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martes, 25 de enero de 2022

El dilema (112, final)

Alvho subió a la cubierta y vio que se estaba levantando algo de niebla. Pero a lo lejos, se observaba una luz, en lo alto de una colina. 

-   Es el faro de Ghullan, mi tharn -señaló el navegante, que había viajado otras veces con mercaderes, que puso una mueca al ver algo que no le gustó en la proa de la nave-. Dígale al druida que es peligroso encaramarse en donde está. Si se cae, no le podremos encontrar con esta niebla. 

-   Le advertiré de ello, sigue con lo tuyo y llévanos a la ciudad -ordenó Alvho-. ¿Podrás llegar aun con esta niebla? 

-   Claro, mi señor.

Alvho empezó a andar desde la popa en dirección a la proa, cruzando entre las dos filas de guerreros que estaban a los remos. La vela había sido izada, ya que al no ver demasiado en la parte delantera, si les llevaba el viento, tal vez les lanzase contra bajíos escondidos. De esa forma habían perdido al otro barco y a parte de los hombres. Ahogados en las traicioneras aguas del mar. Muchos de los que sobrevivieron estaban seguros de que el problema había sido el druida, que atraía la mala suerte, como había ocurrido meses antes en la expedición terrestre.

Cuando llegó a la proa, Alvho mandó al vigía a que acompañase al navegante, que ya se encargaría él y Aibber de avisar si aparecían bajíos. Ulmay estaba agarrado a la quilla, buscando la ciudad, aunque la niebla se lo impedía. 

-   Alvho, mi viejo amigo, pronto daremos con lo que me pidió Ordhin hace ya tanto tiempo -murmuró Ulmay-. Por fin quedará claro mi poder. 

-   El navegante te advierte que si tiene que dar un golpe de timón podrías caerte -dijo Alvho, desprovisto de ese tono de amistad que parecía salir de la boca del druida-. Si acabas en el agua, con esta niebla no podremos dar contigo. 

-   Ordhin me protege, como siempre -aseguró Ulmay. 

-   ¿Te acuerdas de Ireanna, Ulmay? -preguntó Alvho, sin más-. ¿Sabías que era una asesina? Sabía demasiado sobre ti y por ello, la tenías encerrada en tu jaula de piedra. Antes de morir me contó tu verdad, tu poder sobre el pobre Dharkme. 

-   Mi poder, sí, claro que lo sabía y no le sirvió de nada, ni a él ni a su padre, Ordhin los eliminó, los quitó de en medio, antes de que se convirtieran en problema para ellos mismos -se burló Ulmay. 

-   Dudo que fuera Ordhin, porque los maté yo mismo -reconoció Alvho. 

-   Tú, Ordhin, qué más da quien fuese -dijo Ulmay-. La cosa es que debían desaparecer y lo hicieron. 

-   ¿Y los hombres que acudieron a tu llamada? ¿A la expedición en las llanuras? ¿Para qué murieron? 

-   Lo hicieron para que yo consiguiera llegar a este día -sentenció Ulmay-. No te confundas Alvho, iban a morir igualmente, pero sirviéndome a mí, su sangre no se desperdició en ningún callejón de Thymok.

Alvho miró a Ulmay a los ojos y supo que creía en lo que había dicho. No tenía remordimientos por los que habían muerto. Algunos que habían sido sus únicos amigos otros que le habían seguido como si fuera un mesías esperado. Pero a todos y cada uno los había traicionado con sus acciones. Por lo que se acercó a él, hasta estar totalmente pegado al druida, acercándose a su oído. 

-   Hace mucho tiempo que juré que pagarías por tus crímenes, Ulmay -dijo Alvho, de forma calmada junto a la oreja del druida-. Pagarías por los guerreros que murieron por tu locura de expedición, por tus alocadas correrías. Por aquellos que te ayudaron a ganar un lugar y cuando ya no te fueron necesarios los eliminaste como si fueran espadas herrumbrosas. Por aquellos que nunca llegaron a saber porque murieron en realidad. 

-   Dices cosas muy graciosas, Alvho, pero no puedes hacerme nada, yo soy la voluntad de Ordhin, él me protege y me guía -se rió Ulmay de las palabras de Alvho. 

-   Si Ordhin está contigo, yo tengo que ser un paladín de Bheler -Alvho agarró a Ulmay por la espalda, impidiéndole que se pudiera escapar. Con la mano contraría le clavó un puñal que había desenvainado en silencio, en el centro del pecho-. Hace mucho me cobré el alma de Dharkme y ahora terminó el trabajo encomendado. Y una cosa más, ha sido tu hermano Dhorkke quien ha ordenado que te reúnas ya con vuestro padre.

La cara de Ulmay se había crispado, llena de miedo y temor. Alvho quitó la mano de la espalda, y Ulmay dio unos pasos hacia atrás intentando huir de Alvho. Pero chocó contra la defensa y perdió el equilibrio, cayendo al agua delante del barco. Alvho le hizo un gesto a Aibber, para que regresase con el navegante. El vigía regresó al poco. Alvho estuvo seguro que Ulmay chapoteó junto a la banda de babor pero ni uno solo de los guerreros dijo nada, incluso alguno intentó golpearlo con el remo. Si el navegante se llegó a darse cuenta de que había caído el druida o había visto que Alvho lo había atacado, fue lo suficientemente astuto para cerrar la boca y seguir la navegación. Había que negociar con una nueva ciudad y regresar a casa. Lhianne y Alhanka les esperaban, así como un futuro plácido y sin muchas complicaciones.

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