el escudo y se preparó para la última gran batalla. Los hombres que tenía a su alrededor le imitaron.

Alvho pronto vio el muro de escudos que se aproximaba, pero pronto vio algo diferente en ellos. Algo que constató cuando el avance enemigo se detuvo antes del inicio de la plataforma que hacía de puente sobre el foso. Un hombre, vestido con una armadura de malla de acero, algo totalmente contrario a lo que había visto a los Fhanggar con los que se había enfrentado, salió entre los escudos y se colocó ante el muro de Alvho. El hombre, que parecía un guerrero hábil y poderoso se quedó a unos metros del muro de escudos defensor. 

-   Queréis hacer el favor de dejarnos pasar, mamarrachos -gritó el hombre. 

-   Fhanggar, maldito perro de charca, por aquí no pasará ni uno solo de vuestros hombres -espetó Alvho, desde su posición-. Ven a enfrentarte a nuestras espadas si te crees hombre o escóndete tras tu muro de escudos. 

-   ¿Quién eres, amigo? 

-   Soy Alvho, therk Alvho, a las órdenes del tharn Asbhul, sirvo al señor de las montañas y si aprecias tu asqueroso gaznate te iras por donde has venido. Y se acabó la charla.

Los hombres de Alvho levantaron mejor los escudos y golearon estos con sus armas, como si secundasen las palabras de su líder. 

-   Me gustan tus palabras, therk Alvho -afirmó el hombre-. Yo soy el tharn Ilbhal, al servicio del tharn Orthay, y sirvo al mismo señor de las montañas, el señor Dhorkke. Así que somos hermanos de armas. Y por ello, me podéis dejar pasar, a mi y a mis hombres, llevamos un buen rato abriéndonos paso desde el sur entre las líneas enemigas. 

-   Aibber -llamó Alvho mediante un susurró, cuando este se acercó-. Ve en busca del tharn Asbhul y cuéntale lo que dice el fulano este. No me fío. Podría ser la última estratagema Fhanggar. Date prisa -Aibber se marchó al momento, y Alvho volvió a mirar al tharn Ilbhal-. Tharn Ilbhal, dices, no me suena nada tu nombre. Me suena más a mentira Fhanggar. Así que no veo la necesidad de permitirte pasar por aquí. Prueba en los muros. 

-   ¿Dices que escale? Esa si que es buena -se rió Ilbhal-. Vamos hombre, no seas así. Que somos todos aliados. 

-   Eso lo dices tú -indicó Alvho. 

-   Pues claro que lo digo yo -asintió Isbhal, que empezaba a impacientarse con Alvho-. Te vuelvo a decir que somos aliados. 

-   Eso también lo dices tú. 

-   No me esta gustando esto, therk, quítate de en medio de una maldita vez -ordenó Ilbhal. 

-   Me parece que eso no va a ocurrir, amigo -negó Alvho-. Quieres entrar, quítame. Aunque no os ha sido fácil antes y no lo va a ser ahora. 

-   ¡Alvho! ¡Alvho! ¡Dejadme pasar! -se pudo escuchar la voz del tharn Asbhul. que estaba avanzando por el muro de escudos dando empujones, hasta que llegó a la altura de Alvho y miró al otro lado del puente-. Alvho retira tu muro y déjalos pasar. 

-   Mi señor podría ser una estratagema de los Fhanggar y… 

-   Therk, tu trabajo ha sido ejemplar, pero ese hombre es un aliado -aseguró Asbhul. 

-   ¿Cómo lo sabéis? -quiso saber Alvho. 

-   Porque el tharn Ilbhal es mi primo y sé reconocerlo -respondió Asbhul, que golpeó el escudo de Alvho, saliendo al terreno donde estaba Ilbhal-. ¿Primo, qué tal estás?

Ilbhal le respondió que bien, pero que sus hombres le estaban impidiendo entrar en la ciudadela y sus hombres estaban cansados. Los dos hombres se abrazaron y todos los presentes respiraron tranquilos.


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